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Cada músculo de su cuerpo estaba tenso. Cada una de sus extremidades estaba firme, sus piernas clavadas al suelo, sus brazos sujetando el arco y una de sus flechas, aún sin alzar.

Se había bebido varias latas de coca–cola debido a la sangre que había perdido y a que necesitaba recuperar azucares, y ahora tenía que deshacerse de toda aquella energía si quería dormir.

No hacía viento, pero una suave brisa le revolvía el pelo, no enfriando, pero refrescando sus manos que sudaban.

Se sentía atrapada entre aquellos árboles, entre el suelo y el cielo oscuro que se cernía sobre su cabeza, causando en sus entrañas esa sensación de que la aplastaría contra las hojas secas que cubrían el monte.

Alzó el arco, apuntando con certeza a un árbol a varios metros de distancia, y cerró los ojos, cogiendo aire. Lo expulsó despacio, y los abrió, y en el mismo instante que la curvatura sus pestañas rozó sus pómulos, soltó la flecha.

Esta se clavó recta en la corteza marrón de él, y Dahlia cogió otra de la aljaba rígida que colgaba de su espalda.

La colocó con agilidad, disparando con la misma puntería que el anterior, solo apuntando unos centímetros mas arriba para no romper una flecha con la otra, y esta volvió a incrustarse en el roble. Tiró otras cuatro o cinco mas.

Dahlia se quedó así unos minutos, con el arco en posición de tiro pero sin colocar ninguna flecha, con la mirada clavada en el árbol.

Se imaginó lo tarde que debía ser, y jadeó aturdida, caminando hasta robusto roble, y arrancó las flechas, guardándolas. Se sentó a los pies del mismo, apoyando la espalda contra la madera rugosa, y dejó el arco y la aljaba a su lado, en el suelo.

A través del espeso follaje no se veía mas que la tenue luz de la luna, haciendo brillar un grupo de hojas en lo mas alto de la copa.

La morena se quedó quieta, con la vista clavada en la luz, sólo con la suave brisa colándose por las mangas de su jersey.

La morena se quedó quieta, con la vista clavada en la luz, sólo con la suave brisa colándose por las mangas de su jersey

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—No tienes buena cara, Dahls —murmuró una voz conocida a su derecha.

Le puso cara a la voz al instante, y apretó la espalda contra la madera, mirando fijamente hacia el frente, pensando que si no miraba, la imagen se iría.

—¿Que clase de ninja deja que la apuñalen? —se rió Sam, a su lado.

—No me dejé apuñalar, y lo sabes.

Se giró despacio hacia su amigo, y suspiró.

—¿Por qué estás aquí?

—No tengo ni idea —se encogió de hombros, y levantó la mano hacia la caravana, señalándola—. Tal vez porque tienes algo que contarme y estas cansada y tu imaginacion te odia.

To write love in Dahlia's arms [PAUSED]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora