solo será un recado...

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-Entonces, ¿Qué me tiene que decir?

El interior de su bazar tenía exactamente el mismo aspecto que la vez pasada, la única diferencia era el aspecto de la adivina con sus ropas similares a las de una anciana.
-Que por cierto me gustaría saber cuál es su nombre real- añadí.

Me miró con unos ojos fríos, inexpresivos, su cara me recordaba a Ali cuando de pequeña me sentía curiosa y la pasaba preguntándole detalles de mi pasado como ¿Como te mantenías antes de que me encontraras?, ¿Conociste a mi familia?, ¿Que hacías ahí entre las cenizas? Preguntas que tenían un silencio como respuesta.

-Por las marcas vendadas de tu cara deduzco que no has sabido despertar al dragón.- se sentó en su cojín ignorando mi pregunta.

-¿Despertar mi qué?- ni siquiera se molestó en notar mi cara de perplejidad.

-El medallón- se volteó lentamente para agarrar una taza con un líquido verdusco que no lucía muy apetecible, bebió un sorbo, mi paciencia decaía -aún no sabes para qué sirve.

-No, aún no porque hemos estado algo ocupados- asintió distraídamente, ¿para qué era todo esto?

-Te diré para qué sirve si a cambio haces algo por mí- finalizó.

-Bien...- volteé a ver a Cil para saber su opinión: estaba mirando atentamente el esqueleto de un animal de su tamaño en el suelo cerca de la mesa donde nos encontrábamos nosotras. Al vernos asintió con una mirada seria, decidido.

-Acepto- en cuanto lo dije la mujer se quitó su máscara frívola.

-Entrégamelo- me extendió la mano abierta.

Saqué el collar de mi zurrón y se lo entregué con ligera impaciencia, se levantó, se dirigió a una pequeña cajiga adornada con perlas y sacó algo que no pude ver, regresó a la mesa.

-Entrégame tu mano- además de la impaciencia también me daba temor pero igualmente se la entregué.

Empezó a recitar unas palabras en silencio, no pude entender nada de nada y mi miedo aumentó, Gil se dio cuenta por lo que ahora estaba a un lado de mí. Finalmente terminó y acto seguido me pinchó el dedo meñique con una velocidad increíble, una gota tras otra cayeron siguiendo un caminito por mi mano.

-Deja caer la sangre sobre el medallón- e hice lo que me pidió, ¿esto me iba a ayudar en algo?¿ Por qué le doy mi sangre a una desconocida? Oh dios soy tan tonta e ingenua.

-Ya está, déjame vendarte- se dispuso a agarrarme la mano nuevamente cuando la aparté bruscamente -Esto es una trampa, usted solo quiere mis poderes- me levanté con rapidez.

Me miró claramente sobresaltada.

-Aid cálmate, esta señora es buena...- se acercó Gil.

-Si quieres pruebas, te las daré- le interrumpió ella, se quitó la túnica y se destapó la cara luciendo una horrible cicatriz partiendo de la barbilla recorriendo su mejilla derecha hasta llegar al rabillo del ojo, exclamé un grito ahogado.

-El rey me quitó a mi familia hace tres años , mandó matar a mis hijos que son lo que más quiero en este mundo, tu sabes lo que se siente quedarse solo por culpa de una persona cruel con poder. Por eso te elegí a ti Aida, para que hagas por los tuyos lo que yo no soy capaz de hacer por los míos- unas lágrimas diminutas asomaron sus tristes ojos.

-Quieres que mate al rey- concluí.

-No quiero que lo mates, quiero que lo hagas pagar todo el daño- se secó los ojos llorosos, su cara me decía la verdad, su alma agonizaba dolorosamente.

La Cambia FormasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora