Capítulo 7

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Capítulo 7

Corrí todo lo rápido que posible para alcanzarla, pero no pude por dos cosas: 1) al saltar de la cama de Jack, me enredé el pie con la sabana y me fui de cara al piso, y 2) James, demostrando su grado de estupidez, me impedía el paso a el pasillo.

—¡Que he dicho que te muevas, imbécil! —grité pegándole en el pecho. Él puso cara de falsa indignación.

—¿Cómo me has llamado? —preguntó atónito—. Si quieres pasar por esa puerta, dulzura, tienes que repetir textualmente las palabras que te voy a decir: Supremo y divino dios James, ¿Me concede usted el honor de pasar por ésta puerta? —Lo miré esperando a que me diga “es broma, pasa tranquila, por cierto, la zorra se fue por la derecha”, pero cuando noté que mis sueños no se cumplirían, no supe si echarme a reír o darle una patada en las bolas.

En su lugar, Jack se reía. Estaba en una habitación con las dos personas más estúpidas jamás reconocidas como seres humanos.

—Espero que no te ilusiones, porque NUNCA en mi vida, voy a recitar eso.

—Oh, bueno. Que lastima que te tengas que quedar encerrada en nuestro baño, entonces.

El asno que se encontraba acostado en la cama, se puso de pie y asintió con los hombros, mirando a su mejor amigo.

—Nononononono —supliqué cuando ambos se aproximaban demasiado con una sonrisa cómplice. El primero en llegar a mí fue el más alto, Jack, que me agarró por la cintura y me depositó sobre uno de sus hombros. Nuevamente escuché esa exclamación producida al levantar algo pesado. Mis mejillas se tiñeron de rojo, pero gracias a dios que ninguno de los dos me pudo ver.

—Bonito trasero, Sullivan —comentó James, pasando por al lado de su compinche y abriéndole la puerta del baño. Por acto reflejo, me llevé las manos hacia tras, tapando todo lo posible—. Hermano, te hago la tarea más llevadera. Se ve que Joycie no pesa 12 kilos. —Y luego de que ambos entráramos al recinto, cerró la puerta. Curiosamente, él no ingresó con nosotros. ¿Debía preocuparme más o aliviarme un poco? Por otra parte, decidí ignorar el comentario respecto a mi peso, pero igualmente me dolía.

El idiota con el que me encontraba recluida, me sentó en la bañadera. Se paró dominante y dijo:

—Si quieres salir, tendrás que besarme—. Dios, ¿Es que todo el mundo está tan necesitado para estar con alguien como yo?

—Mmm… Creo que te olvidas con quien estás hablando.

En ese momento, escuché que alguien ingresaba a la habitación paralela.

—Claro que no me voy a olvidar, señorita. Pero no fui yo el que abrió las piernas atrevidamente sobre mi regazo. Todo esto lo generaste tu solita al no medir las consecuencias de tus actos. —Así que era  por eso. Lo seduje por mi incómoda posición de hace 20 minutos. Ahora entendía todo mejor.

Cuando nos referíamos a Jack Green y a James King, hablábamos sobre dos personas con los cerebros subdesarrollados en diferentes capacidades. James era el típico mujeriego con el que a todas las alumnas del Phillips Morris se le caían las bombachas. En cambio, Jack, era parecido pero más delicado. Él a las víctimas las enamoraba y luego se deshacía de ellas. En mi infancia, cuando los dos venían a casa a jugar con Liam, yo estaba secretamente enamorada del Hugh Henfer* versión tierno.

—Debes estar bromeando —comenté desviando la mirada. Pero luego lo pensé mejor y le clave mis ojos en los suyos, que tenían un extraño color celeste—. No, ¿Sabes qué?, me cansé de esto. Yo solamente quiera salir de esa habitación. Y si te excitó mi posición… —Jack me tapó la boca con una mano y con otra me agarró la nuca, interrumpiéndome. Sinceramente, me llevé un susto de muerte.

Todos contra todos: La batalla recién comienza - PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora