Demasiado tiempo sin decirte...

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Desperté sobresaltada por el amargante y desconsolador pitido de mi despertador, ignorandolo para volver a remolonear entre la seda de las sabanas. El calor atrapado bajo el edredon, envolviendo mi cuerpo, relajaba cada uno de mis sentidos, robando la poca voluntad a la que se aferraban mis parpados en un intento de abrirse.

- Marta, ¡¿NO ESCUCHASTE EL DESPERTADOR!?, ¡ya son las siete y diez!, ¡levantate o no llegaras al instituto! - Vocifero mi madre abasallando mi habitación para levantar las persianas sin ningun tipo de contemplación, sabiendo que la claridad cegaria mi visión, y abriendo tambien la ventana para luego salir sin antes destapar mi cuerpo, asegurandose así de romper el escudo térmico que me mantenía inmune al frío viento mañanero de Doncaster.

Una rutina que ya parecia diaria y que aun asi a cada dia lograba odiar un poquito más.

- Eres...¿no podrías despertarme con un buenos días? - Bufé exasperada.

- Si lo hiciera no te levantarías nunca - escuché como siseaba camino a la planta de abajo.

- Pe... - ella interrumpió mis palabras cuando estaba dispuesta a replicar, lanzandome esa mirada de superioridad moral tan típica en ella.

- Nada de peros, vístete rápido. No llegas. - Mis dientes rechinaron de pura impotencia. Aún no comprendia que veían de "Guay" mis amigas en ella.

En un pequeño descuido causado por la furia que aún corria por mis venas, clavé mi vista en la ventana.

Tenía una especie de regla no escrita pero increiblemente estricta conmigo misma. Jamás me asomaba por la ventana de mi habitación. Nunca solia dejarla abierta y mis ojos no se dejaban caer por ella a menudo. Pero en aquella ocasión mi mirada había corrido al encuentro del resplandor tomando voluntad propia.

Entonces le ví.

Allí estaba él, mi vecino, el que una vez había sido mi mejor amigo.

El que llegó a conocerme mejor que nadie.

El chico que traicionó nuestra amistad y mi confianza al robarme mi primer beso.

Aparté la mirada, o al menos me plateé hacerlo. Pero aún era temprano en la mañana y mi voluntad flaqueaba tanto como mi conciencia. Había motivos evidentes por los que no me permitía a mi misma contemplarle, y habían quedado expuestos en su torso sin ropa. 

Mordí mi labio inferior, las revistas ya se habían encargado de ponerme al día en cuanto a su imagen, pero era jodidamente sexy.

Por su parte parecia completamente ajeno a mi presencia, continuando con su rutina como un día más.

Observe perspicaz como en la musculatura de sus brazos aún descansaba una cicatriz en divertida forma de corazón.

Eso corria de mi cuenta.

Contuve la risa, no queria ser descubierta, sabiendo que aquello supondria el final de mi espionaje.

Podría haber ido y simplemente hablarle. Viviamos puerta con puerta, nuestros padres parecian haberse convertido en un solo matrimonio, nuestras ventanas estaban a escasos cinco centímetros...pero no.

Yo había tomado la decisión de marcar distancia, y observar tan solo desde las sombras. Todo era mejor que volver a encontrarme frente a esos labios que robaron un instante de aliento sin permiso.

Era consciente de lo ridículo que podía resultar para muchos. Al fin y al cabo, un beso es solo eso, un beso. Tiene la importancia que uno quiera darle. Y aquel beso no era más que un suceso olvidado en la memoria de los años y que debió haber quedado en el pasado, enterrado y trivializado como lo que era, una estúpida broma de Louis. 

¿Amor?, imposible...(Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora