Ojos cerrados, mente en el paraíso

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Lo observé incrédulo, ni si quiera podía creer que ese tipo hubiese estado con Lisa. Ella lo miraba como si nada, como si fuera un simple objeto inanimado, lo cual me mantenía en mis cuatro, aunque dudaba que fuera por mucho.

-Eres tú –se le acerca tratando de tomar sus mejillas. Ella lo empuja- Pero ¿Qué haces aquí?

-Podrías decírmelo tú –ella se cruza de brazos.

-Lo lamento dorada, no...

-No me llames así –lo acusa con un dedo fuera de sí.

-Pero si adorabas que te llame así.

-Tú lo has dicho, adoraba –dice haciendo comillas con los dedos entre la palabra adoraba- Desde que terminamos no quiero saber nada de ti, ni mucho menos de tus ridiculeces.

-Si hermosa –la toma de la cintura y ella palmea su brazo- Me encantas.

-Disculpa –interrumpo molesto- Viniste para algo ¿No? ¿Qué te parece si nos lo dices y te largas?

-Así que tú eres el niño rico –se echa a reír y recoge la hoja que trajo- Por suerte ya me libré de ti, ya pagaron por tu rescate. En dos horas te dejaremos en tu castillo.

- ¿Sólo el mío? –comienza sudarme la cara.

-Así es –luego mira a Lisa- ¿Desde cuándo te gustan estos tipos? Podría haberte vuelto una reina si era eso lo que querías.

-Sabes lo que yo quería –baja los ojos y luego me ve, sonríe un poco y se acerca a mí- Lástima que nunca te diste cuenta, ahora lárgate.

Daniel me mira furioso y después de bufar sale de la habitación maldiciendo. Lisa se sienta en la cama algo cabizbaja.

- ¿Sabes qué era lo que yo quería y él nunca pudo darme? –dice casi inaudible.

-No tienes por qué decirlo –me siento a su lado y tomo su mano.

-Sinceridad –sus ojos se clavan en mí solo por unos segundos- Me trataba de maravilla, pero cuando nos alejábamos por unos minutos él olvidaba que tenía novia y que supuestamente la quería. Luego vino ese problema que tenía, no estaba bien, de hecho, nunca lo estuvo. En su último partido explotó y ese fue el día que me enteré que no era sincero conmigo, pero cuando explotó destruyó casi todo el gimnasio y tuvieron que cambiarlo a un internado lejos de aquí.

» Nunca más supe de él... hasta hoy, y no puedo soportar verlo.

-Deja de pensar en él –coloco un mechón que le cubre parte de la cara detrás de la oreja- Ni si quiera merece tu atención, en lo que deberíamos enfocarnos es en cómo saldremos de aquí.

-Ya oíste, pagaron por ti.

- ¿Pagaron por ti? –nos giramos y vemos a Jeoff salir del baño.

-Sí y debemos idear algo, nos queda una hora.

-Debes irte –me dice ella poniendo su mano en mi hombro.

-Nunca sin ti –tomo su mano en mi hombro- Les diré que hagamos un cambio.

-No, Derek ¿Quién crees que pagó? Tus padres me matarán al ver que por su dinero salí yo.

-No podría dejarlos en manos de estos tipos, mucho menos a ti Lis –me levanto hacia la puerta y grito para que vengan- Será lo mejor.

Quien abre la puerta es el tipo más grande, de polera negra, caucásico.

- ¿Qué quieres? –contesta secamente.

Una increible coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora