"Es nuestra maldición y nuestra bendición. Es nuestro ensayo y nuestro error. Nuestro internarlo."
Dahlia leyó esas catorce palabras escritas en letra de niña de ocho años por decimonovena vez ese día, y suspiró.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero si no pestañeaba no tenían porqué caer. También su garganta ardía, pero ¿y qué? Podía echarse a llorar si quería, porque estaba completamente sola. Podía sollozar y chillar porque su hermana llevaba desaparecida ya nueve semanas, y nadie podría quejarse que les molestaba. Tampoco es que le fuera a importar si lo hacía.
Releyó el papelito una vez mas, y lo dobló, metiéndolo entre las hojas de su álbum de solo dos fotos, y se dejó caer sobre la mullida cama.
Se quedó en completo silencio, y pudo oír los gruñidos y rugidos de los caminantes en su jardín. Arañaban con fuerza las tablas de madera pálida, clavando sus uñas y dientes, y chirriándolos contra las planchas. Ese chirrido se instaló en el cráneo de Dahlia, y la chica tembló de arriba abajo.
Apretó las almohadas a los lados de su cabeza, tratando de tapar la entrada del sonido en sus oídos, pero seguía oyéndolos. Aquellos bichos inmundos, aquellos mosntruos. Se habían llevado a Danielle, se habían llevado a su madre, se habían llevado a su padre. Se lo habían llevado todo.
Al fin, un grito salió de entre sus labios, desde el fondo de su garganta. Un grito de esos de película de terror, que hacen romperse las copas de los expositores y las ventanas. Claro que la vida no tenía efectos especiales, y sus gritos solo consiguieron aumentar el ansia de los caminantes por entrar.
No chilló mas, se limitó a dejar caer las lágrimas y suspirar, abrazando el edredón con fuerza. Olía a Danielle.
La puerta de su cuarto tembló, y se abrió de golpe, y Arizona entró rápida como un rayo, ignorando los mechones de cabello pelirrojo que se le metían en la boca.
—¡¿Estás bien?! —preguntó mientras acunaba el rostro de Dahlia con sus finas y pálidas manos.
La morena se apartó bruscamente, y asintió, dándose la vuelta en la cama.
—Sí.
Arizona se quitó los zapatos, y suspiró pesadamente, para tumbarse a su lado y poner una mano en su cintura. Pegó todo su cuerpo a la espalda de Dahlia, y paseó sus dedos suavemente por su cadera y su vientre, hasta el trasero de la morena.
—Arizona, te lo juro que no estoy de hum...
La pelirroja la ignoró, y le pellizco una nalga, y se echó a reír. A Dahlia le costó toda su fuerza de voluntad y mas no golpearla, o ahogarla con la almohada, pero no lo hizo. Al fin y al cabo, era su mejor amiga.
—He encontrado un campamento. No llegué a entrar, pero puede que Danielle este allí.
—¿Parecía seguro..? —susurró Dahlia, y se giró para mirar a su amiga cara a cara.
—Supongo. Había gente, pero no era muy grande. Lo vi de lejos —respondió. Habían pasado ya mas de dos meses desde que la niña había desaparecido, pero ninguna de las dos quería perder la esperanza de encontrarla con vida.
La menor de las dos, aun que mucho mas madura, Dahlia, se pasó los dedos por el puente de la nariz.
—Si no está allí, ¿qué haremos?
—Seguir buscando, ¿no? —preguntó la pelirroja, apoyándose en un codo—. No podemos rendirnos, no podemos...
—No podemos asegurar que esté viva, ni siquiera.
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To write love in Dahlia's arms [PAUSED]
RandomDahlia perdió a su hermana pequeña. No sabe donde esta, ni si esta viva, pero eso no evitará que la busque a pesar de que el mundo se haya ido a la mierda. En su búsqueda, conocerá a un grupo un tanto especial, con gente que acabara formando parte d...