Capítulo 8

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La música continuaba invadiendo el salón y Ofelia consideraba que ya había bailado suficiente, se disculpó con su acompañante y volvió a su rincón junto a la columna, aunque sus ojos buscaban por todas partes algún rastro del desconocido.

Sonia bailaba con su padre ahora y sonreía. Se percató de su amiga que el rincón y con una sonrisa amable se apartó del señor Pomares. Caminó hasta Ofelia y le sonrió.

- Espero que estés disfrutando de la fiesta... ¿Has probado los canapés?, están deliciosos.

- Sonia, conoces a todos los invitados ¿verdad? - su amiga sonrió y asintió con la cabeza.

- Cuéntame, ¿qué soltero ha llamado tu atención? - le guiñó un ojo y se acercó más a ella como si fuese a escuchar el secreto más importante de su vida.

- Es un caballero que bailó conmigo. Alto, pelo oscuro, ojos azules como el océano... nunca he visto unos ojos así... - Sonia la miraba sorprendida y con una sonrisa de complicidad en los labios - llevaba una máscara, no un simple antifaz, cubría toda su cara excepto los labios y era de color negro.

- No tengo idea de quién hablas - su amiga había fruncido el ceño ante la descripción de la máscara - en un comienzo pensé que te referías a Oscar Saavedra, pero él está parado allá y lleva un antifaz verde - Ofelia giró en dirección al tal Oscar - quizás haya cambiado su máscara - acotó su amiga pero cuando Ofelia lo ubicó negó con la cabeza. El desconocido era definitivamente más alto que Saavedra y su ropa tampoco era la misma.

- No - negó - se trata de alguien más...

- Entonces no lo sé, pero no te preocupes, luego trataré de averiguar quién es... Nadie ingresa a esta fiesta sin mostrarle su invitación a Felipe.

Ofelia asintió con la cabeza pero recordó las notas en su habitación y no estuvo tan segura de que el tal Felipe pudiese decirles de quién se trataba.

Una vez en su habitación en casa de los Carrasco, luego de que Isabela le ayudara a quitarse la ropa y desarmar el peinado, echó llave a la puerta y se acostó en la cama intentando dormir, aunque la ansiedad e intriga invadían su pensamiento.

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Se despertó cuando los primeros rayos de sol ingresaron a su cuarto a través de la ventana. Un pequeño gorrión estaba posado sobre la rama de paraíso y parecía observar cada uno de sus pasos mientras se vestía y preparaba para bajar a desayunar.

En el comedor, sentado en la cabecera de la mesa, con una copia del periódico local encontró a un hombre entrado en años, con abundantes canas entremezcladas con el cabello oscuro. Su rostro estaba concentrado en las palabras que leía y sin embargo al escuchar a la jovencita llegar levantó la mirada y la recorrió de pies a cabeza antes de saludarla con un áspero "buenos días". Por la mente de Ofelia cruzó un solo pensamiento, Salvador era un digno hijo de su padre.

- Buenos días señor, lamento no haber estado aquí anoche para recibirlo...

- Así que finalmente puedo conocer a la hija de Samuel... - volvió a mirarla. Ofelia sintió que su alma quedaba al descubierto ante aquellos ojos que la escudriñaban, como si nada pudiera escaparse de ellos y un escalofrío la sacudió haciendo que sus manos temblaran un momento al correr la silla para sentarse.

- Sí señor. Le agradezco infinitamente la posibilidad de alojarme en su casa. - una sonrisa fría surcó el rostro del hombre y volvió a fijar la vista en su lectura.

OfeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora