Capítulo 4: Sí y no

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Me desperté al escuchar algún tipo de música clásica resonar por la casa, somnolienta revise la hora en mi móvil; las 8:14, suspire y decidí que sería bueno levantarme ya, para arreglarme y salir a conocer un poco la ciudad.

Caminé hasta el baño y me di una ducha rápida, luego de eso busque algo fresco ya que hacía un poco de calor.

Realmente elegí una de las últimas cosas que guardé, por lo que no me encontraba tan arreglada, pero era fresco y a la vez tenía un estilo lindo.

Salí con mi móvil en mano, solo prestándole atención a un mensaje que tenía de Damian, en realidad lo iba a eliminar, pero alguien me quitó el celular.

—¡Hey, devuélveme eso!—. Chillé.

Era el hijo de Camila quien mirándome divertido sostenía mi celular entre sus manos.

—¿Y si no, qué?—. Se burló—. Además, esto está interesante—. Empezó a leer.

— Dámelo, por favor—. Interrumpí, él no le dio importancia.

— De, Damián—. Imitó mi voz, creo—. Cariño, lamento haberte hecho lo que te hice, fui un idiota, quiero regresar, hablar contigo...—. Sin ganas de seguir tolerando lo que hacía, corrí hacia cualquier lugar, bajé las escaleras y salí al jardín.

Me dolía que Damián sea tan idiota como para ahora escribirme semejante estupidez, pero me cabreaba enormemente lo que ese tal Edward hacía.

¡¿Qué demonios le importaba leer mis cosas?!

— Hey, Itzel—. Lo escuché acercándose hacia mi, limpié las lágrimas de impotencia que yacían sobre mi rostro y con la mirada más dura que tenía, dije:

—¿Vas a devolverme mi maldito celular?

— Lo lamento, yo pensé que... ¿estás llorando?

—No te importa, ahora dime, me devolverás el móvil, ¿sí o no?—. Espeté con demasiado enojo cruzándome de brazos.

¿Que tienen en la cabeza algunos hombres, que creen que pueden comportarse como imbeciles y luego simplemente actuar como si nada hubiera pasado?

— Eh, si—. Me lo entregó y de manera descortés se lo quite, tal y como él lo había hecho antes—. ¿Me dirás porque llorabas?

— ¿Acaso es de tu incumbencia?—. Pregunté bruscamente, otra vez.

— Supongo que no, pero...

— Estupendo, no te importa—. Afirmé—. Ahora dime, ¿dónde está mi padre?

— De eso iba a hablarte, mi madre y Maximiliano salieron, mi madre me pidió que te llevara a recorrer la ciudad, y como no tengo nada que hacer, accedí. 

— Puedo recorrer la ciudad sola—. Gruñí, sabiendo muy bien que si Edward lo creía cierto, me perdería.

Una carcajada abandonó su garganta, dejando instantáneamente al aire unos perfectos dientes blancos y alineados.

— Claro, dejarte ir sola y luego aguantar a mi madre y a tu padre por qué desapareces—. Bufa—. No intento caerte bien, solo quiero que me digas si quieres o no ir a recorrer la jodida ciudad.

Atracción prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora