Capítulo 5.

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Amy me acompañó. Subimos a la habitación en ascensor, podía escuchar a varias voces en el pasillo, eran algunos chicos, uno de ellos era el chico rubio que había visto desde el primer día que llegué aquí, no parecía ser nuevo por la forma en la que se comportaba. Introduje la tarjeta en el hueco y se abrió automáticamente, Amy entró la primera. Giré la cabeza y ese chico me estaba observando detrás de sus largas pestañas negras.

—Mm.. buenas noches —dijo serio.

—Buenas noches —dije alzando la vista al suelo para no parecer interesada.

—Sarah, no ha estado nada mal la fiesta de bienvenida, ¿verdad? —sonrió Amy—. La gente pareció animarse cuando subiste a la plataforma a cantar.

—Sí, no ha estado mal salvo por mis pies que sufrieron mucho. No, solamente querían escuchar canciones, me supongo.

Me comenzó a vibrar el iPhone, lo saqué del bolso.

—¿Hija? —preguntó mi madre.

—Hola mamá. ¿Qué tal todo por allí? Espero que bien —afirmé.

—Te he estado llamando durante toda la noche y tu no respondiste, me alarmaste. Todo sigue bien. ¿Qué sucedió allí? —gritó.

—Mamá, tranquilízate, estuve en una fiesta de bienvenida en la Universidad y con la música no escuché el tlf, lo siento debería de haber puesto más atención.

—Ah, espero que lo hayas pasado bien. Cariño ya me tengo que ir, adiós —y colgó al momento.

Dejé el iPhone en la cama y bebí un trago de la botella de agua, tenía el paladar seco. Amy colocó una cinta en el DVD.

—Veamos una película, es romántica —me guiñó el ojo.

—Mm, vamos haber como te lo digo sin que te pongas molesta: "Son las dos y media de la mañana, mañana tenemos clase a primera hora de la mañana y tú quieres poner un película, Amy, ¿cómo estás?" —le recordé.

—Bueno, basta, la quito, pero tranquila.

Tomé un mechón de mi pelo y lo olí disimuladamente, olía a fresas, el aroma de mi champú favorito. Me quité la ropa, dejando mi silueta desnuda, me vestí con un pijama y me dejé caer en la cama. Amy ya estaba dormida, yo la acompañé en ese sentido. Eran las 7:00 de la mañana, me levanté gracias al sonido irritante del despertador, me vestí: converse negras, vaqueros osuros y camiseta blanca de manga larga. Me lavé la cara y dejé mi pelo suelto, alocado. Amy estaba arreglándose.

—Me voy a desayunar, abajo te espero.

Ella asintió. Bajé con elegancia la escaleras, me tropecé con un móvil y caí. Una chica pelirroja soltó una risita entre dientes. Escuché unos pasos que se acercaban a mi, era el chico rubio, me ayudó a levantarme.

—Hola, me llamo Niall Horan. ¿Estás bien? —añadió una sonrisa.

—Sí, no fue nada. Me llamo Sarah, Sarah Parsons —quedé perpleja ante su belleza.

Me ayudó a levantarme. Le agradecí haberse acercado a mi y ayudarme. Me adentré en el comedor, allí encontré a Amy, nos sentemos juntas. Yo desayuné un zumo de naranja junto a unas tostadas.

—Deprisa Amy, son las 7:45, no quiero llegar tarde —le avisé.

Salí de el comedor junto a Amy, deseábamos no haber llegado después que el profesor. Me senté donde ayer. Niall me regaló una sonrisa lejana ya que estaba en la otra punta de la clase. El maestro se acercó, se adentró a la clase y comenzó a hablar como si no hubiera un mañana.

—Chicos y chicas. Hoy os colocaré a cada uno como a mi me apetezca.

Desgraciadamente me colocó con Niall, Niall Horan.

—¿Tienen queja de vuestro compañero/a? —nos preguntó el maestro a la vez que se colocaba las gafas dándose un toque más intelectual e inteligente.

—¡Noooooo! —respondieron todos. Yo decidí no decir nada ya que no quería cabrearle.

De vez en cuando miraba a Niall, detrás de mis largas pestañas intentando no parecer una desesperada. Me atreví a mirarle una vez más, a hurtadillas y lo lamenté, me estaba mirando con esos ojos azulados. El timbré sono, me di un susto innombrable en ese momento y salté, Niall abandonó su asiento diciéndome adiós con un gesto, yo hice lo mismo, añadiendo una sonrisa. Abandoné la clase, dio un pitido al momento que indicaba la siguiente clase. Me adentré de nuevo, esta vez me senté al lado de Amy.

—Eres Sarah Parsons, ¿no? —me preguntó una voz masculina.

Al alzar la vista al frente me encontré con un chico apuesto que me dirigía una sonrisa amable.

—Sí.

—Me llamo Michael Peters.

—Hola, Michael.

Parecía ser amigable. Tocó el timbre de nuevo, alcé mi cuerpo y me dirigí a la salida. Esperé a Amy, Michael me acompañó, hablaba por los codos e hizo el gesto de casi toda la conversación lo cual fue un alivio. Nunca había estado en California y creía que la gente no sería sociable conmigo. Amy se estaba acercando, se conocieron.

Cuando íbamos hacía la sala de estar Michael me hizo una pregunta:

—Oye, ¿te llevas bien con el tal Niall Horan ése irlandés, o qué? Casi todas las chicas se gustan de él por lo que he escuchado.

—¿Te refieres a ese chico que se sentó conmigo en la primera clase?  —pregunté sin malicia.

—Sí —respondió—. Parecía dolorido.

—No lo sé, es un chico agradable —le respondí—. No he tenido una conversación con él prácticamente.

Le sonreí antes de abrir mi habitación. Me despedí de él.

—Si necesitas algo me tienes muy cerca mi sala es la "210" —y cerró la puerta de su habitación.

El día continuó bastante aburrido. Comenzó a lloviznar, en la ventana caían las gotas de agua lavando la ventana. Una vez más debía entrar al comedor para almorzar. Me senté junto a Michael, y Amy conmigo. Yo escogí una cantidad de patatas fritas y macarrones con salsa acompañados de un vasito de Coca- cola. Estaba hambrienta así que no dejé ni un poco. Se acercó a nuestra mesa una chica rubia que nos sonreía.

—Hola —y añadió una sonrisa resplandeciente—. ¿Me puedo sentar con vosotros? —preguntó intencionadamente.

Asintimos sin lugar a dudas.

—Me llamo Rose Jones, encantada de conoceros, soy nueva aquí y no tengo amigos.

Cada uno nos presentemos a ella, era risueña.

Alcé la vista y encontré con la mirada a Niall, estaba con sus amigos. Esbozó una sonrisa burlona tan arrebatadora que era imposible no observarle como una tonta. El almuerzo acabó puesto que cada uno se levantó y se fueron a sus aposentos, incluyéndome a mi. Llegué a mi habitación y me senté en la cama.

—Ahora si puedo poner la cinta ¿no? —preguntó mi compañera.

—Por supuesto.

Tocaron a la puerta y abrí yo, era Michael que venía a hacernos una "visitilla".

—¿Qué hacéis? —preguntó.

—Vamos a ver una película romántica —respondí—. ¿Te apuntas?

—Claro.

START | Niall Horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora