07. Subasta

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Maldición.

¿Por qué diablos Bethany no me hablaba?. Y eso no era lo peor. Cada que cruzábamos miradas me miraba con una cara...

Créanme si las miradas de Bethany mataran, ya estaría muerta.

Pero no podía marcharme con ella molesta, no podía, no quería, mi mejor amiga no me hablaba y no sabía por qué, yo no le había hecho nada.

Intencionalmente no.

Ah sí, luego de una mañana un tanto ajetreada, me encontraba alistándome para la subasta.

Tenía un vestido largo de lentejuelas plateadas, unos tacones plateados, un maquillaje ligero, y mi cabello color chocolate caía en bucles.

Estaba lista, y linda, así que salí de mi habitación dirigiéndome a la planta baja donde se escuchaba a Karina dando órdenes —Supongo qué a las demás chicas qué no estarían en la subasta.

Pero me encontré a una personilla en el pasillo, nada más ni nada menos que...

Bethany Hollen.

—Bethany Hollen, qué sorpresa encontrarte por aquí.—Bromeé.

Sabía que le daría risa por el tono que utilizaba, siempre qué nos queríamos hacer reír hablábamos así, con el mismo tono.

Aunque no sé qué salió mal.

Ya qué terminando de hablar ella volteo los ojos, y siguió su camino.

—Bethany —Ella no se detuvo— Bethany —Nada aún— ¡Bethany!

—¡Déjame en paz, maldita sea! —Vaya, no me esperaba que explotara cuan volcán.

—No, no te dejaré en paz por qué necesito saber por qué no me hablas, ¡No te he echo nada!

—Déjame en paz, por qué no te vas de una maldita vez —Señaló la escalera— Si puedes aprovechas para enredarte en la escalera y caer, así no tendré qué soportarte más.

No la entendía, estaba apunto de llorar, las lágrimas se querían deslizar por mi rostro, pero no podía permitirlo, arruinaría mi maquillaje, así que puse mis manos en puño debajo de los lagrimales.

—¿Por qué me dices eso?.

—Por qué te odio, desaparece por fin de mí vida, ya me cansé de fingir por tres malditos años, así que vete.—Y siguió su camino por el pasillo, esta vez no quise detenerla lo que me había dicho me había bastado.

Y dolido, más que todo dolido.

Pero no sabía qué hacer, muy pocas veces nos enojábamos, y no le hice nada, ósea, no salimos de aquí, no vamos a la secundaria para cometer el error cliché de "Te enamoraste de mi novio" o "Te enamoraste de el chico que amo" no sé.

No sé qué demonios hacer.

Pero ella se veía molesta, ella parecía no querer que me acercara a ella, corrección, no quería que me acercara a ella. Y eso dolía mucho. Pero se me hará tarde para la subasta, así que baje y me encontré a las demás participantes en el escenario y a Karina dándole órdenes a las demás chicas las cuales estaban arreglando el lugar.

—Corazón, te ves hermosa —Dijo Karina mientras me daba un abrazo. Admito que no me había acostumbrado a una Karina cariñosa, una que me quería, que me quiere.

—Gracias, ¿Cómo será todo, llegaran los clientes y esperaremos un rato o...

—No, ellos llegaran y ya ustedes estarán en el escenario para comenzar con la subasta, decidí cambiarte y serás la segunda en ser subastada.

Subastada, como un coche.

—Me parece bien, ¿cuándo llegarán?

—Ahora mismo, ve al escenario —Se apartó dejándome el paso libre y yo empecé a caminar hacia el escenario— Cariño, bienvenido, toma asiento —Escuche como recibía a los clientes.

Las chicas ya estaban en el escenario así que hicimos una fila lateral, tenían vestidos muy hermosos. Éramos unas quince chicas exactamente, y si veías en el público podías ver hombres de todo tipo: Blancos, negros, chinos, señores, jóvenes. De todo. Luego de unos treinta dolorosos minutos con estos tacones Karina se digno a subir al escenario con un micrófono en sus manos.

—¡Bienvenidos todos a la subasta! —Saludó a los clientes mientras ellos aplaudían o chiflaban.— Ahora, ¿Quién se va a llevar a una de estas chicas a casa? —Todos en respuesta aplaudieron— Muy bien entonces comencemos—La primera chica camino y se posó al lado de Karina— Ella es Kiki, tiene diecinueve años —Kiki dio una vuelta y le mostró su mejor sonrisa a el público.

Kiki era una chica muy hermosa con su cabello rizado dorado hasta su cintura y sus ojos miel, era muy agradable, pocas veces coincidí con ella, pero cuando lo hacía siempre era muy amable, no sé cómo llegó ella aquí, pero cada vez que la veía tenía una sonrisa en su rostro.

—Ok, comencemos con mil dólares —Un señor alzó la mano— mil quinientos, mil quinientos dólares —Y así íban alzando los brazos, peleándose por llevarse a la chica a casa hasta qué...— ¡Ok, sé la lleva el hombre con el saco verde por tres mil novecientos dólares!.—Wow, sí que la querían— Venga a retirar a su chica —El hombre de unos 47 años subió y bajó con la chica aferrándola así por la cintura.

Muy bien, era mi turno.

—Continuemos —Caminé y me pose al lado de Karina— Ella es Gema, y como verán es tan hermosa como una, tiene dieciocho años —Sonreí sin mostrar mis dientes, y no es por qué los tuviera feos, mis dientes eran hermosos, si no que cuando yo sonreía con mis dientes tenía que ser en una ocasión especial, no en una subasta.— Comencemos con mi dólares.

Y así fue subiendo el precio, hombres jóvenes y viejos se peleaban por mí. Esto me parecía estúpido. ¿Por qué en vez de estar comprando prostitutas para quien sabe qué, conocían a una buena mujer y se casaban?, y no es que las prostitutas no seamos buenas, yo tengo un gran corazón a pesar de todo lo que me a pasado y soy muy buena persona —Con quienes lo merecen—. No entendía.

—¡Se la lleva el hombre de el saco Azul Rey por cinco mil setecientos dólares! —Gritó Karina. Un momento, ¿Cuánto?— Venga a buscar a su chica.

El hombre subió y no era nada más ni nada menos que Don Felipe Serrano.

Mí GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora