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Dahlia se acurrucó en el hombro de Arizona, y la pelirroja pasó la manta sobre los hombros esbeltos de su amiga, que siempre había sido la más friolera de las dos. El calor de la hoguera acariciaba sus cuerpos, y las dos chicas suspiraron a la vez.

—¿Y de donde salís vosotras? —preguntó Shane, que no era demasiado amable, sobre el sonido de las ramas estallando bajo el fuego.

—Tenemos una casa —empezó a hablar la morena, porque sabía que el mal humor y la poca vergüenza de Arizona acabarían soltando algún improperio ante la actitud del hombre—. Llevamos viviendo en ella desde siempre, desde antes de todo esto ya era mía.

—Y, digo yo, si tenéis una casa, ¿por que venís a un campamento como este, para dormir en el suelo y helaros de frío? Además de que es mucho mas arriesgado que una casa...

—Shane —le regañó Rick.

—¿Qué? Solo es que me parece sospechoso. Si yo tuviera una casa...

Algo de metal voló de un lado a otro de la hoguera, y entre las manos del hombre, un juego de llaves yacía colgado de un llavero con forma de Torre Eiffel.

—Ya la tienes, ¿que harás? —ante el silencio de él, Dahlia soltó una pequeña risa—. Sí, eso pensaba.

Las llaves volaron de vuelta hasta sus manos, y Daryl le dedicó una sonrisa de lado, a la que ella respondió de igual manera.

Un silencio incómodo se apoderó del ambiente, y durante unos minutos nadie habló. Dahlia miró fijamente como las llamas ondeaban sobre el cielo negro, dibujando figuras sobre él. Le recordaba a la pintura naranja de la habitación de Danielle.

Era un cuarto relativamente grande para una niña de nueve años, de cuatro paredes completamente lisas, dos naranjas y dos rosas. De esos dos colores era todo. El edredón, los cajones, los vestidos de las muñecas...

Los pensamientos de Dahlia fueron interrumpidos por la conversación que se había reavivado, y trató de concentrarse en el tema.

—Mañana hay que ir a llenar botellas, y alguien tiene que salir a cazar. Algo mas que un conejo, si puede ser —decía Glenn, a la vez que Arizona se apoyaba en su hombro. Dahlia ni se había dado cuenta de que su amiga de había movido.

En en suelo, a su lado, había una marca en la arena del culo de Arizona, marcando los bolsillos de los pantalones y todo. La morena miró un momento para atrás, encontrándose con el tronco de un árbol, y tapándose mas con la manta, se apoyó en él.

—Dahlia y yo podemos ir, si es que os fiáis de nosotras, claro —dijo la ojiverde, mirando directamente a Shane. Glenn soltó una carcajada y ambos chocaron las manos.

—Arizona no seas bord-

—¿M-me dejas un sitito..?

Dahlia dejó de regañar a su amiga para fijar los ojos en el niño que temblaba delante de ella. A pesar de estar a poco mas de un metro y medio del fuego, Carl tiritaba de pies a cabeza.

Rick observó los movientos de la chica, mas por seguridad de su hijo que por otra cosa. La chica lo miró con dulzura, y sacó una mano de debajo de la manta para acariciar la mejilla pálida del pequeño, y asintió con la cabeza. Luego tiró un poco de la manta por su lado derecho, y levantó el brazo.

To write love in Dahlia's arms [PAUSED]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora