XIII

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Me miro en el espejo. Suspiro.

El peso de esta decisión se refleja en la mirada perdida que me devuelve mi reflejo.
He subido de peso; lo noto en la ligera redondez de mi rostro, en la forma en que mi ropa se ajusta un poco más cada día.

Estoy embarazada.

Cada día falta menos para que el bebé nazca. Siento cómo lo poco que queda de mi juventud se consume con cada latido ajeno dentro de mí.

Fue mi decisión, pero no quiero esto. Aun así, luchar contra lo inevitable habría sido en vano. Y no solo está en juego mi destino. Es mi deber. Lo menos que puedo hacer por ella.

Sé que, con el tiempo, terminaré por resignarme. Tal vez, eventualmente, llegue a amar ser su madre. Quizá, cuando la sostenga en brazos, el vacío se disipe y todo cobre sentido. Quizá...
Pero Antón, por el contrario, ya no me toca. Apenas me mira cuando estamos solos. Tal vez no soporta la idea de compartirme con nadie, ni siquiera con su propio hijo. O quizá le desagrada verme transformarme en este monstruo de proporciones extrañas, cada día más ajena a quien solía ser.

Debería irme ya. Sé que no hay nada que me retenga aquí. Pero no quiero estar sola.

El resfriado de Thomas terminó por complicarse en una neumonía, así que Olivia no vendrá este fin de semana tampoco. Al final, no hay una razón real para volver a casa.

Sé que, cuando me vaya, no volveré a ver a Antón.

Me cuesta aceptar que se ha cansado de mí. Era inevitable. ¿Cómo pude ser tan ingenua para pensar que este momento nunca llegaría?

Al menos todavía están las audiciones, que son a finales de esta semana. Practico sin descanso. Porque no quiero pensar. Porque quiero demostrarme que puedo hacer esto una última vez.
Una última obra antes de que la maternidad consuma lo que una vez fui.

―Sientes a Fedra más dentro de ti que cualquier otra persona. Esa es la mayor ventaja que tienes.

Fueron las únicas palabras que Antón compartió conmigo sobre la obra, una noche antes de que nos fuéramos a dormir.

De resto, es como si yo no existiera. Dentro y fuera del club.
Todos lo siguen admirando. Es igual que antes. Excepto... No lo sé. Su desdén se ha vuelto más evidente. Quizá porque Elizabeth ya no está. Siempre me pareció que se complementaban.

―He tomado mi decisión: parto, querido Terámenes, y dejo mi morada en la amable Trecene...

Antón y Zach recrean la primera escena de la obra. Es tan real, tan certero, que un escalofrío me recorre la espalda.
Cuando terminan, algunos compañeros los aplauden.

―Me agrada. ―Knudsen asiente. Que diga eso es un logro; a él casi nunca "le agrada" nada.― Creo que en esta obra vamos a tener muy buenos resultados.

Su mirada se clava en mí durante unos segundos. Me hundo en el asiento y me muerdo el labio. ¿Lo dirá de verdad? Desde que volví, no ha parado de hacerme correcciones. Tal vez solo quiere creer en un milagro.
Sigue hablando unos minutos más, hasta que el ensayo termina.

―¿Qué tal? ¿Te gustó? ―Zach me alcanza en la salida.

―¿Cómo no podría? ―respondo.― Creo que, si Racine estuviese vivo, pensaría que son el elenco perfecto.

Zach rueda los ojos.

―Venga, ya...

―Carolinne tiene razón. Tú has estado bastante bien. Yo aún tengo que trabajar en mi expresión corporal.

La voz detrás de mí hace que me sobresalte. ¿Qué demonios hace acercándose a nosotros?

Enderezo la espalda casi por instinto.

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⏰ Última actualización: 20 hours ago ⏰

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