33. -Desastre.

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Estaba rodeada por tres hombres, uno que me traumatizó y destrozó la vida, otro que lo intentó y otro que creí que estaba a punto de hacerlo.

Poco me importaba la situación, por no decir que no me importaba en absoluto.

John me agarró del bíceps tan fuerte que cortó todo riego sanguíneo que corría por él, se me aflojó la mano y el cigarro cayó al suelo sobre la acera, pero no me quejé porque el dolor físico no podría igualar al dolor que sentía por dentro con lo que había pasado en casa.

Jones estaba frente a mí, levantó el puño y me lo golpeó la cara hasta que rompió mi labio. No hizo falta mucho, sólo un puñetazo. Aunque su estatura fuera normal, yo era más pequeña que él en todos los sentidos y eso era una clara desventaja para mí.

Caí el suelo por el impacto y porque John me había soltado para que lo hiciera, aunque me volvió a levantar agarrándome de las dos muñecas y poniéndolas a mi espalda, así Jones pudo golpear mi cara más veces y mi abdomen.

A los minutos que parecieron horas, me hallaba de rodillas en el suelo, tosiendo hilos de sangre y limpiando la que salía de mi boca con las mangas de la sudadera. Poco dolía mi rodilla dañada apoyada en el asfalto para lo que estaba viviendo.

No creía merecer esto, pero tampoco había sido una santa. Aunque no le había hecho daño a nadie, mi conciencia mencionó un "papá Mike", que me hizo negar.

Mike tenía que entender que ya había cambiado, gracias a él en parte, que podía hacer lo que quisiera con quien quisiera.

Por más que le doliera, ya no era una niña y tenía que empezar a aceptar que había crecido.

Papá no tenía que sentirse de ninguna forma más que avergonzado por haber visto aquel pequeño fragmento de vídeo de su hija teniendo sexo con dos de sus amigos.

Como mucho, y tal vez, me merecía una buena reprimenda. Hasta aceptaba la cachetada que me dio, pero no le herí porque no era algo que le involucrara a él. Era mi vida y la de ellos dos, no de Mike.

John me agarró el pelo y tiró de mi cabeza hacia atrás hasta que estuve a centímetros de su cara. Me dio asco, repulsión y quise vomitar las náuseas arremolinadas en mi vientre cuando pasó su sucia asquerosa lengua por mi cuello.

—Vamos a divertirnos, hija mía. —Se burló levantándome con un tirón.

Mis piernas flaqueaban de la paliza que había recibido y casi no podía mantenerme en pie, pero lo hice sacando fuerzas de donde no tenía.

Este no podía ser mi final, no lo iba a ser.

Este sería mi principio, el principio de mi historia, de mi vida sin abusos, sin maltratos.

Este sería el principio de mi vida sin mi pasado.

Jones me rasgó la sudadera con una pequeña navaja de bolsillo, rasgando mi camiseta por el camino y dejándome en sujetador, pero en un rápido movimiento que no vio venir, llevé la mano a la suya volviendo la navaja contra él y le rajé la mejilla.

John me tiró al suelo de espaldas diciéndome que qué coño estaba haciendo mientras se quitaba el cinturón.

De repente, recuerdos de cuando esto pasaba en casa de Crystal me cegaron haciéndome entrar en pánico y llorar como aquella niña a la que desgarró tantas veces mientras le oía reír a carcajadas.

Por unos momentos creí tener quince años de nuevo.

Miré a mis alrededores y todo lo que vi fue el salón de la casa de Crystal, los mismos muebles de madera, el mismo suelo blanco de mármol, misma pintura lila en las paredes y mismo hombre frente a mí amenazándome con el cinturón, desvistiéndome a la fuerza.

Kay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora