Capítulo 12.

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Me despertó el hambre. Mi estómago rugía como siete tigres. El reloj de la mesilla indicaba que eran las doce y media de la noche. Bajé hacia el comedor, en la televisión aparecía el pronóstico del tiempo.

La ducha matutina fue una experiencia. El teléfono expulsaba agua por todas partes. No conseguí en ningún momento regular la temperatura o me asaba o me congelaba. Las toallas eran tan pequeñas que no me cubría casi nada, tenía que decidir entre cubrirme la parte delantera o la trasera, nunca ambas a la vez. El secador de pelo si parecía funcionar correctamente. Lo agradecí, ya que en la calle hacía mucho frío como para llevar el pelo mojado en pleno invierno. No quería resfriarme. Me arropé, cogí unos guantes y un gorro de lana. Decidí desayunar en la cafetería de en frente de mi casa. Dónde siempre solía desayunar. Tenía tanta hambre que pedí huevos con beicon, tostadas y un zumo acompañado de un gran vaso de leche. Una camarera antipática que parecía estar mucho menos despierta que yo me trajo todo sin pronunciar palabra alguna. Engullí aquellos manjares en un santiamén. Salí de ahí lo antes posible, no me apetecía seguir viendo la cara de esa camarera. Llegué a la casa de Miranda justo cuando iba a cerrar la puerta, y eso que me demoré en el paseo y esperé un poco en la acera.

—¡Miranda! —y le abracé.

—¡Sarah! —me regaló una sonrisa.

—Necesito hablar contigo.

—Mejor sentadas.

—Creo que me ha comenzado a gustar un chico de la Universidad —expliqué— es como si de pronto una línea recta se hubiera convertido en la distancia más larga entre dos puntos.

Escuchaba las palabras que salían de mi boca y a ratos me parecían las de una persona muy mayor, con mucha experiencia. Era como si algo estuviera cambiando en mí sin que ni yo misma tuviera tiempo para darme cuenta. Nunca me había gustado nadie —admití para mi adentro—.

—Entiendo. ¿Te atrae físicamente?

—Sí.

—¿Te gusta su carácter, su forma de ser?

—Por supuesto —afirmé—, uno de los días más cercanos a las vacaciones se peleó con otro chico por un asunto que me incluía. Y trágicamente le expulsaron. No era de extrañar —me sonrojé.

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Pasaron tres semanas desde que tuve esa conversación con mi aconsejera. Tenía que poner rumbo hacia California ya que acabaron las vacaciones navideñas. Me monté en el coche de mis padres y sucedieron las horas. Me pasé el viaje absolutamente despierta, tan sólo me quede dormida un segundo. Estuve escuchando música con los cascos colocados, precisamente a Miley Cyrus. El bello se me ponía de punta. Ella siempre ha sido mi ídolo, y le agradezco todo lo realizado por sus fans. Yo asistí a unos de sus conciertos. Una experiencia al completo. Empecé a cerrar los ojos pero..

—Sarah. No te duermas, ya hemos llegado —y abrió la puerta delantera.

—Sí, sí. Vale —impulsé hacía afuera la puerta y salí al exterior—, mamá, papá, adiós, os quiero un montón. Dadle muchos besos a Andrew de mi parte —les abracé.

—Adiós cariño. Lo haremos —dijeron.

Me alejé de ellos, les dije "adiós" gesticulando. Comencé a andar y miré hacia atrás, observaba como mis padres se marchaban con el coche. Me sentía vacía por dentro, necesitaba ver ya a Amy. Me adentré en la Universidad con elegancia y con intención de no tropecar ya que era muy patosa.

—¿Sarah? —me dieron un roce en la espalda.

Me giré, esa voz la conocía. Era Mike.

—¡Bonita! —nos abracemos.

Olisqueé un poco a mi amigo. Con intención de que no se notase demasiado. La higiene era una de las cosas más importantes para mí en una persona. Él era higiénico.

—¿Me has echado de menos? —le interrogé.

—Claro —y acarició mi pómulo— ¿y tú a mí?

—Siempre.

Ascendí las caleras junto a él. Compartimos multitud de carcajadas. Introduje la tarjeta en el hueco dedicado para eso y abrí la puerta. Dejé la maleta sobre el suelo. Amy aún no se había presentado. Escuché un movimiento brusco en el exterior de la habitación. 

—Cariño mío —dijo Amy sonriente— te quiero.

Me lancé sobre ella y me sujetó. Seguidamente nos abracemos.

La puerta seguía abierta y Niall estaba en el pasillo. Me asomé con intención de que me dijera algo.  Me estuvo observando durante un largo rato.

—Sarah —murmuró— ¿sigues enfadada conmigo?

—Mm, Niall. Nunca lo he estado —dije con la respiración entrecortada.

—Ah —se animó— creía que sí. Lo siento por todo lo que te hice pasar.

—Eso está medio olvidado. Sé que lo hiciste por amistad.

—No —me interrumpió.

—Yo te quiero —declaró.

—No me quieres, esto lo estás diciendo por decir.

—No es una broma, Sarah. No me gusta jugar con el amor.

—Vale. Ya está. Mejor dejemos este tema.

—¿Por qué quieres evitar este tema? Sé que sientes algo por mí, algo aún no detectado —aferró sus labios a mi rostro.

—No.. —gemí.

—Sí —replicó.

—¡NO! —sentía como mi corazón se iba a salir de la órbita como siguiera así.

—Me quieres —me susurró al oído y acarició mis labios. 

Me dejó sola. Estaba confusa. No sabía como reaccionar hacia la situación. Estuve durante cinco minutos inmovilizada y al fin recobré el movimiento. Accedí a mi habitación, de nuevo.

—¿Qué sucede? —preguntó Amy.

—No. Nada. Todo va bien —asentí.

Deshice las maletas y coloqué cada cosa en su sitio. Decidí darme una ducha para despejarme de mi entorno. Inserté la vestimenta que llevaba colocada en el cesto de la ropa sucia. Entré en la ducha y me relajé. Mis músculos estaban encogidos. Tomé confianza y los relajé. La ducha duró alrededor de quince minutos y me dispuse del pijama. Liberé mi pelo de la cola a la que estaba aferrado y lo cepillé. Me lo puse suelto y aparté las sabanas. Caí en un sueño.

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START | Niall Horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora