El Llamado*

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     Las campanas sonaban una y otra vez sin cesar, marcando el medio día tal y como sucedía cada día

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     Las campanas sonaban una y otra vez sin cesar, marcando el medio día tal y como sucedía cada día. Pero ese no era un día común, ese día no era como cualquier otro, habría una reunión importante en la abadía, una reunión para la cual no se hizo mucho preparativo.

     Las grandes puertas de la abadía eran de roble y median más de tres metros de altura y su anchura daba lugar a cinco regordetas vacas. La sala estaba adornada de numerosas imágenes sagradas a los costados donde La Hermandad era recurrente.
En su creencia religiosa si seguías el camino dictado por el clero, al momento de la muerte el alma obtendría reconocimiento y derecho de convertirse en guardián en presencia del Dios Zatsha. 

     Los esclavos del edén, como algunas personas los llamaban últimamente, iban entrando de uno en uno con sus largas túnicas de color. El color dependía a su posición en la organización.
Había ya siete personas adentro, sentadas y en silencio esperando al Arzobispo Fernando para dar inicio.

     Se escuchó el cerrar de las puertas tras de ellos, pero solo  pocos voltearon y vieron al Arzobispo caminar hacia su lugar.

     —Buenos días hermanos, gracias por venir y gracias al Abad Gonzalo por recibirnos aquí en su hogar.

     — No agradezca su señoría en un gusto para mi tenerlos aquí reunidos.

     — Bien, bien, hermanos ¿Alguien ignora la razón por la que estamos aquí? — Preguntó el Arzobispo Fernando quien estaba parado de frente a todos en el pedestal. Pero nadie respondió. — Bien, entonces me ahorran tiempo. Como ya saben se ha localizado una madriguera de chupa sangres en Prizus.

     —¿Cuál es la razón por la que estamos aquí? Usted dijo que quería ahorrar tiempo.

     — Así es Hermano— Contestó el Arzobispo con mirada fría al abad Tomás que provenía de una abadía del suroeste. — La reunión no fue al azar aquí, sino porque por sentido común es la abadía más cercana fuera de esa ciudad y bien podría servir como refugio, ya que lo que ustedes ignoraban hasta este momento es que se está preparando un ataque hacia esa madriguera. También ignoran que mandamos una marchita en dirección a esa ciudad hace 8 días y se supone que ya debió reunirse con el Teniente Irwin de la trigésima-octava división.

     — ¿Cómo es posible? A las marchitas no debería permitírseles salir de sus celdas. — Dijo el abad Tomás sorprendido.

     — Era necesario hacerlo, además del gran número de vampiros que hay allí, es posible que en Prizus se encuentre un Zismakt.

     — Disculpe señoría, pero tengo entendido que el parásito ahí hizo un conteo de unos 40.— Comentó el Abad Gonzalo que dejaba entrever un tono de nerviosismo.

     — Eso no es del todo cierto.- Respondió el Arzobispo. — Nosotros ya habíamos realizado una inspección previa, siempre lo hacemos y al inicio era correcto, no más de cuarenta y cinco; pero contamos a más del triple de eso la última vez, deben estar preparándose para algo.

Colmillo Helado, Blasón de Fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora