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   Salí del hospital un par de días después con una dieta estricta y con la advertencia de no hacer nada que hiciera que me acelerara. Lo cual era bastante complicado, no más voleibol, no más carreras con Blake o Alessia, no más conciertos, no más deportes extremos, no más competencias... no más diversión en sí.
   Las chicas y Sam me visitaban en mi apartamento, hablábamos de la escuela, los exámenes, las estupideces de Henry (disfrutaba ese tema)... cosas así.
   Después de clases me tocaba entrenamiento, yo quería ir, pero obviamente no podía. Ah, el querer-pero-no-poder de las cosas. Así que después de clases, me quedaba en el oxidado y viejo columpio del parque, pensando de todo pero a la vez de nada (no tengo idea de cómo demonios es eso posible), balanceándome levemente con las muletas recargadas sobre el tubo a mi derecha y sin quitarle la vista al césped debajo de mí como si de repente se hubiera transformado en la cosa más interesante a mi alrededor. ¡Pero qué cosa tan rara y verdosa! Comenzaba a preguntarme qué rayos me pasaba.
—Hey— escuché a alguien frente a mí e instintivamente alcé la vista con curiosidad, como una niña pequeña.
El chico de ojos azules me sonrió con las manos en los bolsillos.
—Sam— dije sorprendida —¿Cómo me encontraste?
—Lila dijo que estarías aquí— se acercó para luego sentarse en el columpio al lado mío —Dijo que te vendría bien una cara amistosa.
   Traducción: cuando Lila dice cara amistosa se refiere a un chico con el que probablemente te puedas besar para alegrarte el día. Vaya, gracias, en serio lo aprecio Lila... pero no era necesario, para nada.
   Le sonreí aunque luego aparté la mirada. Sam les había contado la situación a Lila y a Blake cuando yo aún estaba en el hospital, lo cual no me molestó porque no soportaría ver sus rostros, sus miradas lastimeras, eso solo me deprimiría probablemente.
Sam miró hacia donde mis ojos se detuvieron. Donde un montón de niños trepaban el enorme árbol que reinaba el centro del parque, subiendo y brincando por las ramas felizmente, era algo que a mí me gustaba hacer cuando era pequeña.
—¿Has pensado en... tú sabes, lo que hay después de la muerte?— pregunté inocentemente.
—Kate...— empezó a decir Sam negando con la cabeza, era una pregunta delicada.
—Solo es una pregunta— lo interrumpí, sabiendo que no era sólo una simple pregunta cualquiera que dos adolescentes se harían en un par de columpios oxidados en medio del parque donde los niños trepaban árboles y aquella extraña cosa verdosa (también conocida como césped) crecía bajo los pies de la chica que tenía esperanza de encontrar lo que en realidad no había.
—Pues... no— admitió encogiéndose de hombros después de pensar un momento en si responder o cambiar de tema —Pero me imagino que ha de haber tal vez un jardín, un lugar bastante agradable, un montón de nubes... algo así, ¿no crees?
—Sí— respondí pensativa, mordiéndome el labio hasta que el sabor metálico de la sangre llegó a mi paladar. Me columpié, adelante, atrás, adelante, atrás, adelante, atrás... nada de lo que pudiera decirme Sam me ayudaría a sentirme mejor.
   Y eso tampoco ayudaba a sentirme mejor. 
—Oye, no te sientas mal, todo va a estar bien— dijo mientras yo seguía sin entender como con tan solo mirarme podía saber si estaba bien o si no —Te lo prometo.
—No puedes prometer tal cosa— murmuré mirando de nuevo el suelo.
—Muy tarde.
   No pude evitar sonreír débilmente por un segundo. Me estaba prometiendo algo que en realidad no estaba en sus manos...
—Deberíamos irnos, se está haciendo tarde— dije estirando el brazo hacia las muletas para luego levantarme con ayuda de Sam, su pie se enredó con algunas raíces, tropezó al querer caminar y por poco cae encima de mí.
—Cuidado, no te vayas a matar— dije entre risitas tomándolo del brazo para que no se diera en toda la cara y seguimos caminando en silencio.
   Promesas... siempre había una que otra promesa.

—Me voy mañana en la noche— declaró Blake metiéndose una galleta oreo a la boca.
—¿Cuántos días vas a estar fuera?— pregunté viendo cómo se devoraba las galletas.
—Es solo una semana— se encogió de hombros como si no fuera relevante en lo absoluto.
   La cafetería estaba atestada de personas, siempre lo estaba pero parecía que hoy más que ningún otro día.
   Los días pasaban y en la escuela las cosas no cambiaban para nada, yo intentaba parecer en lo que cabe a ser normal pero en el fondo sabía que no era así, Lila y Blake evadían el tema o al menos lo intentaban al igual que Sam, pero al pasar los días seguía sin haber ningún donador. Había días en los que me sentía tan mal en los que faltaba a la escuela ya que no soportaba el dolor de cabeza o simplemente sentía que me punzaba todo.
—Tierra a Kate, cambio— dijo Lila pasando su mano frente a mí —¿Hola?
—Perdón, me distraje— dije volviendo a la realidad.
—Alguien está muy distraída últimamente— dijo Blake recargándose sobre su codo, arqueando las cejas, mirando hacia donde yo miraba (en realidad a ninguna parte en específico pero supongo que eso significaba algo para ella) —¿Has estado dibujando?
—Emmm...— el tenedor resbaló de entre mis dedos y el plástico cayó al suelo con un ligero estruendo, ¿en qué demonios tengo la cabeza? —Nop.
—¿No?— preguntó Lila tan sorprendida que incluso se le cayó la manzana de la mano, la atrapé por suerte.
—Wow, eso es bueno... ¿verdad?
—Eso quiero pensar— admití. Cambié de tema, empezamos a hablar del viaje de Blake, quería hablar de cualquier cosa menos del hecho de que había dejado de dibujar de un de repente, mis sueños habían desaparecido o al menos eso pensaba, todo había... cambiado.
Sonó el timbre y me apoyé en las muletas, caminé por los pasillos hacia mi casillero por mis cuadernos mientras Megan pasaba por ahí y "sin querer" me dio un empujón que hizo que me tambaleara haciendo que por poco cayera de no ser porque Henry me sujetó. Y puedo jurar que por un momento (antes de que le mirara la cara claro) creí que era Sam, pero al ver la maraña rubia y los ojos avellana hice una mueca.
—Ay, lo siento, Kate— dijo Megan con falsa simpatía. «Maldita» pensé.
—¿Estás bien?— preguntó Henry cuando Megan nos dio la espalda y me aparté de él bruscamente.
—Gracias, pero puedo cuidarme sola— declaré cerrando el casillero y encaminándome hacia la clase de historia si nada más que decir. Me mordí el labio y maldije en silencio por haber sentido mariposas.

Fue un miércoles cuando Blake se despidió de nosotras.
Un par de días después me deshice de las muletas, se sentía bastante bien volver a caminar con normalidad después de haber tenido por lo que sentía que fueron siglos un pie fuera de servicio.
Normalmente después de las clases me iba al parque sabiendo que mi madre no llegaría del trabajo hasta las cuatro. A Sam le gustaba acompañarme ya que él tampoco tenía mucho que hacer, nos quedábamos en aquellos columpios oxidados por un rato, yo me columpiaba lo más alto que podía y Sam intentaba alcanzarme (siempre lo lograba pero en realidad no me importaba), aquel chico siempre conseguía tropezarse con algo y yo no podía hacer mucho a excepción de reírme mientras él juraba que había sucedido algo con la gravedad solo para hacerme reír.
Uno de esos días en la cafetería, Sam se sentó conmigo y Lila (ella le insistió). No dejaba de toquetearse sus mechones rubios como si estuviera desesperada.
—Ya pasó una semana— dijo... desesperada, golpeando la mesa y sin querer derramando el jugo de Sam —Debió de haber vuelto ayer.
—Seguramente había mucho tráfico o algo por el estilo— dije —Quizás llegue mañana.
—Quizás— masculló Lila.
—Solo hay que tener paciencia— le insistió Sam por millonésima vez en el día. Lila lo miró por un momento y luego volvió a prestarle atención a la comida sobre su bandeja donde había cuatro semillas de la naranja que ella comía; cuatro semillas, una para cada quien. La más pequeña era yo, la más grande era Sam, la más alejada de las otras tres era Blake y la última era Lila. Me quedé pensando por un momento mientras le daba pequeñas probadas a mi ensalada.
Lila tomó una de las galletas de la fortuna que la cocinera había dejado en el mostrador, la abrió y sacó el papelito que había dentro para luego leerlo en voz alta.
—"La soledad está en tu destino al igual que el éxito". Me agrada lo del éxito— musitó.
—Me toca— alargué la mano hacia otra de las galletas y leí el papelito —"Eres una persona esperando por el amor indicado"— me reí —Es ridículo pensar que tu destino depende de una galleta con un papel que puede decir cualquier cosa.
—Mi turno— dijo Sam abriendo la galleta —"El corazón tiene la respuesta, solo es de escuchar".
—Que cursi— dijo Lila haciendo bolita el papel entre sus manos.
Sonó el timbre y aparté la mirada de la cafetería antes de que pudiera volverme a encontrar con aquellos ojos avellana que empezaba a odiar. Yay...

Lila y yo habíamos intentado llamar a Blake en las dos ultimas horas, estábamos tan preocupadas que había sentido el corazón en la garganta cuando mi teléfono sonó a mitad de la noche. Era la madre de Blake.
—¿Kate?— la voz de la mujer temblaba, contesté, aquella conversación hizo que sintiera que me faltaba el aliento lo cual era probable, por un momento dejé de respirar. Capté algunas palabras de lo que la señora Adams me dijo sollozando.
Llamé a mi mamá, la desperté, al verme llorar a mares prendió la lámpara más cercana.
—¿Qué pasó, cariño?
—Es Blake... hubo... hubo un accidente... y... y...— tartamudeé entre lágrimas —Murió.

Time to let goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora