02. El alcalde

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—Mugrosa, ven a limpiar aquí —Me ordenó Karina, la jefa de el prostíbulo, mí jefa.— Quiero qué dejes reluciente este lugar —Miró el lugar, ella irradiaba felicidad y luego camino hacia la salida—, en treinta abrimos, hoy será un gran día.

Me moví entre mis comprañeras al lugar al que me ordenó Karina, este era la barra, comencé a limpiar con desgana, pensando cuando será el día en el que podré salir de aquí.

—No entiendo su maldita felicidad —Dijo Beth, mi mejor amiga, sentándose en la silla que está de el otro lado de la barra, en frente de mí.

—Yo sí —Ella me miró con ojos curiosos y yo deje de limpiar— La perra está feliz por qué hoy hará mucho dinero, mucho —Abrió la boca pero rápidamente respondí a su pregunta no formulada— Hoy vendrá el alcalde.

—Esa escoria de persona —Dijo entre dientes.

—Como me gustaría tomar un tubo e incrustárselo en el cu...

—Mugrosa y Beth, pónganse a limpiar si no quieren qué las ponga a hacer el strip-tease.

Rápidamente reiteré mi labor. Hacer el strip-tease es lo peor qué puedes hacer en este prostíbulo, debes permitir que todos los hombres —Y mujeres— te toqueteen y te quiten la ropa, por lo menos de prostituta estas con uno, pero de strip-tease hasta con diez.

Yo, soy una clase de prostituta V.I.P, soy una de las más caras de este lugar, de este maldito lugar.

Solo esperaba esta noche —Al igual qué todas las anteriores— qué a último momento, me diera una diarrea crónica, para así no tener qué salir a trabajar.

«»

8:45 p. m.

Solo 15 minutos para salir a trabajar, y aún no había diarrea crónica. Solo 15 minutos para que después hombres me estén manoseando. Solo 15 malditos minutos para salir y vender mi cuerpo.

Odio mi vida.

No sé en qué demonios pensaba la maldita de mi progenitora cuando me abandono, ¿no me pudo abandonar en un orfanato?, no, ella me tuvo que abandonar en un burdel, ¡en un maldito prostibulo!

Me limpie la lágrima que se deslizaba por mi mejilla, no podía estropear mi maquillaje, tenía que salir impecable, por qué si no Karina me castigaría, y no quería eso.

Me puse mis tacones, qué era lo único qué me faltaba para estar lista.

—¿Gema? —Me llamó Beth desde el otro lado de nuestra habitación. Yo me giré para verla— Llevo rato hablándote.

—Disculpa... estaba pensado. ¿Qué me decías?

—Qué no sé en qué pensaba cuando firmé ese contrato.

Beth está aquí desde los quince años, su padre tenía cáncer y él era el que mantenía a la familia, así qué no tenían dinero ni para comer, Beth decidió buscar un trabajo, Karina le dijo qué trabajaría como mesera en su "Restaurante", ella aceptó, firmaron un contrato el cuál ella no leyó, y bueno, ahora a sus 18 años está aquí, aún.

—Y yo no sé en qué pensaba mi madre al abandonarme aquí.

—Bueno ya, dejemos la depresión a un lado y salgamos a trabajar —Dijo con un fingido optimismo y parándose de la cama.

Yo repetí su acción y salimos de la habitación, bajando las escaleras, y llegando al infierno. Ahí estaba mi lugar de trabajo, chicas bailando en tubos, hombres toqueteándolas, hombres subiendo las escaleras dirigiéndose a una habitación con chicas casi de una década menor que ellos.

—Mugrosa, ya te tengo cliente —Dijo Karina llegando a nuestro lado. Luego me jaló de el cabello a lo que yo solté un gemido de dolor—. Y vas te vale que lo trates bien por qué si no... ya verás lo que te pasará.

—¿Dónde está? —Pregunté sobándome la zona de la cabeza en la que segundos antes ella me jalaba.

—Por allá —Me señaló la parte de el V.I.P.

Ahí estaba el viejo verde. Nuestro querido alcalde.

Mí GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora