38. -Epílogo.

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Me estiro en la enorme cama mirando al techo, miro el reloj de la mesa de noche para ver que son las nueve y me doy el lujo de quedarme cinco minutos más acostada, sobretodo con el olor tan agradable que tiene la habitación.

Al levantarme me doy cuenta de mi completa desnudez, pero ahora sé que estoy sola, así que no me importa pasearme así hasta el baño, ducharme con la puerta abierta y volver a la habitación para vestirme.

Todo con calma y tranquilidad.

Agradezco estos momentos que no podían ser demasiados, pero tampoco me desagrada mi vida, al revés, me encanta.

Tengo una familia que amo con todo el corazón, unos increíbles padres a los que les debo mucho y unos grandes amigos que habían estado para mí en los últimos cinco años sin fallarme una sola vez.

Ya cumplí los 26.

Empiezo a limpiar la casa con música puesta, así aprovecho el tiempo que tengo para mí sola hasta que ellos lleguen a comer a las doce y poco, que no tarda demasiado en marcarse en el reloj.

El tiempo se me pasa rápido desde que no tengo demasiadas preocupaciones salvo el buscar trabajo, pues acabé estudiando cocina y repostería.

La puerta principal se abre y oigo el pequeño escándalo de todas las mañanas, al cual solo puedo sonreír abiertamente mientras revuelvo la comida en la olla al fuego frente a mí.

Cuando miro a la puerta de la cocina, ellos ya estaban ahí esperando ser saludados.

Ian saluda con la mano mientras tiene al pequeño Marc, nuestro hijo de tres años, agarrado de la otra y Néstor sostiene en brazos a Skylar, nuestra hija de dos años, por estar medio dormida.

Al final fue él quien "hizo" a la niña y no Ian, como había estado diciendo siempre.

Me limpio las manos en un trapo, voy hasta ellos y los saludo a los cuatro, aunque Marc no tarda en contarme lo que hizo en la guardería con entusiasmo, así que es Ian quien acaba de cocinar.

Néstor me sigue con Skylar aún en brazos hasta el salón, la deja acostada en el sofá y me ayuda a preparar la mesa para comer mientras lo regaño por haberla acostado tarde ayer porque ahora se está muriendo de sueño.

—Las nueve y media no es tan tarde, cariño. —Se excusa.

—Para una niña de dos años que tiene que ir a la guardería al día siguiente, sí, es tarde. —Pongo las manos en las caderas y él se rasca la nuca con inocencia.

—Pero mírala, es adorable. —La señala. —Como tú. —Entrecierro los ojos y niego con la cabeza.

—Halagarme no te servirá de nada, señorito. —Se ríe y continuamos preparando la mesa.

Es cierto que se parece a mí, igual que Marc, y entre ellos también hay cierta similitud, más que nada porque tienen en común la genética materna, la mía, sin embargo también se parecen a sus padres.

Skylar tiene el mismo pelo negro que el de Nestor y que mi color natural. Sus ojos son heterocromáticos; su ojo derecho es de color marrón oscuro y el izquierdo es gris. También tiene el mismo lunar que yo debajo del ojo izquierdo y puedo decir que tendrá una mandíbula un poco afilada cuando sea mayor, igual que su padre.

Marc, por otro lado, tiene los ojos de Ian con un poco de gris alrededor de las pupilas y su tipo de cabello, grueso y ondulado, pero también cabello negro. Tiene la sonrisa y los rasgos suaves de su papá, también mi lunar debajo del mismo ojo izquierdo.

Antes de sentarnos a la mesa a comer, pues Ian había traído la la comida con Marc, recibí una llamada al teléfono móvil.

—¿Diga? —Descuelgo antes de tomar asiento.

Kay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora