Sábado por la noche, cielo estrellado y luna enorme. Eso era a lo que Blake llamaba una noche romántica.
El gimnasio de la escuela estaba lleno de gente, el ponche sabía horrible (me recordaba a la vez en la que nos habían servido pasta cruda en la cafetería), las mesas estaban repartidas en la parte de atrás en una de las esquinas cerca de las puertas que daban afuera; en las jardineras, había varias parejas tomadas de la mano y haciendo cusilerías o lo que sea, en realidad no presté mucha atención por el simple hecho de que temía encontrarme a Henry y a Megan allá. En fin, era el típico baile escolar.
—Ahí está— Blake señaló a su novio, el chico pelirrojo con varias pecas sobre el puente de la nariz, quien no dejaba de mirar a su alrededor como si estuviera buscando a alguien hasta que su mirada se enfocó en Blake a quien le dirigió una amplia sonrisa.
—Anda, ve con él— le di un pequeño codazo sin soltar la muleta —Nosotras iremos a buscar una mesa.
—Suerte— Lila le dio una pequeña sonrisa y le guiñó un ojo, Blake respiró hondo y caminó hacia su Romeo quien entrelazó sus dedos con los de ella con un sonrisa de oreja a oreja —Vamos, antes de que te me caigas— dijo Lila señalando con la cabeza una de las mesas del fondo.
—No es para tanto— alegué —¿Y dónde está tu galán?
—Dijo que llegaría un poco tarde porque iba a ir a una boda antes del baile así que voy a poder hacerte compañía. No sé, capaz y alguien por ahí te saca a bailar— movió las cejas como diciéndome, "A ver si hoy llega tu galán". Negué con la cabeza.
—Lo dudo.
—Y la negativa soy yo, ¿no?
—De hecho.
—Voy por algo de beber que no sea ponche— dijo mirando la mesa de postres —¿quieres que te traiga algo?
—Me harías muy feliz— esbocé una sonrisa forzada y ella asintió entre risas.
—No te vayas a escapar con alguien sin avisarme.
—No prometo nada.
La sonrisa desapareció de mi rostro en cuanto ella se dio la vuelta. Había tenido uno que otro sueño durante la semana, lo cual no me parecía justo. Siempre aparecía él, a veces me daban ganas de arrancarle la cabeza, pero siempre desaparecía como si se escapara de mí y yo de él, nunca les encontraba sentido a mis sueños.
Nunca.
Lila volvió con dos vasos de soda, uno en cada mano haciendo malabares para que el líquido no se derramara, al menos no era ponche.
—¿Ese no es Liam?— pregunté tomando uno de los vasos rojos de sus manos, señalé a un chico pelinegro en la entrada, Lila asintió.
—Sí, ¿cómo me veo?— preguntó mordiéndose el labio como cada vez que que se ponía nerviosa.
—Bonita— respondí —Ahora ve con él, sin miedo.
—Pero... no te puedo dejar aquí... sola.
Yo tampoco quería quedarme sola pero por otro lado quería que ella por fin tuviera su oportunidad con un chico.
—Voy a estar bien... ni que me fuera a morir.
—¿Segura?— ella era la que no estaba segura.
—Ve o créeme que me levanto justo ahora y te llevo a rastras— era la clásica amenaza del sí-o-sí.
—Ok— se armó de valor y se encaminó hacia el chico con los dedos cruzados detrás de la espalda.
Le di un miserable sorbo a la soda. Blake y David reían mientras ella le daba pequeños sorbos al ponche, el cual no le importó que de alguna manera supiera a chicle rancio. Lila sonreía tontamente a las bromas de Liam, mientras yo, mi única compañía era un centro de mesa con flores de plástico y un vaso de soda. Que deprimente. Me hubiera gustado ir a bailar, hubiera sido sencillo encontrarme a alguien por ahí si no fuera por mi tobillo, culpé a Megan Roberts por eso.
En ese momento pensé en que hubiera sido una grandiosa idea haberme quedado encerrada en mi cuarto viendo Netflix sin nada más que hacer. O quizá simplemente dormir un poco más aunque luego recordé los sueños y cambié de idea.
Un par de ojos azules interrumpió mis pensamientos.
—Hey— dijo Sam con su media sonrisa, sentándose frente a mí —¿Qué haces tan solita? ¿Por qué no vas con los otros y te diviertes?
—Si pudiera, créeme que lo haría— entonces recordó el asunto de mi tobillo dislocado.
—Te quedan como unas dos semanas para que te lo quiten, ¿no?
—Sip— asentí sin mirarlo a los ojos —Dos eteeeeernas semanas...
No dijo nada, el silencio se alargó hasta que se volvió algo incómodo.
—Ven— dijo él poniéndose de pie —Es un baile, tienes que divertirte.
—¿Y tú te encargarás de eso?— pregunté sarcástica.
—¿Quién más lo hará sino?— buen punto.
Hice un pequeña mueca y de un momento a otro Sam me tomó en sus brazos.
—No— dije intentando que me soltara —No, espera, ¿qué demonios haces?—no pude evitar reírme, no me iba bajar aunque quisiera, mis muletas estaban lejos de mi alcance —Sam, bájame.
Me llevó por las mesas hasta las jardineras dando un par de vueltas y riendo.
—¡Bájame!— insistí entre risas. Después de otro par de vueltas, me dejó con cuidado en una de las bancas junto a las jardineras, mis piernas colgaban, balanceándose una y otra vez mientras miraba a Sam frunciendo los labios.
El corazón me palpitaba en los oídos, podía sentir mis latidos al cien por hora, nunca había tenido mi corazón tan acelerado. Dejé de reír y Sam se sentó junto a mí.
—Ok... no voy a negar que fue divertido— dije sin poder evitar esbozar una sonrisa.
—¿Ves? Solo necesitas relajarte.
Miré el cielo sobre mi cabeza, las estrellas formaban constelaciones y la luna reinaba con toda majestuosidad aquella noche, calculé que pasaban de las diez. Unos minutos después, Sam volvió a mirarme.
—Vamos, súbete— se puso de pie señalando su espalda para que me trepara.
—¿Seguro?— pregunté indecisa —¿No estoy muy pesada?
—¿Estás bromeando? No pesas nada. Anda, que la noche es joven— me mordí el labio y me subí en su espalda rodeándole el cuello.
Me llevó más allá de las jardineras, donde los árboles crecían en el perímetro del campus, no muy lejos del gimnasio, caminando a la luz de la luna.
—Me sorprende que nadie te haya invitado al baile— dijo de un de repente, rompiendo el silencio —Con esa carita tuya, varios me han preguntado por ti.
—¿En serio?— sonaba demasiado imposible como para creerlo. No era bonita, solo era la clase de chica a la que podías tener como mejor amiga y hasta ahí, y no lo digo nomás porque sí, varios chicos me han dejado como su amiga por ser buena persona y así, pero nadie se me ha acercado porque creyeran que era bonita, excepto cuando tenía 14: Henry fui el único que se me acercó y empezó a coquetear conmigo en aquella primera clase de inglés. Parecían haber pasado siglos desde aquel día.
—Sí— dijo Sam, recargué mi mentón sobre su cabeza.
—Entonces necesitan lentes— concluí.
—Bueno... uno de ellos sí...— solté una carcajada y él rió también —Pero ese no es el punto.
—¿Y qué me dices tú? No invitaste a nadie, ¿cierto?— pregunté, solo para cambiar de tema.
—Nah— dijo encogiéndose de hombros —En realidad yo no pensaba venir, pero resultó que era esto o cuidar de mis primos.
Me reí un poco mientras él seguía hablando.
—Cambiando de tema— dijo más tranquilo —¿Qué trae ese chico Henry contigo?
Me quedé en blanco. Me mordí la lengua.
—¿Por qué preguntas?
—Porque él también me preguntó por ti. Me preguntaban a mí porque sabían que era yo quien te ayudaba en las mañanas con tus cosas, un día en educación física llegó y preguntó si estabas bien.
—Oh.
—¿Lo conoces?
—Es mi...— la pensé dos veces —Es mi ex novio.
Le conté mi historia. Sam era bueno escuchando, asentía con la cabeza solo para darme a entender que me estaba poniendo atención. Cuando terminé, se quedó callado hasta que volvimos a las jardineras.
—¿Voy por tus muletas?— preguntó bajándome. Me senté en la jardinera y lo miré hacia arriba.
—Si no es mucha molestia...
—Ahora vuelvo— me aseguró dando media vuelta.
Sonreí, seguía sintiendo mi corazón bastante acelerado.
De pronto, sentí un dolor en el pecho, como si algo me estuviera presionando las costillas y me las estuviera clavando. Sentí que no podía respirar. Comenzó a nublárseme la vista, me sentía bastante débil, escuché mi nombre desde la distancia, caí al suelo, y todo se volvió negro.

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Time to let go
RomanceLa vida es una serie de eventos aleatorios. Supongo que la muerte es uno de ellos. Al igual que el resto de mis días contados. ¿Me han roto el corazón? Una pregunta bastante estúpida. Es como si me preguntaran si sé respirar. Dicen que el tiempo a...