—¿Lila?
Su voz sonaba rota y sus ojos estaban rojos de tanto llorar, aparté una lágrima de mi mejilla y le dirigí una sonrisa forzada.
—Hola— saludé. Kate abrió los ojos lentamente, Sam se levantó de un salto del asiento en el que estaba y se acercó a su Julieta.
—Kate...— murmuró —Gracias al cielo.
—Sam...— dijo la chica débilmente en un murmullo. Sus ojos surcaron el cuarto pero Sam y yo éramos los únicos en la habitación.
—¿Mi... mi mamá...?— preguntó a medias.
Ella buscó mi mirada, no podía verla, ni siquiera podía alzar la vista. Simplemente negué con la cabeza.
—No... no...— lloró, negando insistentemente a creerlo, no la culpaba —No.
Se abalanzó a los brazos de Sam que era a quien tenía más cerca, el chico no dudó en reconfortarla mientras ella lloraba a mares sobre su hombro. Sam me dirigió una mirada que decía claramente que fuera a buscar a su abuela.
La señora McAfee estaba sentada en la sala de espera hablando con mi madre, la mujer no dejaba de mover las manos con nerviosismo.
—Despertó— anuncié. Ambas voltearon para mirarme y mi madre ayudó a la señora McAfee a levantarse apoyándose en el bastón de caoba y las acompañé al cuarto donde Kate seguía llorando.
Por lo que sabía, la familia del padre de Kate no se llevaba bien con su madre, además de que Kate no veía a su abuela desde los diez años, aquella no era la clase de reunión familiar que cualquiera se esperaría.
Sam seguía sentado junto a ella cuando abrí la puerta para que la señora pasara, Kate la miró suspicaz.
Le hice señas con la cabeza a Sam para que saliera, era mejor no entrometerse, lo digo por experiencia.
—Está muy débil— comentó Sam cerrando la puerta detrás de él, se recargó sobre la pared frente a mí y se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta.
—Eso es lo de menos— mascullé limpiándome las lágrimas con el dorso de la muñeca.
—¿En serio?— dijo el chico alzando la vista.
—¡Por Dios, Sam!— dije comenzando a dar vueltas por el pasillo —¡Ahora es huérfana!
—Pero...
—Y ella siempre detestó a su abuela...— dije mirando mis pies y tirándome en el suelo, abrazándome las rodillas.
—¿Y su padre...?
—Murió cuando ella tenía dos años— expliqué —Infarto al corazón.
Sam no dijo nada, solo miró la pared frente a él con una mirada vacía.
—Su madre era lo único que le quedaba... y ahora la abuela que ella quería evitar.
—¿Tíos, primos...? Debe haber algo, ¿no crees?— insistió Sam sentándose junto a mí.
—Su madre perdió a su familia en un accidente de avión: a sus padres y a su hermana menor. Su padre no tenía hermanos y su abuelo murió antes de que ella naciera, su abuela y su madre no se llevaban bien— expliqué ocultando mi rostro entre mis rodillas.
—¿Cuánto tiempo... le queda?— preguntó Sam con voz temblorosa.
—Unas cuatro semanas— ahogué un sollozo.
El silencio se alargó, ambos veíamos la pared esperando a que la puerta se mantuviera cerrada.
—Primero Blake,— murmuré entre sollozos —su madre... era como mi tía... no la perderé a ella también.
—No pasará— dijo Sam —Te lo puedo asegurar.
—No puedes— mascullé —Es muy difícil encontrar a un donador con su tipo de sangre... casi imposible.
—Ya verás— me aseguró.La dieron de alta dos días después.
Por lo que ella me había contado por Skype la misma noche en la que había salido del hospital, sabía que tener a su abuela en el cuarto de invitados era tener a una arpía viviendo en su apartamento.
Aunque ella no era la única que comenzaba a tener problemas con arpías en su casa.
Al llegar a casa del hospital, Marcus comenzó a hacerme unas cuantas preguntas sobre Kate. Él se llevaba bien con ella desde Kate y yo nos conocimos así que supongo que eso era una buena razón para preocuparse, además del asunto de su corazón. Empezamos a hablar tranquilamente mientras él intentaba consolarme ya que yo seguía sollozando aunque yo intentara evitarlo.
Se escucharon gritos desde la cocina, Marcus puso los ojos en blanco y cerró la puerta de su cuarto.
—¿Se ha vuelto más seguido?— pregunté un poco nerviosa.
—Parece que no hay día en el que se estén peleando— admitió cabizbajo.
—¿Crees que ellos...?
—No— respondió interrumpiéndome —No te preocupes por eso, Lila.
«No es de lo único de lo que me preocupo» pensé distraídamente.
Una vez, en lo que parecían haber pasado siglos, había leído una de las frases en el bloc de dibujo de Kate que había anotado arriba de uno de sus bocetos, Blake solía decir que solo era una metáfora para describir algo más pequeño, aunque en este momento yo pensaba algo más.
"Hice una agujero en el cielo por el que todas mis estrellas caen"
El cielo había dejado de tener estrellas.
Y TODAS CAÍAN SOBRE MÍ.

ESTÁS LEYENDO
Time to let go
RomantikLa vida es una serie de eventos aleatorios. Supongo que la muerte es uno de ellos. Al igual que el resto de mis días contados. ¿Me han roto el corazón? Una pregunta bastante estúpida. Es como si me preguntaran si sé respirar. Dicen que el tiempo a...