Capítulo 18

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08, Febrero, 2015.
    
Antes de que fueran las once de la mañana salí de casa, evitando a mis padres y hermano. Tomé el autobús para ir a la plaza. Bajé dos cuadras antes, ya que había una cancha ahí y entré. Mis ojos miraban por todos lados, buscando. Llegué a la cancha número tres para ver al equipo azul, ahí estaba. Me senté en la grada más alta y observé. Mi celular sonó.
    
OYEEE, mandó Alonso, no respondí.   
    
Seguí observando al chico con el número diecisiete, la causa de mi primer corazón roto. Mi celular avisó la llegada de otro mensaje, está vez ni me molesté en abrirlo.

Un rato después vi como un hombre dio el aviso de que el entrenamiento había terminado. Caminé, al pasar por las cabinas de los jugadores dejé la carta sobre el aparador que tenía escrito el apellido Martines. Me alejé rápidamente. Di un salto por el susto cuando mi celular sonó, contesté.
    
—¿Sí?
    
—Hola, Tini —carraspee.
    
—Pando, hola —me detuve.
    
—¿Tienes planes para hoy?
    
—Eh, no, no, ¡sí! —grité— mhm, si tengo. —mentí.
    
—¿Te desperté?
    
—Eh, sí —miré alrededor no sé porqué razón.

«¿Qué demonios estoy haciendo?»
    
—Perdón —caminé de vuelta a las cabinas, más bien trote.
    
—¿Sabes qué? Nos vemos en media hora en la plaza, ¿sí?
    
—Bien.
    
—Bien —corté la llamada. Volví a tomar la carta que había dejado, no sé qué pensé al reescribirla. Me dirigí a la salida.

«Que suerte le tuya, Airam»
    
Me auto recrimine.
    
—¿Miriam? —dijo Manuel entrecerrando los ojos.
    
—¿Te conozco? —fruncí mis cejas.
    
—Soy Manuel, fuimos novios —me hice la que no recordaba.
    
—Pues, no lo creo. No me llamo Miriam —avancé a la puerta pero tomó mi antebrazo. Me solté bruscamente.
    
—Lo siento, creí que eras... No importa —me sonrió.

«Cínico»
    
—Ajá, debo irme —me alejé.
    
—¡Estoy soltero!

«Putiman 2.0»
    
—¡Yo no! —que ingenua fui al pensar que él me recordaría, nunca signifique algo. Que tonta al pensar que podíamos arreglar ese error del pasado para seguir. Pero al parecer, ese dolor se quedaría allí.
    
Media hora después vi a Alonso caminar hacia mí, en el pequeño transcurso fue rodeado por unas cuantas chicas.
    
—No entiendo tu intento de disfraz, te reconocen —dije cuando llegó a mi lado, sonrió.
    
—Hola, a ti también, cariño —tomó mi mano.

«Cariño»
    
Besé su mejilla, demorándome tiempo en separar mis labios de su piel.
    
—Bueno, ¿qué hacemos? —pregunté mientras caminábamos por los pasillos de la plaza.
    
—No sé —dijo mirando al frente.
    
—Eso suena interesante —asentí, mofándome.
    
—Estos días estaré libre.
    
—Bien —sonreí—. Anda, vamos por un frapuccino —entramos a starbuck.
    
—Es la primera vez que entro a este local y está vacío —dijo mirando alrededor mientras yo miraba el tablero con órdenes.
     
—No está vacío, está la muchacha que atiende, la que hace los pedidos, y ese muchacho en la compu —bromeé.
    
—Acaso, ¿te comiste un payaso? —reí.
     
—Sólo, he pasado más tiempo con mi hermano y las pendejadas se me pegan —soltó carcajadas.

Me acerqué  a la muchacha que atendía los pedidos para ordenar un frapuccino de chocolate. Alonso pidió uno de fresa. Seguido tomamos asiento en el sofá que había dentro del local.
    
—¿Qué haremos para San Valentin? —pasó su brazo por mis hombros, abrazándome.
    
—No sé.
    
—Oh, eso suena interesante —repitió mis palabras a lo que reí.
    
—Es el segundo, ¿cierto? —asintió—Hay que ir a la playa —sugerí haciendo una cara de cachorrito para así convencerlo. No evitó fruncir las cejas.
    
—Será un viaje en auto laaargo —escuché un tono agudo, lo cual me indicaba que no le gustó esa idea.
    
—Sí, tienes razón —asentí no convencida ya que yo si quería ir a la playa.
    
—Tini y Pando —llamó la muchacha al final de la barra, puse mi mano sobre la mano que Alonso tenía sobre mi hombro.
    
—Ya voy yo —aparté su brazo para caminar y agarrar los cafés. Dejé su bebida en la mesa frente a él y me senté a su lado.
    
—Tini, ¿qué tienes? —dio un sorbo a su bebida mientras yo jugaba con el popote y la crema batida.
    
—Nada —di un sorbo, me miró con una ceja alzada—. Es que, yo si quería ir a la playa —suspiró.
    
—Pues, es una excelente idea pero tengo concierto el 13 y también el 15, al cual irás, ¿cierto?
    
—Cierto —dije—. Lo había olvidado —murmuré lo último. Sentí su mirada sobre mí.

«Oh, Alonso, no»
    
—Lo siento —dijo.
    
—No tienes que disculparte —recrimine—. Está bien, mira, podemos hacer noche de pelis, ¿qué tal? —sugerí, asintió.
    
—Aquí hay WiFi, ¿verdad? —miré alrededor buscando el letrero que dijera la contraseña más no lo encontré.
    
—Mhm, preguntaré —me puse de pie para caminar hacia la muchacha que atendía, esperé a que dejara de atender a otro cliente—. Disculpa, ¿aquí hay red WiFi? —pregunte.

    
—Por supuesto, permiteme un segundo —la vi adentrarse a otra habitación, mientras esperaba admiré como la muchacha del otro lado de la barra hacía los cafés. Minutos más tarde la chica salió acompañada de un chico, el cual traía un letrero—. Ahorita, ya va a estar la clave y el nombre —me indicó la chica, asentí regresando con Alonso.

Lo miré con las cejas fruncidas mirando bajo la mesa, parecía molesto.
 

Ahí está la clave —indique sentándome a su lado, no me miró mientras yo bebía del frapuccino— Oye, ¿qué haces? —volteé a verlo, leía una hoja.
    
—¿Qué demonios es esto? —exclamó alzando el papel, miré el papel arrugado con las cejas juntas, poco a poco vi que era mi letra.

«Mierda»

  
Mis ojos viajaron a mi bolsa, que estaba a su lado abierta.

     
—¿Qué hacías revisando mi bolsa? —dije agarrando mi bolsa y tratando de quitarle la carta pero retiró la mano.
     
—No, no, ¿quién es Manuel?¿por qué le escribes esto? —me miró enojado, yo lo miré indignada.
    
—No tienes derecho a leer eso y mucho menos a meter mano en mis cosas —exclamé. Él miró alrededor para luego ponerse de pie.
    
—Vámonos, éste no es lugar para hablar de esto —dejó la carta sobre el sofá, agarró su frapuccino y salió del local.

Resignada agarré mis cosas y salí tras él, caminó a paso veloz conmigo pisándole los talones. Lo seguí a través de la plaza y estacionamiento hasta su auto.

«Normalmente le haría una escena, lo insultaría, lo botaría y me iría, pero Alonso no es cualquier novio, a él si lo amo»
«¡Cómo una vez “amaste” a Manuel!»
    
Negué con mi cabeza.
    
—¿Y bien?¿Quién es el tal Manuel? —preguntó molesto cuando ambos estábamos dentro del auto. Los frapuccinos estaban sobre el porta vasos.
    
—¿Qué hacías revisando mis cosas? —repuse.
    
—¡No revisaba tus cosas!
    
—¿Ah, no? ¡Entonces la carta llegó sola a tus manos!
    
—¡Tu maldito teléfono sonaba!¡Iba a contestar por ti!¡Como normalmente lo hago!
    
—¡No me grites, Joder! —en otra situación, no me hubiera gritado ni yo a él, pero Manuel era un tema delicado para mí—. ¡No debiste agarrar esa carta!¡Y sobre todo no tenías ningún derecho a leerla!
    
—¡Soy tu novio!
    
—¿Me estás cargando? ¡Que seas mi novio no te da el derecho de urgar...!
    
—¡Tu teléfono sonaba!
    
—¡El teléfono!¡No la carta!
    
—¡No me respondiste! ¿Quién es Manuel!
    
—¡¿A vos que te importá?! —abrí la puerta del coche y me alejé.

«Por más que yo lo quisiera, y que sea mi novio no tenía derecho...»

«Pero, ¿vale la pena pelear por una estúpida carta que al final era para un estúpido chico que ni recordaba mi nombre?»

«Mierda»
    
Giré sobre mis talones para volver con Alonso, Manuel no valía la pena, no valía que me peleara con mi chico. Lo siguiente me dejó congelada.

Amarte Duele || Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora