¿Dije cita?

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El tiempo había seguido su curso, tranquilo y silencioso. 

Había pasado una semana desde que Emilie decidió herirme por el simple hecho de enamorar involuntariamente y sin ser consciente de ese hecho a mi mejor amigo. Una semana desde que descubrí que el corazón de Alex me pertenecía. Una semana desde que le confié cada temor e inseguridad a Louis, acompañados por lágrimas de impotencia. 

No podía mentir, ni a Louis, ni a Alex, ni a mi misma. El tema "Emilie" me afectaba más de lo que deseaba. Y mi principal preocupación era esa. el tiempo. 

Ver como los días pasaban, y el problema que en un principio creí, tendría solución, se agrandaba más a cada segundo, a la vez que nosotros nos volvíamos más ajenos a él. 

No era capaz de aceptar que una amistad de toda la vida hubiera volado perdida tan solo por un chico. No restaba importancia a los sentimientos de Alex, tan solo estaba dolida. Dolida porque pensé que nuestra relanción era más fuerte que eso. Dolida porque creí en los "Para siempre" que ella prometió. Dolida por saber que se había acabado. 

En casa las cosas tampoco habían sido fáciles. Mis padres había decidido marcharse por unas semanas a visitar a mi hermano mayor a Madrid, dejándome bajo supervisión de mi hermano Jorge, que podía igualarse con vivir sola. 

No negaría la comodidad de la independencia que el me ofrecía, pero jamás me ví a mi misma cocinando planchando y fregando a los 17 años. 

Louis había desaparecido del mapa, asuntos a los que yo no estaba invitada a conocer, sobre su vida en la alta cima de la escalera social. Demasiados peldaños por encima de donde yo me encontraba como para seguirle el rastro. 

Prefería no debatir el tema. Quedaban dos semanas de curso, todos los pensamientos se hallaban disparados en mi mente. Debía lidiar con todo, pero lo más importante en aquel momento eran los exámenes. Llevaba toda una semana centrándome en memorizar cada frase de los malditos libros de literatura álgebra química biología e historia, pero siempre hallaba una distracción. 

O bien mi mente volaba lejos sobre algún pensamiento referido a Emilie, o me perdía en mi propia imaginación deleitándome al recrear escenas junto a Louis...no aptas para toda clase de público. 

Si algo tenía claro, era que necesitaba una ayuda que en aquel momento poca gente me podía prestar. Esa era la razón principal por la que había recurrido a Alex, si bien el chico no era un genio en el campo intelectual, su disciplina ante el estudio destacaba sobre muchas otras. Y cualquier ayuda era mejor que nada

Mordí mis uñas con impaciencia, de nuevo recorriendo mi habitación en grandes zancadas bañadas en nerviosismo. Mis ojos volaron ágiles posándose sobre el reloj. Las 7:20. Juraba matarlo cuando llegara. 

Llevaba 20 minutos maldiciendo en silencio la tardanza de mi amigo, los libros de texto se alzaban frente a mí, mi voluntad se negaba a dejar caer mi peso sobre la silla y comenzar con la concentración, no sin mi compañero de estudio.

El timbre de la puerta vibro resonando fuertemente en toda la estancia. Mis pasos, impulsados por la ira contenida, corrieron al encuentro del pomo, agarrándolo con fuerza dando paso a un calmado Alex cargando una pequeña mochila.

- Llegas tarde - reproche frunciendo mi ceño notablemente - muy tarde - recalqué esperando sus disculpas ansiosamente

- Me encontré con Emilie - admitió manteniendo la indiferencia en su expresión. Algo se rompió en mi interior al escuchar su nombre, siendo consciente de como mi piel palidecía en cuestión de segundos.

- Pasa - ordenó mi voz, bañada en notable incredulidad.

Su cuerpo finalmente atravesó el umbral de la puerta, dándome la oportunidad de cerrarla, otorgándonos intimidad.

¿Amor?, imposible...(Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora