Mientras sujetaba la taza de té entre sus manos, Ofelia contemplaba la tarde caer sobre el parque de la casa. Minúsculas gotitas de agua brillaban sobre el césped con la luz anaranjada del sol que se ocultaba. Las nubes se movían hacia el ocaso, como algodones gigantes, surcando el cielo.
Había escrito para su madre y Fátima varias veces en el último tiempo, pero aún no recibía respuesta y se estaba inquietando. Tenía muchas dudas... si tan sólo su padre estuviese vivo... podría preguntarle todo y él encontraría una respuesta adecuada... Faltaba poco menos de un día para su encuentro con el enmascarado, aún no decidía qué hacer pero tenía tantas preguntas que formularle, necesitaba encontrar respuestas.
Apretó la taza, ya vacía, contra su pecho y suspiró.
- ¿Te preocupa algo?
Preguntó una voz detrás de ella. Había estado tan inmersa en sus pensamientos que no se había percatado de la presencia de alguien más. Dio un saltito por el susto y luego giró, quedando frente a Salvador, quien estaba apoyado en una de las columnas de la entrada a la casona. Sujetaba en una mano un sombrero y en la otra su bastón. Estaba vestido formalmente y entonces Ofelia se dio cuenta de que acababa de regresar porque Pablo llevaba los caballos al establo.
- Sólo contemplaba el atardecer y pensaba...
- ¿En qué pensabas?
Se acercó unos pasos y tanteó el aire en busca del banco donde se habían sentado tantas veces a conversar en el último tiempo.
- Pensaba en mi padre... - la palabra "Hyacinthoides" surcó su mente y pensó que no perdería nada con preguntar – Salvador, ¿puedo preguntarte algo?
- Claro... dime...
- ¿Sabes si en la biblioteca hay algún libro que hable de los "Hyacinthoides"?
Salvador dejó caer el sombrero que sostenía y su rostro se ensombreció. Lo recogió y se enderezó nuevamente en su asiento, luego carraspeó y dirigió su rostro hacia la jovencita que miraba atentamente su reaccionar.
- ¿Qué sabes de eso? – le preguntó con cierta sequedad que ella no pudo evitar notar.
- No sé nada, justamente por eso te pregunto... - las facciones del muchacho se relajaron unos segundos.
- Ofelia, no hables de ese tema en esta casa... no te conviene –
Comenzó a ponerse de pie. Ella dio un paso al frente acortando la distancia que los separaba y colocó una mano sobre su brazo, deteniéndolo.
- Por favor Salvador, dígame porqué... creo que tiene que ver con mi padre.
- No puedo hablar del asunto Ofelia, es algo muy delicado y no puedo darte información.
La negativa continuó y finalmente el joven se retiró. Ofelia apretó la taza contra su pecho una vez más y caminó decidida al interior de la casa. La cita con el enmascarado a las tres de la tarde se llevaría a cabo y entonces ella se quitaría todas las dudas.
*-*-*-*-*-*
Pablo la dejó como siempre frente a la casa del señor Maldonado y Ofelia ingresó a su clase de literatura. Se sentó al lado de Sonia como cada día y abrió sus libros de texto, pero su mente vagaba planificando cómo haría para escabullirse de la clase para poder ir al callejón donde se encontraría con el misterioso hombre que había estado rondándola desde su arribo a la ciudad. Miró el reloj, faltaban sólo veinte minutos para las tres de la tarde.
Mientras todas las alumnas estaban inmersas en sus libros de texto, Ofelia se puso de pie y recogió todo en su morral. El señor Maldonado levantó la vista.
- ¿Sucede algo Ofelia? – preguntó con suavidad pero frunciendo el ceño.
- No me encuentro bien.
- ¿Quiere que pida un té con azúcar para usted?
La jovencita negó con la cabeza, volvió a mirar el reloj y se mordió un carrillo.
- Necesito ir hasta mi casa, regresaré en unos minutos, vine en bicicleta, no se preocupe.
Sonia la miró desconcertada porque la había visto bajar del carruaje con Pablo, pero Ofelia negó con la cabeza para callarla. Recogió sus cosas e hizo caso omiso de las llamadas que el profesor hacía desde el salón donde dictaba clases. Abrió la puerta y comenzó a caminar rumbo al lugar de encuentro.
*-*-*-*-*-*-*-*-*
Sudaba debajo del pañuelo que cubría su rostro, oculto entre las sombras del callejón esperaba por ella. No sabía si Ofelia tendría el valor de ir, si podría llegar y se maldijo por lo bajo por haberla citado en ese horario, quizás hubiese sido mejor cuando ella saliera de clases, pero el tiempo apremiaba y no podía darse el lujo de dejarla a merced de su destino.
Se quitó el pañuelo y enjugó las gotas de transpiración que se formaban en su cara. Volvió a taparse el rostro y esperó, apoyando la espalda contra la pared y cruzado de brazos, oculto por una pila de ladrillos.
La calle estaba desierta, pero agudizó su oído al escuchar pasos y el rozar de unas faldas. Levantó la mirada y la vio, allí estaba ella. Su corazón se detuvo unos segundos y quiso gritar su nombre, pero se contuvo. La muchacha miraba en todas direcciones, su rostro denotaba preocupación. Sonrió mientras la observaba oculto y recordó aquella noche en que la había rescatado. Sus ojos abriéndose inconmensurablemente al contemplarlo, la dulzura y paz que su rostro emanaba. Nunca sería capaz de hacerle daño y sin embargo, siguiendo una fachada, había puesto su vida en peligro. No pensaba que las cosas saldrían así y ahora debía protegerla.
Dio un paso al frente, acomodó el pañuelo y el sombrero oscuro sobre su cabeza, se acercó al límite de la sombra y con los ojos fijos en ella, chistó y le hizo una seña con la mano. El callejón continuaba vacío y Ofelia tardó sólo unos segundos en acercarse.
- Buenas tardes señorita Ofelia – dijo con voz suave – me alegro de que haya decidido venir.
- No es seguro que yo esté aquí – replicó ella, su voz tembló producto de los nervios, haciendo que el hombre sonriera.
- Está segura conmigo señorita, aunque aún no confíe en mí.
- Se me hace difícil confiar en quien no quiere decirme su nombre y oculta su rostro.
- La entiendo... - permaneció unos segundos en silencio – no será siempre así, se lo prometo.
- ¿Me dirá todo lo que quiero saber? – Ofelia frotó sus manos en la falda de su vestido y lo miró a los ojos, desafiante.
- Le diré todo lo que pueda señorita. Pero no aquí, debe seguirme.
Ofelia vaciló, quedándose parada en su sitio mientras él le había dado la espalda y comenzaba a caminar por el estrecho corredor que se formaba entre dos construcciones. Se detuvo en su paso y volvió a mirarla.
- Señorita, le aseguro que no corre peligro conmigo... he tenido más y mejores oportunidades para hacerle daño de las que usted cree – esbozó una sonrisa que ella no pudo ver.
Los ojos de Ofelia se abrieron de par en par y no pudo evitar recordar verlo escabullirse de su cuarto en medio de la noche, más sigiloso que un felino. Entonces arriesgándose a pesar de todas las advertencias que había escuchado a lo largo de su vida, comenzó a caminar acortando la distancia entre ellos y siguiéndolo por el estrecho pasillo.
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Hola!!! hoy les traigo una actualización más de la historia de nuestra querida Ofelia!, espero que la estén disfrutando... y ya saben, LEAN, VOTEN, COMENTEN =) besos!
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Ofelia
Historical Fiction¿Y si todo lo que creíste durante toda tu vida es una mentira? Luego de la muerte de su padre, Ofelia es enviada a la ciudad a estudiar hospedándose en la casa de un hombre amigo de su padre. Allí comienza una aventura donde nada es lo que parece...