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   Dejé de dibujar pasados los seis meses. Lo cual era algo bueno, creo.
Llegaron las vacaciones de verano, la playa, el sol, el calor...
—Los chicos— dijo Lila soñadora jugando con un mechón de su cabello rubio.
—¿En serio, Lila?— preguntó Blake poniéndose los lentes de sol.
—¿Qué? No es mi culpa no tener novio. No como otras.
Habíamos ido de compras... más bien me habían llevado de compras.
Blake había empezado a salir con David hace tres semanas, habían ido al cine, de picnic, una que otra fiesta y al baile de fin de año. Teníamos planeado ir las tres a la playa el sábado, Lila había insistido (durante cinco días, nuevo récord) en ir de compras para ir a comprarme ropa más... "a la moda".
—No vestidos, ni faldas— le aclaré cuando Blake me mostró un vestido sin mangas de color turquesa. Ella hizo una mueca y volvió al estante; mientras ella y Lila buscaban algo, me miré en el espejo frente a mí, ¿qué tenían de malo mis shorts, la sencilla blusa blanca y mis Converse? La verdad que yo no le veía nada de malo.
—¿Qué tal esto?— Lila salió detrás del estante con un traje de baño violeta en la mano —Para el sábado.
—Ummm... nah.
No quería enseñar demasiado.
—¿Y esto?— con la otra mano, me enseñó unos jeans rasgados oscuros.
—No están mal— admití.
—Ahora el problema será encontrar doble cero a ver si así te queda— bromeó sujetando el gancho de la ropa.
Estuvimos ahí cerca de una hora, la mitad de eso estuvimos jugando con los zapatos, probándonos los tacones más altos que pudimos encontrar y usando los zapatos más ridículos y coloridos. Los lentes de sol fueron lo único que puedo decir que yo los escogí.
Eran bonitos, hasta Lila lo admitió.
De vuelta en casa, descubrí que mi mamá había tenido una urgencia en el trabajo por lo que volví a subir al tejado. Como cada noche.
Se había vuelto un hábito.
—¿Otra vez aquí, Kate?
Había una chica morena, ojos castaños, con mechones azules que recorrían su cabello oscuro. Era mi vecina, Alessia, se había vuelto también un hábito verla ahí arriba conmigo.
—Es una costumbre.
—No lo creo— dijo Alessia cruzada de brazos —Aún no lo olvidas, ¿cierto?
Negué con la cabeza y miré el suelo.
—Lo miré hoy— admití en un murmullo —Él estaba en la tienda, lo vi cuando fui a ver los lentes de sol.
Era cierto, lo había visto en el reflejo de los lentes, y cuando volteé, fue como si no supiera quién era. Por un momento, me miró a los ojos, me miró como a una desconocida.
No dibujaría, aunque quisiera, debía resistir las ansias, aprender a controlarlas.
Alessia hizo una mueca.
—Ya pasará, ya verás, nada es para siempre.
Eso quiero creer.

En la escuela, los besos se hacían más seguidos. Me daban arcadas con tan solo cerrar mi casillero y verlos ahí. Pero qué asco.
Nota: en todo aquel tiempo en el que anduve con Henry, solo había habido cerca de cinco besos. Y no eran tan... tan... así.
Me alejaba en cuanto podía, medio caminando medio corriendo. En lo que Blake llamaba "caminata-rápida-para-huir-sin-que-se-den-cuenta", funcionaba bastante bien de hecho.
En la cafetería, me había tocado varias veces pararme junto a Henry en la fila para comer. Una de esas veces, el muy idiota se atrevió a hablarme.
—Hola, Kate— me dirigió una sonrisa forzada, intentando mirarme a los ojos. No le di el placer.
—Hola— seguí mirando la comida, no había desayunado y me moría por aquel trozo de pastel. Era uno de esos días en los que la cocinera estaba de buen humor, había galletas en una bandeja, y hablo de buenas galletas. Yum-yum.
—¿Cómo has estado?— hizo la pregunta como si hubiera querido conversar conmigo como si nada hubiera pasado. Jaja... nop.
—Bien— era la clásica respuesta, ¿qué esperaba? —¿Y tú?
Eso solo era por cortesía.
—Pues bien— tomó una de las galletas de la bandeja vacilante —¿De qué son?
—Nuez, huele hasta acá y ahí se ven las nueces— señalé los puntitos marrones en la galleta.
—Cierto, pero que tonto.
«No tienes ni idea...» pensé para mis adentros.
Tomé la bandeja y me encaminé hacia mi mesa donde Blake y Lila me esperaban.
—Oye, espera— Henry me detuvo antes de poder dar un paso más.
—¿Qué?— la pregunta sonó un poco más brusca de lo que en realidad me esperaba.
—¿Crees... crees que puedas perdonarme? ¿Podrías al menos perdonarme?— pidió mirándome con aquellos ojos avellana. Amaba sus ojos, la forma en que el verde se mezclaba con el color chocolate... simplemente me traían muchos recuerdos.
—¿Tengo razones?— lo miré desde abajo, frunció los labios y el silencio respondió por él —Eso pensé— murmuré.
«Aléjate de mí, Henry, no lo hagas más difícil»
Me alejé, con paso firme, ocultando las lágrimas que se resistían a mis impulsos.
Siempre volvía a derrumbarme.

Time to let goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora