Emma

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Drew llegó a casa en unos cinco minutos gracias a la seriedad de mi voz.

Cuando la puerta sonó la abrí y yo misma lo llevé al salón, lo senté en el sofá frente a Thomas y le dije que dijera toda la verdad mientras me sentaba en el sillón que había al fondo del salón.

Al cabo de cinco minutos el interrogatorio terminó y observé a Thomas con desaprobación en mi mirada.

-Os quiero a todos fuera de mi casa-dijo imponente.

Me levanté bruscamente del sillón y caminé enfadada hacia la puerta cuando me agarró de la muñeca con bastante fuerza.

-Tú no, pequeña.

Se escuchó el portazo de la puerta principal y Thomas se levantó para colocarse frente a mí. Demasiado cerca, si lo comparábamos con mi enfado.

-No soy tu pequeña.

-Sí que lo eres-intenté separarlo de mí empujándolo con mi mano libre pero me soltó la muñeca y agarró mi cintura rápidamente.

-Suéltame.

-Es increíble lo guapa que estás con cicatrices-ignoró mi comentario.

-¿Quieres que compruebe si tú estás guapo con la nariz rota?

-Ven aquí pequeña.

Se acercó a mí para besarme, pero detuve su cara con una bofetada.

-¿Vas a seguir ignorándome? ¿Crees que así se me irá el enfado? ¿Sabes lo que es ver a tu novio desconfiado con lo que dices?

-Emma...-le interrumpí.

-¡Claro! No lo sabes porque yo sí que confío en ti-me puse roja de la furia-. Que sepas que eso duele, duele demasiado.

-Emma, ¿tú sabes lo que es estar contra la espada y la pared? Te voy a poner un ejemplo; Imagina que esto es al revés. La misma historia, pero narrada por otra persona. Imagina que Drew es Riley y que yo soy tú. ¿En quién confiarías? Necesitarías pruebas.

Empecé a pensarlo lentamente. Él también tenía razón, pero estaba segura de que él se enfadaría conmigo. Justo cuando se lo iba a comentar me besó tiernamente. Mi mente procesó todo y decidí no seguir enfadada con un chico que besaba tan bien.

Tras ese percance, dejé de salir tanto con Drew para dedicarle tiempo a mi hombre.

-Estás hermosa.

Habíamos ido a cenar a un restaurante de lujo. Thomas quería compensar todo lo que pasó aquel día.

Como respuesta a su comentario lo agarré de la corbata y junté nuestros labios. Él estaba muy elegante, nunca lo había visto en esmoquin.

Yo iba vestida con un vestido estrecho hasta la cintura que se abría hasta llegar a los muslos. A pesar de mis enormes tacones seguía siendo unos diez centímetros más alto que yo, la razón por la que me llamaba pequeña.

Como un caballero me ayudó a sentarme y se sentó en la silla de enfrente.

En la mesa había pétalos de rosa y algunas velas que hacían el momento más romántico.

-¿Te gusta? Lo pedí expresamente para ti.

Me sonrojé un poco y le sonreí tiernamente. Entonces llegó el camarero y, por más lujoso que fuera el restaurante, pedimos nuestra comida favorita.

-Thomas, esto te habrá costado mucho dinero, no quiero que gastes dinero por tonterías.

-Tú no eres ninguna tontería.

-Pero quieres ir a ver ese partido.

Thomas me llevaba mencionando el partido más importante de la liga desde hace semanas y estábamos en el restaurante más caro de la ciudad.

-El partido se puede ver por el televisor, pequeña.

Me sobresalté al ver una pizza gigantesca sobre nuestra mesa y luego sonreí pensando en cómo la iba a devorar. Teniendo a Thomas junto a mí, la pizza no duraría mucho, así que empecé a pensar cómo robar el último trozo mientras comía los primeros. Después de tanto masticar, mi cuerpo amenazaba con vomitar toda la pizza que entrara y el de Thomas también, pero el último trozo es el más importante de todos. Estiré el brazo y coqué contra la mano de Thomas.

-Este trozo es mío-dije sin pensarlo y cuando iba a tocar la pizza Thomas me agarró la mano.

-¿A ti también te duele la barriga?-tardé en contestar, pero luego asentí-. ¿Nos vamos a casa y dejamos el trozo de pizza para los empleados?

Esta vez iba a negar con la cabeza, pero el caso era que me iba a explotar el vestido y no quería eso, así que asentí. Nos levantamos lentamente y fuimos a su coche. Cuando me senté en el asiento del copiloto miré a Thomas y le estaba dando un mordisco al mismo trozo de pizza que dejamos dentro del restaurante. No me lo pensé dos veces y se lo arranqué de las manos para darle otro bocado.

-¿No te dolía la barriga, pequeña?

-Se me acaba de quitar el dolor.

-Igual que a mí.

Le dio un enorme bocado a mi pizza, dejándome con apenas unos dos centímetros.

-¿¡Estás loco!?

Le di un codazo, empezó a reír, y no tardé en acompañarle.

Llegué a casa y, sin pensármelo dos veces, me deshice de los dolorosos tacones y el estrecho vestido con el que apenas podía respirar, me puse uno de mis pijamas favoritos y bajé hasta el salón. Donde Thomas me miraba fijamente.

-Me vas a estropear todas las camisetas-se veía bastante serio.

Bajé mi mirada, observé el logotipo de la camiseta y luego volví a ver esos hermosos ojos azules.

-Pues te compraré más.

-¿Para qué? ¿Para que las estropees también?

-No seas así, sabes que me quedan fabulosas.

Me puse las manos en la cintura y posé para él. Entonces pude apreciar esa luminosa sonrisa que aparecía de entre la oscuridad y no dudé en saltar sobre él, dejarlo caer en el sofá y besarlo.

Volviendo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora