23. -Papás.

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Llegamos a casa de Abby, estacioné dejando el coche arrancado, me bajé sola y fui hasta la puerta, la cual toqué y ella me abrió con los ojos entrecerrados.

—Te pondrás esto esta noche. —Le entregué la bolsa. —Si no lo haces, no saldremos de aquí hasta que lo tengas puesto. —Sonreí y me di la vuelta. —¡Al menos te dejo elegir los zapatos! —Le hablé volviendo al coche.

—¡¡Te odio!! —Exclamó.

—¡No lo haces! —Me subí al vehículo y pensé en poner rumbo a otro sitio.

—¿Dónde vamos? —Preguntó Matt desde atrás.

—No lo sé. —Suspiré. —¿Algún sitio bonito e íntimo que reservar para esta noche? —Propuse.

—Hay un restaurante muy cerca de la playa. Es bonito y privado. —Habló Néstor sonriendo y quizá fue mi imaginación, pero parecía una indirecta.

—Veré que puedo hacer... —Murmuré.

Con sus indicaciones llegamos, nos bajamos los tres y nos acercamos a hablar con el chico que estaba en la puerta, el que repartía las mesas, para poder hacer una reserva especial.

No quería que estuvieran con los demás, si no en algún sitio apartado y solos.

Tuvimos que hablar con el encargado del restaurante y pagar más de lo debido por ser una petición algo inusual, aunque confesaba que Néstor y Matt se ofrecieron a poner el dinero ellos para aportar su granito de arena y no me negué.

Me gustaba el sitio. El conjunto de todo era bonito, las vistas, el ambiente y la decoración, aunque me gustaba aún más la mesa en la que estarían ellos dos esta noche porque estaba en la playa, justo en la arena.

Si todo salía como estaba planeado, la mesa estaría con velas aromatizadas, pétalos alrededor y buena comida. Esperaba que ninguno de los dos, sobretodo hablaba por ella, me jodiera el plan con todo el esfuerzo que me estaba costando.

Después volvimos al coche, suspiré profundamente y pensé en qué más podría hacer por ambos. No se me ocurría nada más por el momento porque ya lo había hecho todo, o casi todo. Ahora el resto lo tenían que poner ellos y seguir por su cuenta.

—¿A casa? —Preguntó Néstor y asentí despacio.

Puse la mano en la llave dispuesta a arrancar y la giré encendiendo el motor, pero otra de esas malas sensaciones empezó desde lo más abajo de mi espina dorsal hasta recorrerme todo el cuerpo, así que pude mirar alrededor de mi vehículo sin nada de sutileza, buscando algo extraño con mucha curiosidad.

Pero no había nada.

Inhalé y exhalé intentando controlar la respiración, tragué saliva y apreté fuertemente el volante con las dos manos hasta que las uñas comenzaban a doler por estar clavadas en él. Después de eso, sentí una mano en mi hombro y me sobresalté. Era Néstor con una expresión preocupada en la cara.

—¿Qué pasa, enana? —Preguntó Matt desde atrás, visiblemente preocupado.

—Nada, nada. Me ha dado una mala sensación. Espero que todo salga bien esta noche. —Sonreí de lado intentando que no se dieran cuenta de nada y pareció convencerlos.

En pocos minutos llegamos a casa, aparqué y me bajé con rapidez, aunque intentaba que no se viera demasiado que estaba asustada y que quería esconderme en mi dormitorio a esperar a que se me pasara esta horrible sensación.

Sin embargo, no estaba en mis planes encontrarme a mi padre de frente al final del pasillo de la entrada. Miré a Néstor y Matt, les hice una seña de que podían irse y ellos asintieron. El primero besó mi frente y el segundo acarició mi cabeza.

Kay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora