Capítulo 17

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El carruaje atravesó las puertas de hierro de la casa de los Carrasco y avanzó por el camino hasta que el cochero lo detuvo frente a la puerta principal. Antonio bajó con un poco de dificultad y se encaminó hacia el interior de la casa. El día apenas comenzaba y la luz era muy tenue aún, pero Begonia e Isabela estaban despiertas cumpliendo sus labores cuando el señor de la casa regresó de su viaje. Se sorprendieron por su presencia ya que nunca regresaba tan pronto. La más joven del servicio preparó el cuarto mientras el señor tomaba un baño, quería descansar porque el continuo golpeteo del vehículo lo había dejado agotado.

Ofelia despertó como cada mañana y en puntas de pie caminó hasta la habitación que su hermana ocupaba. Accionó el picaporte y no se sorprendió de que estuviese sin llave, Fátima nunca había sido tan precavida como ella, pero ya vería la forma de hacer que fuese un poco más desconfiada de la gente, sobretodo luego de enterarse de la vida pasada de su padre y el peligro que corrían ambas. Se acercó hasta la cama donde la jovencita dormía, se arrodilló en el suelo a su lado y la contempló unos minutos antes de tocar su brazo para intentar despertarla. Fátima se revolvió en la cama y finalmente abrió los ojos con pesadez.

—Buenos días— le dijo a Fati que entrecerró los ojos para enfocar mejor.

—¿Qué sucede?, ¿qué hora es?

—Es hora de que te levantes, necesito que hablemos algo importante.

—Dime— se sentó en la cama, ya completamente despabilada. Si había algo que siempre había emocionado a Fátima y a lo que no podía negarse, eran los misterios o secretos.

—No, saldremos de la casa, a otro sitio, y allí hablaremos. Vístete, iremos luego de desayunar.— Ofelia se puso de pie y salió del cuarto dejando a su hermana con cara de sorprendida y fastidiada a la vez.

El desayuno estaba servido en el comedor. Salvador se encontraba sentado en su sitio, en compañía de su madre que tenía el semblante pálido y serio. Habían discutido y se percibía en el ambiente cuando Ofelia ingresó al lugar y se sentó en el puesto que acostumbraba alrededor de la gran mesa. Saludó deseando los buenos días y comenzó a comer en silencio, unos segundos más tarde Fátima apareció con el aura de buen humor que siempre la rodeaba.

—Luego de desayunar Fátima y yo saldremos a dar un paseo. ¿Es posible que haya otra bicicleta que ella pueda utilizar?

—Claro que sí, le diré a Pablo que la busque.— La voz de Dámaris sonó amable como siempre, incluso una sonrisa se dibujó en su rostro. —Sólo les pediré que lleguen temprano para el almuerzo. Mi esposo ha regresado de su viaje y sería lindo que todos estuviéramos presentes, como una familia.

La cara de Fátima se iluminó con una sonrisa y se apresuró a asegurar que regresarían para poder comer juntos y que le daría mucho gusto poder conocer al hombre que había sido tan amigo de su padre. Ofelia la miró sin decir palabra, pero en su interior un sentimiento extraño comenzó a gestarse; no sentía ningún deseo de volver a ver a Antonio Carrasco, y esperaba poder convencer a su hermana de regresar con su madre para ahorrarle la tremenda decepción que ella estaba sintiendo respecto a todo en ese preciso momento.

Pablo apareció llevando una bicicleta un tanto destartalada a su lado. Estaba cubierta de polvo pero luego de que la sacudieron estuvo en perfectas condiciones para poder acompañar a la que Ofelia utilizaba. Salvador se encontraba sentado fumando mientras escuchaba el alboroto que Fátima hacía emocionada por salir a pasear por los terrenos; no pudo evitar esbozar una sonrisa. Las dos hermanas eran completamente diferentes, Ofelia se mantenía silenciosa, era amable y dispuesta a ayudar en todo lo que estuviera a su alcance, siempre trataba de ser lo menos molesta posible para sus anfitriones; mientras que la menor se esforzaba por generar sonrisas y divertir a la gente que la acompañara, incluso con comentarios poco afortunados en algunas situaciones. Escuchó las bicicletas alejarse por el camino y comprendió que habían partido.

OfeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora