Debajo de la tela

837 39 29
                                    

Recogí mi cabello antes de introducir mi cuerpo en la bañera, evitando así estropear lo que el día anterior habían sido horas de trabajo. 

Algo en mi interior revoloteaba nervioso, impaciente ante una sola idea. 

Al fín, conocería a los chicos. Si, aquellos que habían formado parte del sueño cumplido de Louis, pieza clave para arrastrarlo a donde se encontraba ahora.

Había oído hablar miles de veces sobre ellos, ya no por medios de comunicación o reportajes plasmados en revistas baratas, de los propios labios de Louis había escuchado maravillas acerca de aquellos cuatro chicos que se había convertido en sus mejores amigos, ganándose su confianza en a penas un suspiro. Y ese era el verdadero motivo de mi nerviosismo, conocer a personas que tanto significaban para Louis, corroborar que tan bien podía llegar a caerles, temer por no hacerlo, porque no encajar con ellos supondría no encajar con una parte importante de la vida de Louis. 

Envolví mi cuerpo en una toalla, eliminando todo pensamiento de mi mente por unos segundos, centrándome en cubrir de nuevo mi desnudez

Rebusqué entre las prendas de ropa que descansaban desordenadas dentro de la maleta, tomando entre mis finos dedos el vestido de seda negra.

El vestido que me llevaría directa a la gloria, o lo que al menos en mi mente eran un sin fin de miradas furtivas. Si, no era ningún secreto que en ese instante, en ese preciso día, deseaba toda la atención posible sobre mí. Más que por el simple hecho de ser observada, moría por demostrarle a Louis que yo también podía estar a la altura. O más que a Louis, deseaba demostrármelo a mi misma. Probar infiltrarme en aquel mundo por unos minutos. Relamer mis labios al comprobar el orgullo cristalizado sobre los ojos de Louis.

Agarré la plancha de pelo, probando crear pequeñas hondas ya al final de mi melena castaña.

Encajé los tacones de aguja en mis tobillos, alzándome sobre ellos victoriosa. Mantener el equilibrio sobre ellos no fue tarea difícil. No acostumbrara a lucir tacones excesivamente altos, eso debía agradecérselo a mi descomunal altura -nótese la ironía-

Caminé de vuelta hacia el cuarto de baño, alzando mi rostro con firmeza. Tomando de nuevo entre mis manos lo que podría considerarse una bolsa de aseo, que debido al tiempo y el desgaste de su tela, desgarrada y ennegrecida, algunos confundían con una bolsa de zapatos.

Pero me rehusaba a deshacerme de esa preciada pertenencia cuyo valor sentimental aún humedecía mis pupilas ante su recuerdo.

Extraje de ella varios botes de cerámica, repletos de maquillaje. Alguno que ni siquiera recordaba haber comprado, algunos para los cuales aún no había descifrado su uso.

Tomé la brocha deteniéndome un segundo ante les espejo

Admirando mi reflejo en silencio, pronunciando la intensidad de mi mirada sobre mis propios ojos. Asegurándome estar preparada para continuar, buscando cualquier ápice de duda o inseguridad sin éxito alguno.

No había vuelta atrás, ya no.

Unos nudillos golpearon la puerta con consistencia segundos después de dar por finalizada mi preparación.

Quede inmóvil, conociendo quien aguardaba tras esa puerta. Imaginando las mil maneras por las que podría ir y retirar la madera de la puerta dando paso a su rostro, aún paralizada en la misma posición.

Un nuevo golpe retumbó en mis oídos. Toda la seguridad que una primera vez había marcado sus pasos, ahora se había evaporado, convirtiendo el golpe en un titubeo inseguro.

Algo en el modo en que su voz susurro un "¿hola?" indeciso, incluso podría jurar, temeroso, me hizo reaccionar, corriendo a abrir la puerta.

Ahí estaba él, Niall Horan. Sus labios se tensaban en dos perfectas lineas curvadas hacia uno de sus lados, probando dedicarme un pequeña sonrisa nerviosa. Sus intensos ojos azules me observaban cautelosamente, asegurándose haber aporreado la puerta correcta, mientras que el silencio iba devorando los segundos lentamente.

¿Amor?, imposible...(Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora