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     Los suministros y fanáticos habían llegado rápido al campamento donde ya todos estaban preparados para la batalla

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     Los suministros y fanáticos habían llegado rápido al campamento donde ya todos estaban preparados para la batalla. Ellos pasaban por todos lados sin respetar las reglas del lugar, ellos se creían superiores y los Hemats no les contradecían, no porque fuera verdad, si no que serían los primeros en la batalla.

      Los fanáticos no surgieron como los Hemat, no de esa forma cruel, no por un hechizo. Eran personas normales que entrenaban desde los seis años, toda su vida, con una idea en la cabeza, erradicar toda amenaza hacia las creencias de Zatsha; claro estaba que, ahora solo eran manipulados por el propio bien del clero. Los Hemat no deciden matar a su madre biológica, pero los fanáticos lo harían si ella representara un peligro para el clero. No tenían escrúpulos.

     Ya se habían entregado los suministros y las nuevas armas fueron entregadas a quienes tuvieran las más viejas y oxidadas de entre los guerreros. Si quedaba algún arma después de eso, serían tomadas por los Hemats de mayor rango.

     Los fanáticos visitaron a la marchita, la hostigaron por algunos minutos y le advirtieron que no intentara escapar. Ashta los escuchó, pero no se inmutó por las palabras, en ningún momento los volteo a ver. Estuvieron todos con el Teniente Irwin en su tienda repasando el mapa de Prizus y la estrategia de ataque según la información que habían recabado. Dicha información indicaba que eran ciento setenta vampiros y el Ziskmat, su líder.

      La jauría de los parásitos tenían la orden de esperar en las colinas afuera de la ciudad. Ellos serían la primer línea de defensa en caso de necesitarse, protegiendo la retirada de sus hermanos con balistas.

      De esa forma habían terminado de detallar y aún no habían transcurrido dos horas cuando el Teniente ordenó que todos subieran a los caballos y cabalgaran hacia Prizus. La marchita tenía como misión apoyar únicamente contra el líder enemigo.

      A esas horas del día, la ciudad lucía normal,los pobladores, que en verdad eran los vampiros, actuaban normal para no levantar sospechas entre la gente que iba de paso. Muy poca de esa gente se le volvía a ver, la mayoría servía de alimento para los vampiros.

      A las afueras de Prizus, se comenzó a escuchar el relinche de numerosos caballos y el incesante choque de sus herraduras contra la tierra. Cada segundo que pasaba el sonido era mucho más fuerte. Basto el sonar de una trompeta para que los vampiros comprendieran que estaban siendo atacados por Hemats. Estos vampiros comenzaron a salir de sus casas para avistar la cantidad de enemigos; eran bastantes. Los demonios corrieron rápidamente hacia lugares techados, pues la exposición directa a la luz del sol reducía considerablemente sus capacidades.

     Los Hemats estaban ya en la ciudad y se dispersaban a todas direcciones donde veían a los vampiros. Utilizaron sus caballos para aplastar y embestir a los vampiros forzándolos a salir a un lugar expuesto donde tendrían desventaja. Como relámpago, la ciudad entró en caos, dispersos por todas partes los Hemats penetraban el cuerpo de los vampiros sin piedad y sin temor. Era un ataque contundente contra los demonios, aun cuando estos no estaban expuesto al sol, caían sin mucho problema. Quinientos Hemats reunidos y cuarenta fanáticos contra ciento setenta vampiros.

Colmillo Helado, Blasón de Fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora