Capítulo 19

87 6 16
                                    

•Continuación•

Miré alrededor con los ojos bien abiertos, Alonso mantuvo una expresión de susto mezclada con sorpresa.

Miré mi codo, el cual era sujetado por una mano, mis ojos viajaron lentamente por el brazo hasta el rostro del chico.

    
—¿Estás bien? —preguntó. Me di cuenta de que su otra mano estaba sobre mi cintura. Alcé mis brazos, cruzándolos sin saber donde ponerlos ante tal agarre.
 

Eh, Mhm —estaba conmocionada.
    
—Por Dios, ¿estás bien? —giré el rostro hacia Alonso quien se acercaba.
    
—Si no sabes conducir no deberías hacerlo —dijo entonces el chico de camisa de cuadros, de manera grosera. Fruncí las cejas.
    
—¿Perdona? —vi a Alonso fruncir el ceño, aunque no miré sus ojos por los lentes oscuros.
    
—Casi le hechas el auto a la chica —atacó Camisa de cuadros.
    
—Ajá, quita las manos de mi novia —remarcó, el chico me miró.

Quise decir algo pero seguía en shock. De no ser por Camisa de cuadros el auto me hubiera golpeado. Me solté de su agarre

— ¿Tini? —Alonso me rodeó la cintura más no me abrazó.
    
—Casa —aluciné, asintió. Me guió al asiento copiloto, abrió la puerta— Gracias, te, agradezco —dije a Camisa de cuadros antes de entrar al auto.
    
—Sí —resopló— No hay de qué, linda —Alonso cerró la puerta y lo vi matar con la mirada al chico.
    
—Sólo, gracias —dijo Alonso de mala gana antes de subir también.

Durante el camino a mi casa dejó que la música de la radio llenara el silencio.

«Alonso casi me atropella»
    
Estacionó frente a mi casa, miré el exterior antes de voltear a verlo. Colocó el freno de mano después de quitarse los lentes.
    
—Tini, lamento eso. Yo, no, no quería, no, no, sólo estaba distraído, no, eh, —tartamudeó— Osea, fue un accidente no accidente, digo que no lo fue por que estás bien y... —coloqué mi mano sobre su mano y di un apretón. Sus ojos se conectaron con los míos.
    
—Estoy bien —aseguré, no supe de dónde me salió el valor pero no mentía—. Prométeme que, no conducirás enojado nunca más —asintió.
     
—Prometido —tomé su mano para guíarla a mi boca y besar sus nudillos
    
—Hay cosas que no sabes, y que la verdad no te quiero decir. No porque no confíe si no porque son, cosas que simplemente, no quiero recordar— guardé silencio un momento antes de seguir hablando—. Manuel es, —suspiré pesadamente— una gran complicación.
    
—Lamento haber leído la carta —cerró un ojo con una mueca.
    
—Para que sepas, esas palabras las escribió una niña ingenua a los 13, los últimos dos renglones fueron escritos por la misma niña ingenua sólo que, a los 17 —asintió.

«Cómo adoro que tengamos comunicación»
    
—¿No quieres entrar? —desabroche el cinturón.
    
—Hoy no, iré con mi familia —jaló mi mano para sujetarla con ambas manos.
    
—De acuerdo.
    
—Te quiero, Tini —lo miré—. Hoy tuve la, la peor sensación. Aquí —llevó su mano a su pecho, manteniendo entrelazada una de mis manos—. Y aquí —señaló su cerebro—. Al mirar que algo te iba a pasar fue, fue como si el mundo se destruyera. Mi mundo. Yo, no soportaría que algo te pasará. Y menos si el que te lastima soy yo. Estuve a nada de... —apreté su mano.
    
—Estoy bien, estoy aquí —agarré su cara en mis manos y lo besé— No te desharás de mí tan fácil.
    
—Eso espero —volvió a besarme. Me separé cuando mi celular sonó.
    
—¿Hola?
    
—¿Quieres decirme dónde estás? ¿Por qué no respondías el teléfono? —reclamó mamá.
    
—Lo siento, má.
    
—¿Con quién estás?
    
—Ya llego.
    
—Tu papá está furioso, estaba muy preocupado que pensó que algo malo te había pasado y entró a tu habitación —no me gustaba a donde iba la conversación.
    
—Dime que está furioso porque no respondí el celular —pedí.
    
—Eso quisieras —abrí mis ojos demás.

Abrí la puerta del coche y salí corriendo mientras cortaba la llamada.

«¿Qué tengo en mi habitación? Ropa, libros, piano, maquillaje... pastillas y condones»
    
Metí la llave en la cerradura y entré, mamá estaba sentada en el sofá.
    
—Hola, má —hablé con voz aguda— ¿Y papá? —susurré.
    
—¡¿Quieres explicarme esto Destiny Airam?! —papá salió de su oficina con lo que me temía.
    
—Bueno —tragué— mhm,¡No! —exclamé— ¿por qué revisas mis cosas?
    
—¡Porque soy tu padre!
    
—Tengo derecho a privacidad.
    
—Tal vez no hubiera invadido tu privacidad si hubieras contestado el teléfono, ¡el mundo es peligroso!¡Y tú sales sin decir a dónde irás! ¡o con quien!
    
—No seas exagerado.
    
—Airam —me regañó mi madre.
    
—Además, ¿para que necesitas esto si eres una niña? —aventó los condones y las pastillas a la mesa de centro de la sala.
    
—¡Papá!
    
—Más vale que ni los estés usando, Airam —advirtió, alguien interrumpió la discusión tocando la puerta. Papá caminó hacia allá a paso veloz. Miré a mamá.
    
—Tiene razón, hija. Estás muy chiquita para andar haciendo eso.
    
—Ay, por favor, mamá. Tengo conocidas que desde los catorce lo hacían. Además, deberían estar felices de que soy responsable y me cuido.
    
—Mira quién llegó —exclamó mi papá, Alonso apareció tras él.

«Que se abra la tierra y se lo trague... o a mí»
    
—Oh, Alonso —me quejé.
    
—Dejaste tu bolsa cuando saliste corriendo —dijo ofreciéndomela—. Hola, Tania —saludó a mi madre. Ella le dio una sonrisa cerrada en respuesta.
    
—Siéntense, ambos —exigió mi papá.

«Oh, por favor»
    
—Columba está esperando a Alonso —mentí.
    
—Que se sienten, —repitió firme mi papá.

Alonso mantuvo la confusión en su rostro. Tomé su mano y nos sentamos en el sofá mediano. Mi papá exclamó, por lo cual me senté junto a mamá, alejada de Alonso. Noté los ojos de Alonso sobre la mesa de centro, Síp, ya captó. Me miró horrorizado.
    
—Alonso —mi papá caminaba de un lado a otro tras el sofá en el que me encontraba sentada.
    
—¿Sí, Daniel? —mi papá lo miró con los ojos entrecerrados— ¿Señor?
     
—Imagina que tienes una hija —abrí mis ojos demás— a la que amas más que nada, es tu princesa, tu todo. Y de pronto, encuentras condones en su habitación. ¿Cómo te sentirías?
    
—¿Orgulloso de que se cuide? —mi papá dejó de caminar para mirarlo fijamente—. Quiero decir, decepcionado.
    
—¿Cuántos tienes, dieciocho? —Alonso asintió— ¿Eres virgen? —Alonso negó pero luego rápidamente asintió.

La risa de mi hermano se escuchó, todos volteamos arriba. Él se carcajeaba parado al inicio de la escalera.
    
—Pá, sos garca eh —rió— dejá a Destiny y Alonso que a mí me regalas condones cada dos semanas —me mordí los labios.
    
—Te dije que no hicieras un escándalo —dijo mamá poniéndose de pie para ir a la cocina.
    
—Acaso, ¿no nos vas a dar equidad, papá? —reclamé. Él sólo negó.
    
—Más vale que no me salgan con una sorpresita —entró a su oficina cerrando la puerta tras de si.

Miré a mi hermano y le agradecí con una sonrisa, mi papá se iba a poner infumable. Mi hermano me sonrió de vuelta antes de entrar al baño, me senté junto a Alonso quien miraba los condones.
    
—Tu familia me empieza a dar miedo —tomó uno y me miró— ¿de sabor? —me mordí los labios avergonzada, miró alrededor antes de volver a mirarme— ¿No se suponen que esos son para...? El oral —murmuró bajo dejando el sobre en la mesa.
    
—Tuve curiosidad —tartamudeé, muerta de vergüenza. Giró su cuerpo hacia mí—. Por favor, cero burlas.
    
—Sin comentarios —sonrió, una sonrisa socarrona. Me recargue sobre su hombro soltando un suspiro.
     
—Que día tan loco.

Amarte Duele || Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora