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Arizona comenzó a hablar, y Dahlia desconectó. Tenía la cabeza en otro sitio que ni ella misma conocía, pensando en Danielle. Su mente estaba llena de imágenes de su hermana, de su pequeña pidiendo ayuda. Tenía que encontrarla. Tenía que hacerlo antes de que fuera tarde.

—Y entonces le grité desde arriba y él me dijo que solo estaba enfadada.

Cada segundo que pasaba allí era un segundo perdido, un segundo que no gastaba buscándola. Un segundo que Danielle estaba sola ahí fuera, muerta de miedo, hambre y frío. O muerta en si.

—Pero yo le dije que era patético y el siguió hablando y yo le llame put... ¡Dahlia!

La morena dio un bote, y miró a su amiga.

—¿Hm?

—¡No me estas haciendo caso!

—Bueno, lo siento... Es que me duele mucho —mintió, y se llevó la mano a la herida.

Arizona suspiró, y siguió contando.

—Le llamé insufrible... No sé que me pasó, yo no soy así.

—¿Le has pedido perdón al menos?

La pelirroja negó despacio.

—Lleva todo el día por ahí con Daryl. No le veo desde eso.

—Joder. ¿Entonces te lo follaste al final?

—¡Ese no es el tema! —le gritó, y se llevó las manos a la cabeza.

Dahlia se rió, sintiendo gracia de la desesperación de su amiga y le palmeó el hombro.

—Es tarde, deberíamos ir a dormir, mañana pídele perdón y listo.

—Mañana vamos a enterrar a Amy y a los que murieron. Por la mañana.

—Oh.

Dahlia no había pensado en ello. Se giró buscando a Andrea con la mirada, y la rubia estaba sentada a los pies de un árbol.

La morena le dio un golpe en la mano a su amiga y señaló ala mujer. Las dos caminaron hacia ella, Dahlia delante de Arizona, y se acercaron.

—Hola, veníamos a ver si estas bi–

El cañón de la pistola de Andrea se hundió contra la herida del vientre de Dahlia, y esta se retorció. Andrea quitó el seguro, y la miro directamente a los ojos.

—Ahora ya se como funciona. Dejadme en paz.

La pelirroja agarró a su amiga del brazo, tirando de ella lejos, y suspiró.

—Si mañana es el entierro —murmuró Dahlia—, Glenn estará allí. No te quedará mas remedio que verle, puedes hablar con él cuando acabe.

—No creo que quiera hablarme, de todas maneras.

—Bueno —se encogió de hombros la morena, sintiendo un pinchazo en su vientre—, por intentarlo que no quede.

—Supongo que tienes raz... ¡Ey!

Alguien había chocado con ella, tirándola al suelo.

—Mira por dónde vas, ¿quieres? —le dijo a Jim, y se levantó, frotándose las manos contra el pantalón

El hombre tenía el rostro pálido como la leche, y gotones de sudor caían por los lados de su frente. Tenía los ojos rojos y llorosos, y le temblaban las manos. Dahlia reconoció los síntomas al instante.

To write love in Dahlia's arms [PAUSED]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora