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Hacía frío.
   Mi cabeza daba vueltas, todo parecía otra de mis pesadillas. Intenté abrir mis ojos, pero todo siguió estando oscuro.
   Escuché murmullos amortiguados, tan silenciosos que no pude saber lo que decían. Todo era demasiado confuso.
   Abrí los ojos.
Una luz cegadora me encandiló la vista. Me dolía la cabeza y mis recuerdos eran bastante vagos.
—¡Kate!— exclamó mi madre desde el sillón al ver que abría los ojos.
—¿Dónde estoy?— dije en un débil murmullo surcando la estancia con la mirada. Me sentía mareada, como si Medusa me hubiera convertido en piedra y luego des-convertido.
—En el hospital— dijo mi mamá acercándose a mí —Has tenido un infarto— explicó, tragando saliva.
—¿Pero qué...?— no fui capaz de terminar la pregunta, debido a que si lo hubiera hecho probablemente mi madre me hubiera lavado la boca con mucho jabón. La puerta se abrió dejando ver un par de cabecitas conocidas, una morena y la otra rubia, mientras que el chico de ojos azules sonreía desde el marco de la puerta.
—¡Kate!— Blake fue la primera en correr a abrazarme, Lila llegó segunda mientras Sam me miraba desde la puerta. Los tres aún venían vestidos para el baile con la única diferencia de que las chicas se habían quitado las zapatillas y se habían soltado el cabello, debieron haber pasado aquí toda la noche ya que debía ser cerca de medio día por la cantidad de luz que entraba a raudales por la ventana.
—¿Ya te sientes mejor?— preguntó Blake ladeando la cabeza.
—Si no me equivoco eres Blake, ¿a que sí?— bromeé en un murmullo. Esbocé una sonrisa, no quería verme más fatal de lo que ya estaba.
—Tu sentido del humor nunca desaparece— dijo arqueando las cejas.
—Eso es lo de menos...— dijo Lila —Te dije que no te escaparas con nadie sin avisarme.
   Desde la entrada, Sam intentó no reír.
—¿Perdón?— me encogí de hombros con una pequeña sonrisa, era como decir: "¿y... qué quieres que haga?" 
   Lila y Blake empezaron a contarme lo que sucedió en el baile, Sam se acercó hasta llegar a mí y el doctor (o quien supongo que era mi doctor) tocó la puerta antes de dirigirse a mi mamá.
—¿Puedo hablar con usted un segundo?
—Claro— lo siguió al pasillo con nerviosismo.
   Por lo que escuché, Liam se le había declarado a Lila (tipo Romeo y Julieta pero sin la parte de la muerte); David y Blake ya se habían dado su primer beso y Sam...
—Pues... yo solamente las traje a ellas dos en mi auto y nos quedamos aquí toda la noche— resumió lo que básicamente me habían dicho las chicas segundos antes.
—¿Y tus padres?— pregunté, sabiendo que a Lila y a Blake era más probable que las dejaran quedarse conmigo.
—Les dije que una amiga tuvo un accidente y que tuve que ir al hospital. Logré que no se preocuparan demasiado.
   Asentí, no había mucho que decir a fin de cuentas.
—Todos te desean que te recuperes— dijo Blake —Incluso Henry intentó llamarnos.
—Ni yo me lo creo— puse los ojos en blanco —Lo hace por cortesía, en realidad lo le importa... como si no lo conociera.
Lila hizo una mueca y estuvo a punto de decir algo pero mi madre los interrumpió. Tenía los ojos llorosos.
—¿Chicos? ¿Podrían darnos un minuto?
Los tres asintieron, Blake me apretó la mano antes de salir como si dijera "vas a estar bien" aunque tanto ella como yo teníamos un mal presentimiento. Sam me miró a los ojos antes de cerrar la puerta detrás de él.
—¿Ocurre algo, doctor?— no estaba del todo segura de querer conocer la respuesta a esa pregunta pero me arrepentí demasiado tarde.
—Bueno... Kate, el infarto que tuviste ayer es solo un indicio de algo mucho más grande— miró a mi madre quien se limpió las lágrimas de los ojos —Es una enfermedad genética que afecta al corazón principalmente, a estas alturas está demasiado grave, con el tiempo, comenzará a fallar, justo como pasó anoche. Puede llegar a detenerse o simplemente "morir". Debido a tu alta actividad en el voleibol, el hecho de que tu corazón palpite más rápido de alguna manera solo empeora las cosas.
—Pero... se puede curar... ¿no?— me temblaba la voz, el miedo hacía que las palabras se atoraran en mi garganta.
—La única solución ahora, sería un transplante de corazón...— se detuvo, como si le doliera cada vez que leyera la sentencia de muerte de cada uno de sus pacientes —El único problema es que el AB- es un tipo de sangre bastante extraño, sería de encontrar a un donador compatible...
   Dejé de escuchar lo que decía, mis pensamientos iban una y otra vez a mis latidos que resonaban en mis oídos, esperando a que en cualquier momento dejara de sentirlos...
—¿Cuánto tiempo?— pregunté con ojos vidriosos.
—Tres meses.
   Ni siquiera llegaría a cumplir los dieciocho. Solo tres malditos meses... quizá menos...
—Toma— me tendió un pequeño circulito blanco, como una linterna con un foco rojo apagado en medio.
—¿Qué es esto?— pregunté alzando la vista.
—Le llamamos Receptor. Cuando el foco se encienda significa que hay un donador— explicó, dirigiéndome una sonrisa forzada.
—Gracias, doctor— dijo mi madre intentando no llorar. El hombre asintió y salió del cuarto.
   No iba a llorar. No me lo iba a permitir. Cerré los ojos con fuerza, deseando que solo fuera otro de esos sueños patéticos.
—¿Quieres que te deje sola?— preguntó mi madre buscando mi mirada.
—Estoy bien— lo dudaba.
   Afuera, los chicos tocaban la puerta y mi mamá me dirigió una mirada lastimera.
—Déjalos pasar— dije sin mirarla. Forzó una sonrisa, no duró mucho y gritó "pasen" justo antes de que la puerta se abriera con un chirrido, Sam asomó la cabeza.
—Los dejaré solos— dijo mamá.
   El mensaje era claro: «Tienen que hablar». Cerró la puerta detrás de ella, lentamente.
—¿Y Lila y Blake?— le pregunté a Sam antes de que se sentará junto a mí en la camilla. Me incorporé y logré mirarlo a los ojos.
—Hubo un asunto con el hermano de Lila— explicó —Blake se ofreció a acompañarla.
   Bajé la mirada. Tenía que decirle, era mi mejor amigo.
—¿Estás bien?— preguntó rompiendo el silencio.
—Sí— levantó mi mentón con su mano derecha, haciendo que lo mirara a los ojos.
—Sé que no lo estás— dijo mirándome fijamente, una lágrima resbaló por mi mejilla sin poder evitarlo. Me abrazó, más bien me abalancé a sus brazos y él no dudó ni un segundo en abrazarme. Rompí a llorar en su hombro.
   Y todo volvía a derrumbarse...

Time to let goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora