No pude evitarlo, volví a dibujar.
Era algo así como un impulso, una ansiedad que me daba cuando sentía que todo se venía abajo. Dibujaba lo que veía y lo que sentía, pero nunca era suficiente.
Blake lo sabía, Lila intentaba entender pero era difícil, incluso para mí.
Y pasó el tiempo; un mes, dos, seis, diez, un año...
Ese bastardo se había metido muy profundo en mi cabeza, no volvimos a hablar, lo cual era una pequeña ayuda por así decirlo. Cerraba mi casillero con fuerza todas las mañanas como si el azote de la puertecita metálica me distrajera. Me ponía los audífonos en las mañanas, el rock sonaba a todo volumen e intentaba concentrarme en la letra en lugar de cualquier otra cosa que pasara a mi alrededor.
Lo cual era difícil dependiendo del día de la semana y de la hora del día.
Insisto, me daban náuseas viéndolos haciendo... eso.
Llegó el otoño, a casi dos años de haber roto con él, estaba harta de sentir mi corazón roto al verlo con Megan. Y sí, lo sé, como si no me hubiera repetido un millón de veces lo mismo, una y otra vez: Es un estúpido, déjalo ir.
Pero no podía.
Y esas tres palabras me arruinaban el día, todos los días, durante casi dos años...Su nombre era Sam Miller. El chico nuevo en mi clase de química. Eran mediados de octubre y no podía esperar a las vacaciones navideñas.
El profesor Harper hacía de la clase de química una de las clases más eternas de la existencia escolar. Y eso era mucho decir.
El chico tocó la puerta del aula vacilante, era alto y se le notaba esbelto debajo de la sudadera, cabello castaño rizado y ojos azules, se le notaba tímido de aquí a veinte cuadras.
—Pase— indicó el profesor Harper sin mirar al chico siquiera. Yo estaba absorta en un pequeño boceto que había hecho en la última página del cuaderno de química, estaba aburrida, ¿qué querían que hiciera?
El chico de los ojos azules entró tendiéndole un papel al profesor, quien tomó la hoja leyéndola entre dientes.
—De acuerdo, señor Trillen...
—Miller— le corrigió el chico.
—Como sea,— dijo el maestro sin darle importancia con un ademán —soy el profesor Harper de química avanzada, únase a la señorita McAfee allá atrás, será su nueva compañera de laboratorio.
La pluma se detuvo antes de poder terminar la nariz del elefante.
«Ay no es cierto»
Se sentó junto a mí a una distancia respetable. Cerré el cuaderno y dejé la pluma a un lado del libro. Yo había trabajado bastante bien sin un compañero de laboratorio hasta el momento aunque... él no se veía que fuera un mal chico, pero aún así, no me sorprendió mucho que me pusieran con él.
El profe inició la clase con la reacción del ácido y los metales, dejándonos unos tubos de ensayo con un líquido amarillento sobre la mesa de trabajo. Empezó a explicar con voz potente y firme mientras tomaba rápidas notas con mis garabatos en mi cuaderno.
A mitad de la explicación, maldije en silencio debido a que la pluma había dejado de rayar. Me había acabado la tinta.
Otra vez.
—Ummm... ¿no tendrás una pluma o un lápiz que me puedas prestar?— le pregunté a mi compañero quien salió de alguna especie de trance para ponerme atención y mirarme con aquellos ojos topacio.
—¿Huh?— preguntó confundido por un momento —Ah, sí claro.
Me tendió una pluma de tinta azul tímidamente, la tomé con una pequeña sonrisa surcando mis labios.
—Gracias. Soy Kate por cierto.
—Soy Sam— no pude evitar notar que tenía una linda sonrisa, además tenía bonitos ojos...
—Con mucho cuidado,— dijo el maestro pasando entre las filas —viertan pequeñas gotas del ácido sobre la lámina de metal.
Sam y yo alargamos nuestras manos hacia el tubo de ensayo al mismo tiempo. Nuestros dedos se cruzaron, los míos estaban fríos a diferencia de los de él. Su mano era grande, la mía diminuta, apartó su mano de la mía y yo tomé el tubo vacilante. Me mordí el labio inferior.
Vertí un par de gotas sobre la lámina mientras Sam la sostenía firmemente. Empezamos a anotar lo que veíamos, me gustaba la pluma de Sam, me encantaban las de gel.
No podía presumir de letra bonita, pero puedo decir que al menos podía entenderle a mis jeroglíficos o lo que sea que sean y/o parecieran.
La mesa se tambaleó y el tubo de ensayo vacío se precipitó hacia el borde y cayó, lo atrapé antes de que lograra romperse.
—Tienes buenos reflejos— señaló Sam, un poco asombrado.
—Gracias— dejé el tubo de vidrio en su lugar antes de que pudiera volverse a caer.
—Lo siento— se disculpó —Soy demasiado torpe.
—No te preocupes— le dirigí una débil sonrisa mientras seguía apuntando acompañado de un pequeño dibujo para explicar mejor lo que se suponía que decía el texto que había escrito a modo de conclusión. (Por si el maestro no entendía, he ahí una ilustración, ya no tenía excusa para bajarme un punto o yo que iba a saber).
El timbre marcó el fin de la clase. Limpiamos las mesas para después comenzar a salir rápidamente antes de que el profesor Harper nos dejara alguna tarea.
Sam y yo nos cruzamos en la entrada, con un ademán, me indicó que pasara primero, le agradecí con una pequeña sonrisa.
—¡Tu pluma!— lo recordé en el último segundo antes de seguir caminando por el pasillo.
—Oh, cierto— se la tendí y él la tomó sin mirarme.
—Gracias— dije alejándome.
El resto del día, estuve de un lado a otro recorriendo todo el colegio. Me había apuntado en clases extras para ver si así lograba una beca para la universidad, eso solo complicó mis horarios un poco.
Bueno... más que solo un poco.
Lila decía que dejara de preocuparme, que seguro me darían la beca. Pero yo no están cien por ciento segura de eso. Así que lo me quise arriesgar.
Me había metido a artística y escultura, cosas así, me gustaba, no había mucho de que quejarme a excepción de los horarios.
Me estaban volviendo loca.
Al igual que cierta parejita...Sam hacía que la clase de química pareciera menos aburrida.
A veces, cuando teníamos suerte, el profesor nos daba cinco minutos "libres" se podría decir. Hablábamos un poco, por lo que pude saber, él se había mudado de California por el trabajo de sus padres, era hijo único y por lo que pude notar, era algo torpe.
No me importó mucho su torpeza hasta uno de esos días cualquiera, iba entrando al laboratorio de química al mismo tiempo en el que Sam iba saliendo.
Chocamos en la entrada, derramando el café que él llevaba en la mano sobre mí, estuve a punto de gritar pero solo me mordí el labio.
—Kate, no era mi intención— dijo intentando limpiarme la blusa con su sudadera.
—No te preocupes... fue un accidente.
—¿Te quema?— preguntó viendo qué podía hacer.
—Un poco— admití haciendo una mueca y mordiéndome el labio otra vez.
—Deberías ir a limpiarte— dijo con una pequeña mueca.
—Sí— le ofrecí su sudadera para que la tomara de vuelta aunque él la rechazó con un ademán.
—No, quédatela. Es por haberte tirado el café encima.
—No, yo no...
—No, en serio, tómala— me dirigió una media sonrisa.
—Gracias— nuestras miradas se encontraron aunque él la apartó con timidez —Voy a... limpiarme.
—Sí, yo...— retrocedió, dándose en la pierna con la mesa —Voy a mi lugar.
Sonrió avergonzado. Fui al baño antes de que el maestro entrara al laboratorio o algo. Mi blusa estaba mojada totalmente, afortunadamente la que tenía debajo no estaba tan mojada, desafortunadamente era de tirantes, no pensaba morirme de frío. Observé el suéter en mis manos, de mis labios asomó una sonrisa.
Me quité la blusa mojada y me pude encima la sudadera. Hice bola la blusa empapada y salí corriendo del baño llegando justo a tiempo a la clase.
Sam alejó el vaso con lo que quedaba del café de mí, solo por las moscas.
Las mangas de la sudadera me cubrían las manos, estaba calentita, me quedaba grande, era como estar en brazos de alguien. Era sentirse segura.

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Time to let go
RomanceLa vida es una serie de eventos aleatorios. Supongo que la muerte es uno de ellos. Al igual que el resto de mis días contados. ¿Me han roto el corazón? Una pregunta bastante estúpida. Es como si me preguntaran si sé respirar. Dicen que el tiempo a...