Al terminar de comer en la cafetería, Dylan y yo decidimos irnos cada uno a su casa. Yo necesitaba pensar, aún me sentía insegura. Me sentía molesta por Emma, pero de alguna extraña manera, estaba aliviada de poder decirle lo que sentía.
Aunque sabía que no había sido lo correcto.
Todos cometíamos errores, pero eso no significaba que lo repetiríamos.
Estacioné la moto y bajé de ella. Cuando finalmente llegué a la puerta de entrada, de adentro se escuchaban gritos, Leo y mi madre estaban discutiendo. En realidad, no era nada raro.
Abrí la puerta con cuidado para pasar desapercibida y no entrometerme en su discusión, no quería pelear justo hoy. Estaba con un agotamiento psicológico nada normal.
Al entrar, subí rápidamente las escaleras hasta llegar a mi habitación. Al estar dentro, cerré la puerta con seguro y me dispuse a darme un largo baño con agua caliente, eso sin duda siempre me relajaba.
No dejaba de pensar en las cosas que le dije a Emma, sin duda me había excedido, pero ella no se quedaba atrás. Estaba cansada, como se lo dije, de todo y todos. Quería, aunque fuera por un segundo, tener paz. Eso era todo lo que pedía. Hacía meses desde que llegó Dylan a mi vida que la paz se había esfumado por completo de mi alrededor.
¿Había conseguido cosas buenas? Sí. ¿Había conseguido cosas malas? Muchas. Pero la pregunta era ¿Estaba feliz?Dylan.
Él había sido un torbellino de sentimientos, momentos, tristezas y alegrías. Pero sin duda, él me hacía feliz.
Nunca hubiera imaginado enamorarme de un chico como él, pero como dicen por ahí.
La lengua es castigo del cuerpo.
Dylan se había convertido en todo para mí, cosa que me asustaba. No podía imaginarme una vida en la cual él no estuviese presente, estaba completamente entregada a él.
Entre pensamientos y más pensamientos, caí en un profundo sueño.
(...)
Me desperté porque alguien tocó mi hombro. Al abrir completamente los ojos, pude ver a lado de mi cama a mi madre.
Ella estaba callada, pero en su mirada había algo indescifrable. No entendía qué pasaba.
Miré la hora de mi reloj y eran las ocho de la noche, tal vez era hora de cenar.
–¿Qué pasa mamá?– cuestioné mientras me recostaba en el respaldo de la cama.
–Es hora de comer.– su voz era un susurro.
–¿Pasa algo?– ella negó lentamente con la cabeza.
–Nada de que preocuparse.– trató de sonreír levemente.
Yo solo me limité a asentir y me levanté para ir al baño a cepillar mis dientes. Mi madre, al verme levantar también lo hizo y salió de mi habitación.
Sabía que algo le pasaba, estaba claro. De seguro su discusión con Leo le había afectado, como siempre lo hacía, pero esta vez era diferente, ¿Por qué había sido la discusión? No lo sabía. Había algo que me decía que no estaba bien, pero decidí despojar todos aquellos pensamientos de mi mente y me dispuse a ir a cenar.
Mientras bajaba las escaleras, podía escuchar los murmullos de mis padres en la cocina, cuando finalmente llegué al comedor, me senté y me di cuenta de que Leo no estaba.
Mis padres a los escasos minutos también se sentaron, no sin antes servir la comida en nuestros respectivos platos.
Inmediatamente se instaló un silencio incómodo, comíamos en silencio sin saber cómo acabarlo.
ESTÁS LEYENDO
¿De las Ilusiones se Vive?
Teen FictionLas ilusiones forman parte de nosotros, pero, ¿Se viven o se Aprenden a vivir?. Siempre me preguntaba qué sería de mi, a dónde sería capaz de llegar. Qué me esperaba en aquel cercano futuro, que aveces lo veía tan lejano. Siempre soñaba con estar co...