20. -Secreto.

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Suspiré con cansancio, moví la pierna de arriba a abajo y apoyé el codo en la mesa del porche trasero para poder sostener mi cabeza con la mano mientras veía a Mike, un poco difuminado por el sueño que me consumía, de pie frente a mí.

La cabeza me dolía horrores por culpa de la resaca y eso que me acababa de tomar una pastilla que me dio mi padre, pero la charla se había extendido mucho, demasiado tal vez, y ya llevaba unos veinte minutos con ella, más o menos.

Mis ojos estaban entrecerrados, así que intentaba mantenerlos abiertos por Mike hablándome con el ceño fruncido. De vez en cuando él miraba a mi padre a su lado para que le diera la razón con pesadez, se cruzaba de brazos o me señalaba agitando el dedo, pero no sabía qué estaba diciendo.

Sinceramente, no le estaba escuchando.

Dejé de prestarle atención a los cinco minutos de estar regañándome. Tenía el modo automático puesto; asentía todo el rato o decía esporádicas cosas, como "sí", "lo siento" o "tienes razón", para que pensara que estaba escuchándole, nada más.

—¿Ya terminaste? —Le pregunté tapando un bostezo con la palma de la mano.

—¿Escuchaste algo de lo que te he dicho, Katie? —Asentí indiferente de que hubiera dicho mi nombre y no mi apodo.

—Sí, claro. No beber tanto... Bla, bla, bla... Ser más responsable... Bla, bla, bla... —Hice que mi mano era una boca que abría y cerraba.

—¡Jay, dile algo! —Me señaló con la mano mientras le hablaba a mi padre.

—Vamos, Mikey, ya tiene veintiún años. Por supuesto que va a... —Mike le dio una mirada de reproche y papá me miró. —No vuelvas a darnos un susto así y ten más cuidado, ¿vale, princesita? —Sonreí abiertamente.

—¡Vale! —Asentí, me guiñó un ojo y me levanté yendo hacia la puerta.

—¿Dónde vas? —Preguntó Mike y me giré para verlo con las manos en las caderas, dando pequeños golpes en el suelo con el pie.

—Tengo cosas que hacer. —Me encogí de hombros y me fui oyendo cómo le decía a mi padre que me estaba yendo por el mal camino.

Me reí y llegué al solitario salón, aunque solo fue para coger las llaves del coche e ir a casa de Abby. Necesitaba saber cómo estaba y también hablar con ella sobre sus sentimientos.

Charlie se había ido con los chicos y de no ser porque también habían ido Matt y Josh, no lo hubiera dejado ir con Ian y Néstor a solas. Al menos tenía la certeza de que llegaría sano y salvo a casa.

O eso esperaba.

Confiaba en la palabra de Matt cuando me dijo que lo cuidaría por mí.

Hablábamos de él como si fuera un niño pequeño o un bebé y era dos años mayor que yo, pero era lo que pasaba en la situación que estaba viviendo.

Había que proteger a Charlie a toda costa.

Pensando en qué estarían haciendo, a dónde lo habrían llevado o simplemente si Josh estaría bien y distraído de sus sentimientos, llegué a casa de Abby, aparqué el coche y me bajé para acercarme a tocar el timbre.

Ella me abrió de una sola pieza, radiante, maquillada, con su vestido y tacones. Parecía que anoche no había vomitado sobre la barra de un pub ni que había caído inconsciente en cuanto salimos a la calle y cambiamos de aire.

—¡Hola, bestie! Justo te iba a llamar para saber si me hacías un favor. —Me abrazó, tiró de mí hacia dentro y cerró la puerta.

—Yo tengo que hablar contigo. —Preferí ser directa a andarme con rodeos.

Kay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora