18. -Fiesta.

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No sabía qué hora era pero no me importaba.

Ahora mismo nada me importaba porque llevaba demasiado alcohol en las venas como para poder pensar que algo pasaba en mi vida.

No era consciente de lo que pasaba en la actualidad, así que menos lo era para ponerme a pensar. No podía, básicamente. Solo podía reírme, bailar de forma extraña, beber cada vez más e intentar mantener el equilibrio para no caer.

Había bailado tanto que acabé quitándome los tacones y dejándoselos a los chicos en la zona VIP, la tranquila del segundo piso. Mi mejor amiga había hecho lo mismo y ahora bailábamos en la pista de abajo, con más barullo, más ambiente alocado y más libertad.

Di otro gran trago a la copa en mis manos y miré a las tres Abby frente a mí, moviéndose de un lado para el otro mientras se difuminaban cada vez más pero eso me hacía reír.

Me hacía gracia porque se iban a caer en cualquier momento si chocaban entre ellas.

Me reí en voz alta aunque no pude oír mi risa, y eso que era muy escandalosa, por la fuerte música electrónica saliendo de los enorme altavoces a mis espaldas. Ni siquiera sabía qué estaba sonando, pero yo bailaba de igual manera todas las canciones importándome muy poco.

Cuando abrí los ojos terminando de reír, solo había una Abby frente a mí con una pálida cara y las dos manos sosteniendo su abdomen, pero antes de que pudiera intentar preguntarle qué le pasaba o si estaba bien, vomitó sobre la barra de la discoteca.

Todo el mundo se alejó de ella asqueados, haciendo un círculo, los camareros la estaban ayudando y otros limpiando mientras yo estaba a su lado, señalándola y riendo a carcajadas como pocas veces lo había hecho en toda mi vida; con completa y absoluta indiferencia de lo que iba a pasar mañana.

No supe qué más pasó porque no pude parar de reír, solo sentí que me quitaban la copa de la mano y me guiaban fuera del local agarrándome de los hombros mientras pasaba entre la multitud.

En cuestión de segundos reinó un silencio increíble cuando estaba respirando el aire puro de la calle, no lleno de humo, sudor, alcohol y acercamientos. Incluso mis ojos tuvieron problemas para adaptarse a la luz artificial de las farolas y no a las luces fluorescentes parpadeantes del club.

Oí murmullos y me giré para ver a los chicos, algunos socorrían a mi mejor amiga, que estaba en bastante peor estado del que podría imaginarme, y otros estaban pendientes de mí.

No estaban en nuestro grave estado de alcoholismo, ninguno de ellos, y me sorprendió que Josh estuviera tan sobrio cuando solía ser la persona más fiestera que había conocido, incluso más que nosotras, pero luego lo vi muy atento a Abby, agachándose frente a ella mientras sostenía su rostro suavemente para mantenerla mirándolo.

¿Qué pasaba entre ellos y por qué ninguno me había contado nada?

Al menos fue un alivio saber que Dave se había ido a casa hacía unas horas para luego volver al hospital con Emily y no nos había visto, ni a su hija ni a mí, en este estado tan horrible de borrachera extrema.

Estaba tratando de hablar para burlarme de Josh por estar sobrio y no pude. La lengua me pesaba como si tuviera una piedra en la boca, mis labios se habían secado y me empezaba a doler la cabeza por el cambio drástico de estar dentro del club a estar fuera.

Eso sin contar la resaca que me esperaría mañana.

Había bebido muchísimo alcohol, de todo tipo, de todos los colores y de todos sabores. Estaba segura que si le daba un trago más a cualquier cosa que me ofrecieran, acabaría en un hospital para un lavado de estómago urgente o por un coma etílico.

Kay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora