Demasiadas preguntas, no se las respuestas...

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El timbre ya habia sonado cuando aparecí en clase, exhausta, temblando ante la idea de haberme retrasado en un examen.

Agradecí recibir la noticia de que la profesora de matemáticas, tambien directora del centro, habia tenido que ausentarse de la clase por motivos personales que, lejos de importarme, me habían librado ee un profundo quebradero de cabeza.

Es curioso como, cuando es empleado en algo que nos agrada, el tiempo parece escaparse de nuestras manos, transcurriendo demasiado rápido, convirtiendo en horas los minutos, y estos en segundos, pero por el contrario cuando se trata de algo que no nos interesa, todo se detiende, y es ahí cuando cada maldito minuto se convierte en una torturadora hora que se propone a amargar nuestra existencia. 

Mi cerebro se veia colapsado, centrado unicamente en las ultimas palabras de Louis.

"Joder Marta, para de una puta vez, solo fue un maldito viaje en coche no vas a ir al altar" Me repetí cientos de veces buscando olvidar el tema en vano.

- ¡Señorita Siles!, ¿me está atendiendo?, porque yo creo que no - vociferó la sustituta. ¿Para que coño servian las sustitutas si no para joder? Ya que falta un profesor lo suyo es que permitan a la clase la satisfacción de relajarse. No en lugar de eso, mandar a alguien a pegar chillidos y mandar ejercicios sin control. 

- yo...si, si le atendía - mentí torpemente.

- entonces diga la respuesta al ejercicio - Estaba jodida, ni siquiera sabía de que ejercicio estaba hablando. Pero si algo había aprendido de las series de televisión es que en estas situaciones, solo hay una respuesta posible. 

- yo...pues...- tartamudeé con nerviosismo- ¿17?

- mal - deliveró duramente - ni siquiera miraste a la pizarra, ¿de donde has sacado ese 17? - negó desconforme. Me limité a resoplar con conformismo.

- Quien no arriesga, no gana ¿no? - me arrepentí al segundo de mis palabras, mi humor estaba ciertamente tocado esa mañana, pero no había peor error que contestarse a la profesora Morrison. Esa vieja pasa arrugada vivía con el único y firme proposito de amargar la vida del estudiante. 

Degusté el silencio por unos segundos, mientras que los ojos de la anciana me congelaban en una fría mirada por encima los cristales de sus lentes, y un sudor frío corría por mi frente. 

Simplemente abandonó la conexión con mis iris para volver a la pizarra. Retomé el aliento contenido en aquel instante de tensión, y para cuando pensé que me había librado...

- le espero después de clases en mi despacho, no falte, pasará un par de horas en el aula de casiigo para meditar sobre cuando es oportuno arriesgar y cuando no - Era oficial, odiaba a esa profesora. Fulminé su nuca en silencio volviendo a perderme en mis asuntos. Vale que aquella vez me hubiera pillado en las nubes, pero generalmente ni siquiera entendía el enunciado aún dedicandole toda mi atención. Podría decir que eran los profesores, pero la verdad es que la materia en sí, era mi infierno diario. 

Y así deje pasar los malditos y aplastantes 60 minutos más largos de mi vida, sabiendo que al día siguiento volvería a padecerlos.

Pero lo pero aún estaba por llegar, aunque rezaba porque no ocurriera, sabiendo que ocurriría. Y esque justo ese día, teníamos música. Generalmente música implicaba desconectar, descanso, una clase bastante relajada. Pero sabía que él estaría allí en aquella ocasión. Soliamos tener música una vez a la semana, y Louis pasaba por Doncaster pocas veces, generalmente en vacaciones, asi que no solía coincidir con clases de música. Pero ese día, ese maldito y espantoso día...

- ¿Esque la has tomado conmigo? - grité hacia arriba y sin esperar respuesta. 

- Genial, y ahora habla con el techo, finalmente se volvió loca.... - La tonta de Emilie comenzó a reir ante mi gesto. Intenté dedicarle una de mis expresiones de asco infinito, pero simplemente no pude evitar acabar riendo junto a ella. 

¿Amor?, imposible...(Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora