El Ático

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El camino se hacía eterno, pero al fin llegamos. La casa estaba situada en el área de bosques de la ciudad de San Francisco, de lejos podía divisarse la hermosa fachada al estilo canadiense. Al entrar se sentía el calor de un hogar acogedor, era tan maravillosa por dentro.

- Iré a preparar algo de cenar. –Dijo doña María-.

- Esta bien amor, tu una excelente chef. –Contesto don Marcos emocionado-.

Me invitaron a pasar a la sala para ver un poco de televisión, en realidad nunca he sido tan partidario de esas cosas, pues sinceramente no hayo algo productivo en ver series absurdas. Aunque hay programas interesantes, pero me fascinan más las películas de aventuras o cómicas, en eso si vale la pena perder el tiempo.

- Agustín, ¿Te gustan las películas de miedo? –Preguntó Martín-.

- ¡Claro! –Dije rápidamente, pero en realidad me causaban un espasmo cuando las veía, me había arrepentido de mi respuesta adivinando la propuesta que sucedería a continuación.

- ¡Entonces veremos una después de cenar!

Fingí tener un rostro agradable a tal anuncio, por dentro me estaba muriendo, podía imaginarme las clases de películas que podrían tener, quizás sea de vampiros que atacan a personas distraídas por la calle, tal vez de zombis come gente, de fantasma en alguna casa solitaria o puede ser peor que sea de algún tipo maniático que mata gente por placer.

Llegó la hora de cenar, en verdad fue una comida exquisita, parecía como si fuese una cena en el mejor restaurante del mundo. Deseaba con ganas que no terminara, no había empezado ver la película y mis piernas no dejaban de temblar.

- ¿Listo para ver la película Agustín? –Preguntó Martin-.

- Si claro, pero ¿Podríamos ver otra que no sea de miedo? –Conteste sinceramente esperando tener una respuesta positiva-.

- ¡Sí! Pero mañana. –Me sentí tan mal-.

- No me digas que tienes miedo al ver la película Agustín. –Dijo Martina-.

- Para serte sincero si me asusta un poco.

- Yo me sentaré junto a ti para que no sientas miedo. –Dijo ella .haciéndome sonrojar-.

Sinceramente nadie lo había hecho desde que conocí a Heidy, podía ver en sus ojos una atracción armoniosa. No era nada fea a pesar que se parecía a su hermano, lo que en verdad me encantaba era su mirada tan penetrante pero tierna a la vez, llena de misterio y bondad.

- Pero antes de que se pongan a ver la película y nosotros vayamos a dormir, te voy a enseñar tu habitación. -Dijo don Marcos-.

- Esta bien don Marcos.

Subimos las escaleras pasando al segundo nivel, seguimos el pasillo que conducía a otras escaleras que llevaban al ático. Abrió la puerta para entrar, el cuarto era hermoso, tenía una cama que se veía muy cómoda, en el techo una pequeña ventana por la que se podía ver el cielo.

- Este será tu habitación Agustín, la teníamos preparada para alguna visita especial, y mira que tú eres esa visita especial.

- Gracias, son una familia muy cariñosa, espero no incomodarles.

- No nos incomodas, puedes quedarte el tiempo que quieras.

- Se lo agradezco de todo corazón.

- No lo agradezcas, apresúrate entonces porque los chicos te están esperando. –Se fue dejándome solo en la habitación-.

Tiré la mochila en el suelo y me acosté, podía ver la luna desde la ventana, era totalmente hermosa. Me incorporé de nuevo para bajar a la sala y ver la película, al llegar ya la tenían preparada.

Todo tiene su tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora