14. La cena -1/2-

7 1 0
                                    

—¿Pero te reconoció? —Preguntó mamá mientras se sentaba en mi cama.

Le había contado lo de los hombres de la subasta, que él estaba ahí, y que nos vimos en el centro comercial. Qué mala suerte, de todos los hombres que podían ser Thomas Wittford, ¿tenía que ser él?.

—No lo creo, apenas y me miró, si me hubiera reconocido me hubiera dicho algo o hubiera puesto una expresión de sorpresa, no lo sé, pero me miró y ya —Le dije.

—Vaya, aún no sé qué hacía Thomas Wittford en un burdel, conociendo chicas de una subasta, si su esposa se enterara se moriría —Se rió— Parece qué "La pareja perfecta" como decía en las revistas y periódicos el día que se casaron, no es tan perfecta.

—Ojalá y no me haya reconocido —Lo pensé bien— Corrección, ojalá y no me reconozca.

—No creo que lo haga, estas irreconocible con tu nuevo color de cabello, además ni siquiera comparara a una mujer de un burdel, con una de buena familia, hermosa, educada, qué sabe hablar francés.

—Eso espero... —Desbloquee mi teléfono y mire la hora 4:34 p. m.— ¿A qué hora es la cena, mamá?.

—Seis y media, hay que ser puntual.

—Iré a bañarme, a las cinco llegan a maquillarnos, nos vestimos a las seis y a las seis y veinte estamos en la sala.

«»

Ya estábamos listas, a Paula le hicieron una dona en su cabello, y a mí me hicieron ondas.

Bajamos las escaleras llegando a la sala, ahí estaba papa con un traje negro, y mamá con un vestido turquesa.

—Mis dos princesas —Dijo papa mientras nos acercábamos— Están hermosas.

—Gracias, ¿nos vamos ya? —Pregunté. Papa asintió.

Salimos de la casa y el chofer de papá estaba esperándonos en el Bentley.

Estoy nerviosa, sé qué no debo estar nerviosa, pero... estoy nerviosa. ¿Y si sabe quién soy? ¿Si me reconoce? ¿Si me caigo? ¿Si tengo un moco?

—Ya llegamos —Dijo Paula mientras yo me hurgaba mi nariz. Cero mocos.

Nos bajamos en frente de la lujosa casa y nos adentramos, había alrededor de cien y ciento cincuenta personas, pero la casa era tan grande que aún quedaba mucho espacio.

—Buenas noches familia Serrano, por favor sígame —Nos dijo un hombre con un chaleco rojo. Nosotros lo seguimos llegando a una sala decorada con rojo, negro y dorado. Luego el hombre se retiró.

Había personas bailando, conversando, y niños jugando.

—¡Francisca, me alegro tanto que hayas podido venir! —Dijo una señora mientras se acercaba.

—¡Rosa! —Exclamó mamá— Sabes que no me perdería tu cena por nada de el mundo —Dijo mientras se separaban.

—Felipe, que elegante estás esta noche —Dijo Rosa a mi padre.

—Sabes que siempre estoy elegante —Se rieron. Papá tomó la mano de rosa y depósito un casto beso— ¿Dónde está Vicente?.

—Esta por allá —Miró a su derecha. Papá después de un "Ya vuelvo" se retiró— Paula estas muy hermosa.—Mi hermana le sonrió.— ¿Quién es esta joven hermosa, Francisca? —Preguntó mirándome directamente a los ojos. Yo solo sonreía.

—Es mi hija —Respondió mi mamá.

—Un gusto conocerla por fin, señora Wittford, mi madre habla maravillas sobre usted, mi nombre es Emma. —Le extendí mi mano y ella la tomó.

—No me dijiste que tenías otra hija, Francisca. —Dijo soltando nuestras manos.

—Nunca me preguntaste.

—Y... ¿dónde estaba, que nunca antes la había visto? —Preguntó.

Debía actuar con normalidad. No todo lo podía responder mamá.

—Estaba en Francia. Me fui a estudiar allá cuando tenía doce años. Disculpe si mi madre no le hablo sobre mí, es que quería que todo fuera sumamente discreto. Vuestro vestido es muy hermoso Señora Wittford —Dije para dejar el tema de mi origen de lado.

—Gracias, ven te llevaré con mi nuera, apuesto a que serán grandes amigas —Dijo mientras se daba la vuelta. Yo mire a mi madre, asentí, y seguí a Rosa.

En el trayecto pude notar como hombres posaban su mirada y en mi y me analizaban de pies a cabeza descaradamente, yo solo tenía que seguir haciendo lo mío y tener actitud.

—Regina te presento a Emma Serrano. Emma Serrano, Regina Santini —Dijo mientras nos señalaba, Regina me puso mala cara pero luego me sonrió y estrechamos nuestras manos. Unos segundos después soltamos nuestras manos.

—Eres muy hermosa —Dijo Regina.

—Gracias, tú igual.

—Debo irme, están llegando más personas, con permiso —Dijo Rosa antes de retirarse.

—¿Tú eres hermana de...?

—Beatriz Serrano, sí, es mi hermana —Un mesero llegó con una bandeja que tenía copas de champán encima. Yo tomé una al igual que Regina.

—Querrás decir era. —Dijo desafiante.

¿Piensa que con eso me pondrá triste?. En ningún momento quité la sonrisa de mi cara.

—No, que haya muerto no quiere decir que deje de ser mi hermana —Debo contraatacar— Mi madre me dijo lo de tu boda, dijo que fue simplemente perfecta —Ella sonrió— Y lamento lo de tus abortos. Un bebé luego de un matrimonio consuma la unión —Dije, ella quitó su sonrisa por un milisegundo.

—Aunque no haya tenido esos bebés, mi marido y yo estamos más unidos que nunca, el amor que nos tenemos es tan grande y puro.

—Me alegro que sea así —Tome champán.

—Regina —Miramos hacia dónde provenía esa voz. Y era él. Thomas. Se paró al lado derecho de su esposa — Por qué... —Fijó su mirada en mí, y se quedó ahí, mirando mis ojos. Yo sonreí coquetamente.

—Amor, ella es Emma Serrano, hija de Don Felipe y Francisca Serrano, Emma, él es mi esposo, Thomas Wittford —Regina puso una mano encima de su hombro.

Pero Thomas solo estaba ahí, mirando mis ojos, no se movía, no pestañeaba, diría que no respiraba pero sentía su respirar. Yo extendí mi mano.

—Es de mal gusto dejar a una mujer con la mano extendida —Dije bromeando. El reaccionó y tomó mi mano, depositando un beso y luego soltándola delicadamente— Supongo que quieren hablar, así que me retiro. Con permiso.

Me dí la vuelta y caminé un poco, noté una gran puerta de vidrio, así que me acerqué ahí. Es la puerta de el balcón. La abrí y entré cerrando la puerta detrás de mí. Había una vista hermosa, podías ver los jardines de la casa Wittford iluminados. Así que me adentré más y puse mis manos en la barandilla. Tome de mi copa de champán qué aún estaba casi llena. Hasta qué...

Alguien carraspeo detrás de mí, y era él.

Mí GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora