Emma

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-Emma, puedo explicártelo.

-No quiero explicaciones Garret. No le has dicho a tu madre nada sobre mí, no sabía quién era cuando le dije mi nombre. Me has ocultado que tenías una hija todo este tiempo, cuando todas tus amigas lo sabían. Y lo más decepcionante ha sido ver cómo le echabas la culpa a Boney. ¿Qué crees que por que ya no esté contigo le puedes culpar por todo?

-No es eso Emma, solo que pensé que...

-¡Cállate! Eres repugnante, no quiero que lo nuestro continúe-me levanté del banco y dejé la foto donde antes estaba sentada-. Lo único que espero de ti es que aprendas de tus errores y que no vuelvas a mentir sobre cosas tan importantes. Ahora me voy, y que tengas un buen día-le sonreí falsamente y me giré caminando lo más rápido que pude. No lo supe soportar, por lo que las lágrimas salían de mis ojos sin parar.

Cuando estaba a unas calles del parque empecé a caminar más despacio. No sabía dónde ir, mis pies mandaban y mi cabeza sólo intentaba que dejara de llorar.

Al cabo de unas horas mis pies frenaron y me senté en el escalón del portal de una casa, pensando en cómo controlar mis lágrimas. Las nubes se volvieron grises y cuando miré el cielo una gota cayó en mi frente. Puede sonar extraño, pero me hizo feliz. Después de esa gota cayeron más y más. Me levanté del escalón y abrí la boca ampliamente, intentando saborear la felicidad que antes había sentido. Salté sobre un charco inmenso y cuando empezó a salpicarme completamente algo se encendió en mí y pude sentirlo, esa felicidad, esa libertad que tanto había echado de menos. Miré hacia la carretera y divisé un gran autobús dirigiéndose hacia el charco en el que había saltado. Me monté en la acera y esperé ansiosamente a que el autobús pasara sobre él, así mojándome más de lo que estaba. El autobús se acercaba y esa libertad aumentaba, entonces...

-Emma, ¿qué haces...-la ola que creó el autobús hizo que esa persona se callara y que yo me empezara a reír como loca viendo mi vestido mojado, conseguí exprimirlo un poco, pero seguía lloviendo y seguía empapado. Al girarme pude ver a un Thomas mojado de arriba abajo con un paraguas sobre sus manos. La escena hizo que me riera más y que él me fulminara con la mirada. Acto seguido me agarró sobre su hombro y me adentró en su casa.

-Suéltame.

-Antes te vas a duchar.

-¿Qué acabas de decir? ¿Me vas a estar agarrando mientras me ducho?-le di unos segundos para que pensara en lo que acababa de decir y cuando al parecer lo entendió ya estaba en el cuarto de baño de la planta de arriba, me soltó y me miró atentamente a los ojos.

-Te vas a resfriar, dúchate con agua caliente. Te vas a poner ropa mía mientras te lavo el vestido.

Asentí mientras lo veía salir del cuarto de baño y entrar en su cuarto. Aproveché ese momento para quitarme el vestido y los zapatos, quedándome en ropa interior. Algo que me gustaba de Thomas es que era un chico respetuoso y se dedicaba a mirar sonrisas y miradas, al contrario de otros; que miran senos y traseros. Pero hoy quería comprobarlo, quería saber si era capaz de seguir siendo respetuoso cuando una chica estaba en ropa interior.

-Emma, solo he encontrado esto, espero que te valga...

Soltó sobre mis manos una camiseta del monstruo de las galletas, unos vaqueros y un cinturón. Alcé la vista y le dediqué una mirada confusa. Él la entendió enseguida.

-En mi casa solo vive un hombre, no existen mujeres, no hay tanguitas-reí ante su comentario-. Lo que sí que hay es un grifo y un secador. No voy a meter tu ropa interior en mi preciada lavadora.

-Los vaqueros me van a quedar grandes.

-Por eso mismo te he traído un cinturón. Si ves que te quedan muy largos vas a mi dormitorio y buscas algo-dijo amablemente-. Por lo que veo ya te has quitado el vestido y los zapatos, dámelos que te los lavo.

Miré mi cuerpo y luego miré a Thomas sonriente.

-Luego lavo yo mi ropa, tranquilo.

-Cuanto antes mejor-se adentró y agarró la ropa que estaba en el lavabo rápidamente-. No te preocupes, eres la invitada.

Se fue y cerré la puerta. Lavé mi ropa interior y me duché cantando una de mis canciones favoritas de Ed Sheeran. Cuando terminé sequé un poco las prendas mojadas y me puse la camiseta del monstruo de las galletas. Me quedaba demasiado grande por lo que decidí no ponerme pantalones. Dejé los vaqueros y el cinturón en el cuarto de Thomas y me puse los zapatos más pequeños que tenía. Puede que fueran de hace cinco años, ya que solo me sobraban un par de tallas.

Cuando bajé me encontré a Thomas hablando por teléfono.

-¿Qué? ¿Por qué dices eso?-silencio- Sabes que no es verdad, no dejes que ellas lo estropeen-silencio-. Arianna-se me cortó la respiración al saber que era una chica-, sabes que ellas son muy mentirosas y que lo único que quieren es verte sin pareja. No les des el poder-más silencio-. No te van a separar de mí, te aseguro que eso no.

Me cansé de escuchar. Volví a subir y me senté en la cama de Thomas, era el único cuarto que me recordaba a nuestra infancia. Nuestra preciosa infancia. Cometimos el fallo de creer que era para siempre... En esa época nadie pensaba en el futuro, sólo veíamos películas en las que había finales felices. Creíamos que éramos el príncipe y la princesa, esos que no se separan, esos que viven sin peleas... Entonces, cuando me fui, nuestro castillo se derrumbó. Nos dimos cuenta: no éramos de la realeza. Éramos simples aldeanos soñando...

-Emma...-la dulce voz de Thomas sonaba preocupada y no entendía el por qué.

-¿Qué pasa?

-Eso digo yo, ¿por qué lloras?

Alcé mi mano y toqué mi mejilla, estaba húmeda por lo que me sobresalté un poco. Me sequé todas las lágrimas y respiré hondo. Volví mi mirada a los preciosos ojos azules y le sonreí.

-¿Qué pasa?-repitió.

-Nada.

Cuando dije eso me levanté de la cama y bajé las escaleras rápidamente, llegué a la cocina y empecé a rebuscar por los cajones buscando algo que cocinar. No me apetecía nada de lo que había así que me dirigí al móvil para hacer un pedido a domicilio cuando Thomas me tiró en el sofá.

-¿Quieres pizza?-asentí, era lo que iba a pedir- Ya esta pedida-sonrió triunfante.

-¿Por qué has pedido pizza? ¿Y si llego a ser alérgica a la pizza?

-Se que no eres alérgica a la pizza.

-Mentira.

-¿Recuerdas nuestro primer mes juntos?

Sonreí ante el recuerdo, ese día no se me olvidaría en la vida. Era martes, puede que los martes no sean los mejores días de la semana, pero ese martes fue un día importante. Me levanté por la mañana con una inmensa sonrisa recordando cada minuto vivido junto a él. Fui al colegio como un día normal, pero él no estaba. Me llegué a enfadar porque no estuviese el día más importante del mes y llegué a casa roja de la rabia, deseando contarle todo a mi padre. Cuando llegué no estaba, así que me acerqué a una foto de mi madre que había siempre sobre la chimenea y se lo conté todo, sabiendo perfectamente que ella no me escuchaba ni me escucharía nunca. Entonces me llegó un olor a pizza e instintivamente perseguí aquel perfecto olor. Llegué a la cocina y había una pizza con forma de corazón junto a un sobre. Abrí el sobre y había una nota que decía que mirara hacía atrás. Así lo hice y allí estaba Thomas disfrazado de pizza gigante. Puede que parezca una tontería, pero ambos amábamos las pizzas. ¿Y se le puede pedir algo más a un niño de once años?

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Volviendo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora