6

28 2 2
                                    

Se acercaba el baile de invierno y Lila y Blake ya tenían todo planeado, y con todo, me refiero a TODO.
A Lila ya la habían invitado, un chico de su clase de historia. Faltaban cinco días y esas dos parecían estarse muriendo de la emoción.
Yo por otro lado, comenzaba a acostumbrarme a las muletas. Sam me ayudaba todas los días, lo cual agradecía mil veces ya que sola probablemente ya me hubiera caído o no hubiera podido cargar mis libros. Aquel chico me alegraba las mañanas con su media sonrisa y sus ojos topacio. Aunque seguía intentando ignorar a Henry y a Megan besuqueándose cuando pasaba por mi casillero después de la segunda hora, intentaba ser optimista; solo quería que mi quitaran aquella maldita cosa del pie.
   Esa tarde, acompañé a ese par de desesperadas a comprar los vestidos, ya que los otros que tenían (y fui testigo de eso) les quedaban pequeños. Y yo, bueno, en los últimos bailes, Blake me había prestado uno de sus vestidos.
   Me convencieron de comprar un vestido para mí (prácticamente hubo unas cuantas amenazas entre las cuales se incluyó un tenedor asesino, larga historia, no pregunten).
   Habíamos ido a una de las tiendas de Main Street y por alguna inexplicable razón, yo fui la primera en probarse las opciones de Lila. 
—Pero no me gusta— me quejé dentro del vestidor.
—Sal para que podamos verte— dijo Blake.
—Ok...— tomé las muletas, abrí la puerta y salí con aquel ridículo vestido rosa que me ajustaba demasiado —¿No había algo más... oscuro?
—Eh... creo que deberíamos ir por una segunda opción— dijo Lila buscando entre los vestidos con tonalidades más oscuras.
—Apúrate que no respiro.
Lila me ofreció un vestido azul marino sin mangas con un cinturón marrón alrededor de la cintura, debía admitir que era bonito... a diferencia del rosa.
   Entré al vestidor y me quité el vestido con el alivio de volver a respirar con normalidad (¡Aleluya!). El azul me gustaba, los pliegues debajo de la cintura, el color y el cinturón, además, me quedaba bien.
   Salí del vestidor, Blake sonrió y Lila examinó la prenda.
—Ese me gusta— comentó Blake —Perfecto.
—¿Ya? ¿Me lo puedo quitar?
—Sí— asintió Lila —Se te ve bastante bien.
   Di media vuelta y me regresé al vestidor para poder volver a sentir la comodidad de mi ropa. De mí siguió Blake, con un vestido de falda roja un poco más corta que el mío, en la parte de arriba de la cintura, era de un color crema con encaje. Se miraba bastante bien.
—David va a babear toda la noche— bromeé.
—Oh, cállate— Blake me lanzó su suéter, que esquivé fácilmente entre risas.
   Con Lila fue más difícil. El primero que se midió era un sencillo vestido violeta de espalda abierta, le quedaba demasiado corto, y era la única talla. El segundo era un blanco con un moño rosa alrededor de la cintura, ella dijo que la hacía parecer regalo por el tamaño del moño. El tercero, (a mí y a Blake nos gustó ese pero a Lila definitivamente no) era de un color caramelo, la falda más larga de atrás que de enfrente, su excusa fue que la hacía lucir gorda. El cuarto (media hora en encontrar el cuarto) era amarillo, no le gustó el color. Y al final, quedó indecisa entre el quinto y el sexto.
—¿Este o este?— preguntó con un vestido en cada mano.
   El de la derecha era de rosa pastel con tirantes y cuello de corazón. El de la izquierda, un violeta oscuro (yo creí que era guinda pero ella dijo que era morado oscuro) le llegaba poco arriba de las rodillas, con varios pliegues que cubrían la parte de las caderas y un pequeño moño negro.
—El guinda— dijimos Blake y yo al mismo tiempo.
—Es morado— nos corrigió Lila con una mueca.
—Yo lo veo guinda— dijo Blake.
—Es morado— insistió Lila.
—Como sea— dije —El que es más oscuro.
   Después de un par de bromas sobre el color del vestido (yo soy inocente), fuimos a comer en casa de Lila. Su hermano mayor Marcus coqueteó con Blake y conmigo y se ofreció a ayudarme a subir las escaleras de la entrada (era guapo, un punto a su favor), además, de las tres yo era la única completamente soltera (jeje).
Su madre nos ofreció estofado y ensalada, después de zamparnos dicho festín, el muy caballeroso de Marcus (otro punto a favor) me ayudó a cargar las muletas mientras subía dando brincos por las escaleras apoyada en él ya que me negué a que me cargara.
—Insisto— dijo Blake viendo cómo Marcus bajaba las escaleras —tu hermano es bastante guapo, Lila.
—Tienes novio— dijo ella a la defensiva.
—Yo no— sonreí.
—Buen punto— dijo Blake.
Lila empezó a protestar, diciendo que su hermano no era una "buena opción", alegamos por un buen rato.
Después, Blake y yo tuvimos que irnos. Bajé las escaleras con su ayuda, Marcus estaba abajo y nos lanzó una miradita.
—¿Ya se van?— preguntó.
—Sip— respondió Lila antes de que una de las dos pudiera responder.
—Qué lástima— dijo el chico esbozando una media sonrisa.
—Adiós— dije riéndome de las caras que Lila le hacía a su hermano. Blake también se despidió y Marcus nos guiñó un ojo.
—No le hagan caso— dijo Lila abriendo la puerta para que Blake pudiera salir, su padre la esperaba afuera —Bye.
Mi departamento no estaba muy lejos pero con un tobillo lastimado parecía estar a kilómetros de distancia, llamé a mamá solo para ver si podía pasar por mí, sino, tendría que irme a pie.
Y no quería irme a pie. Menos cuando solo tenía un pie sano.
Cinco minutos después, mi mamá estaba afuera, lo cual era para mí un milagro.
Me despedí de Lila y de su madre (y obviamente de Marcus, debía ser amable). En el camino, comenzó a llover, las gotas recorrían las ventanas y formaban charcos en las calles, mientras miraba a través de la ventana el agua caer. Le di vueltas al anillo en mi dedo índice, era algo así como un hábito hacer eso cada vez que me daban ansias. No hablamos mucho en el camino, solo las clásicas preguntas, ¿cómo te fue?, ¿qué tanto hicieron?, ¿cómo está la mamá de Lila?, cosas así.
Al llegar al departamento, después de tomar el ascensor, llegué a mi cuarto y me tiré en la cama dejando la bolsa donde llevaba el vestido en el suelo. Estaba cansada y los párpados empezaban a cerrárseme.

Esa noche, soñé con Henry, lo cual arruinó toda mi existencia.
Él me buscaba, estaba en un gran bosque rodeado de enormes arces, los más altos llegaban a medir cerca de unos 20 metros. Corría, escapando de él entre risas, como si solo fuera un juego de escondidas. No había estrellas, en cambio, había cientos de luciérnagas por todas partes. El sueño estaba borroso, todo se difuminaba con un montón de sombras.
Seguí corriendo, gritándole de vez en cuando "Alcánzame" aunque sabía que nunca lo haría, su silueta se fundió en sombras y los árboles desaparecieron, y yo junto con ellos. Todo se tornó negro.

Desperté viendo el techo, esperando a que este desapareciera también.
Me levanté tomé las muletas y a abrí la ventana para luego salir por ella. Subí por las escaleras de incendios, otra vez, tenía que salir.
Estaba amaneciendo, el sol teñía de diversos colores el cielo cuyas tonalidades oscuras se difuminaban con la luz. Me senté en el borde, deseando sacarlo de mi cabeza, pero en las noches, cuando lograba consolidar el sueño, siempre volvía. Él y sus estúpidos ojos avellana.
Invadía mis sueños.
Y no había nadie quien lo detuviera.

Time to let goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora