Sur de Italia, Imperio Romano de Occidente
Las entrañas de la yegua asesinada la madrugada anterior reposaban sobre una tabla de madera como protectora del futuro matrimonio. Un futuro próspero alumbrado por las llamas del sol, fue la sentencia del sabio leída a través de los restos del animal garantizando la esperada ceremonia. Tras el enlace de sus manos y las palabras adecuadas, el pacto se selló con un beso fugaz en los labios de la joven. Una boda siempre atraía la atención de los invitados, permitiendo un respiro en sus exhaustas vidas para beber hasta el amanecer o yacer con bellas mujeres sin la preocupación del mañana. Sobre todo, si la muchacha entregada no era otra que la hermana de uno de los principales gobernadores del sur y potentes candidatos a la herencia imperial.
Un barullo enorme impregnaba la sala de una densidad asfixiante sólo para aquel que fuera capaz de percibirlo. En la mesa principal, los recién casados se sentaban rodeados del hermano de ella y la mujer de éste, mientras una peliazul de agraciadas ondas observaba de pie el rostro de la pelirrosada que tanto le preocupaba. El anfitrión se levantó de su asiento, e invitó al recién casado a acompañarle hasta un banco donde el resto de gobernantes conversaban animados junto con sus respectivos soldados, dejando solas a las féminas más importantes de la ceremonia. Juvia, angustiada por el estado de su pequeña, deseó con todas sus fuerzas romper las barreras de su estatus para acercarse hasta Meredy y apaciguar su ansiedad.
La mujer del gobernador, Ultear, se levantó de golpe aprovechando el despiste de su cónyuge, con la intención de abandonar la sala. Una de sus esclavas hizo ademán de seguirla, tal y como tenía encomendado, pero la de cabello azabache la frenó con un autoritario gesto de mano. Por primera vez en aquella trágica tarde, la ausente Meredy se dignó a mirarla. Guiada por sus impulsos, plantó sus manos en la mesa poniéndose en pie, e ignorando las órdenes de su hermano de permanecer en su puesto hasta el final de la ceremonia, emprendió su camino tras los pasos de la morena. Unos finos dedos la sujetaron con cautela, Juvia le suplicaba con sus acuosos ojos que no saliera de la instancia, sin embargo, la joven negó con la cabeza y se marchó vigilando de reojo a su hermano, abandonando a su amiga peliazul con un nudo en la garganta.
En el corto pasillo que se expandía de la sala central hasta el resto de habitáculos de la domus principal del gobernador del sur, la lacia cabellera de la morena cesó su movimiento cuando frenó en seco al percibir unos ligeros pasos tras su persona. La muchacha la seguía con dificultad debido a la larga túnica que constantemente pisaba y el velo anaranjado que le cubría sus trenzas rosadas. El corazón de la morena se rodeó de una gruesa capa de hielo al contemplarla, pues había evitado mirarla hasta que finalmente se cruzó con sus verdosos ojos suplicándole clemencia.
Meredy olvidó su nuevo estado de mujer casada, borró de su mente toda huella del enlace y se deshizo de las falsas promesas. Impulsada por sus más temidos deseos acorraló contra la pared a su cuñada, despegó los pies del suelo aumentando levemente su altura y acarició con fuego en los labios los de Ultear en un intenso beso.
Uno que aguardaba todo el calor que había renunciado entregar a su marido..
Movida por la rabia y la frustración, mordió con desespero la parte inferior de su boca ante la frialdad impasible de la morena. La de ojos oscuros posó una mano sobre el hombro de la pelirrosada separándola de ella y desvió la mirada.
—Meredy... —su voz se congelaba en sus oídos— Basta. —se alejó de ella, dispuesta a marcharse. Pero la chica, tozuda, se aferró a la mano de Ultear impidiendo su partida, sujetándola del mentón y obligándola a posar sus ojos en los de ella.
—Al menos ten la decencia de mirarme. —Ultear sacudió la cabeza para liberarse, incitando la furia de la pelirrosada, quien sujetó con la palma de sus manos el rostro de la morena.— ¡¿De verdad no ha significado nada para ti?!
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La Faraona
FanfictionDestinada a gobernar un gran imperio desde niña, Erza se alzará como faraona mucho antes de lo previsto. Su prematuro mandato, la convertirá en el ojo de mira de los enemigos externos, deseosos de hacerse con el poder de Egipto. Su capacidad milita...