Alcatraz V: Embestida*

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                                                                                                                                                              11/07/1618                                                                                  

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                                                                                                                                                              11/07/1618                                                                                  

      Habían pasado nueve días desde que se llevó a cabo la competencia dentro de Alcatraz; pocas cosas habían cambiado desde ese día. El grupo de Samael estaba prácticamente separado;  Demian y Frank seguían unidos, pero Elric y Tobias se habían alejado de ellos y no parecía interesarles mucho el  unirse a otro grupo. Como lo prometió el Sargento Samuel, Samael fue forzado a habitar las húmedas celdas dentro del calabozo de la fortaleza  y ahora los Inquilinos de Alcatraz tenían dos temas de los cuales hablar; la competencia y el prisionero. Fuera de esto, todo seguía igual en ese lugar, la misma rutina, los ejercicios, protocolos, ambiente desolado.

     Samuel se mostraba un poco condescendiente con los participantes de la batalla, pues durante los ejercicios no era tan estricto con ellos; sin embargo, les dijo que no sería por mucho días y mas les valía aprovechar las raciones de comida extra, así como las horas de descanso para sanar rápido sus heridas. El ungüento que los chicos usaron, era bastante bueno, pero no era milagroso. Aceleraba el proceso de sanación y evitaba infecciones en la yaga o herida. Los hechiceros habían creado ese ungüento antes de su emancipación del clero. Se conocía que debía mezclarse agua de mar salada con limo y  extracto de Fucus y Espirulina, aunque solo los hechiceros conocían con exactitud la cantidad a requerirse de cada insumo, además claro, de su habilidad en la alquimia para la creación ungüento. Y eso, era un problema, pues quedaban pocos hechiceros con vida, y todos, excepto una, estaban encarcelados; al menos eso decía el clero, tal vez así lo creía.

     Gracias al ungüento y su aplicación requerida, todos los participantes de la competencia estaban casi sanados en su totalidad. Sofía era un caso distinto, aún le faltaba por sanar pues su herida fue muy grave. Durante la primer semana de entrenamiento, en un ejercicio de resistencia física se distrajo cuando conoció a Ron, ese chico la enamoró a primera vista; eso le ocasionó que no mirara el camino por donde iba y cayó del adarve rompiéndose una pierna y terminar con un palo de siete centímetros de diámetro atravesado en el pecho; fue un milagro que no muriese al instante.

     —Sargento, el cachorro Sebastien desea hablar con usted —Informó Gael.

     —Ese chico no se cansa de pedirlo. Dile que estoy ocupado— El Sargento estaba recostado sobre el sillón largo, mirando el techo. Escuchó el rechinar de la puerta, pero Gael no se había retirado.  «Maldito chico»

     —¿Acaso no escuchaste que estaba ocupado Sebastien? 

     —Para mi no lo parece Sargento. Permitame unas palabras

       —No te permití el acceso y aquí estas. ¿Qué es lo que quieres?— Dirigió su mirada a la de Sebastien.— Gael, pues retirarte— El sirviente asintió y se marchó cerrando la puerta detrás suyo.

Colmillo Helado, Blasón de Fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora