Capítulo 2: ¿Hermanastro?

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— Solo me falta literatura, ¿y a ti?—. Le pregunto a Maggi, quien come plácidamente un pudín de manzana y caramelo.

Se ve delicioso.

— Matemáticas, no sé cómo pasaré con ese profesor—. Toma un sorbo de té.

— Deberías haber estudiado, así tu mamá te pagaría esa vacaciones que quieres—. Le recuerdo, ella rueda los ojos.

— Estudié para todas las materias, pero matemáticas no me cabe en la cabeza—. Bufa exasperada, yo río mientras niego.

— ¿A pesar de tener a una mamá que dirige las cuentas de una de las mayores empresas de Los Ángeles, un papa y un hermano especializados en números y administración de empresas?—. Suspiro—. Tú eres un caso perdido.

— Tu mamá también es buena en números, y tú...

— Yo igual—. Le recuerdo, ella rueda los ojos y las dos reímos.

— Me has ganado cerebrito—. Se burla—. Pero mejor cuéntame, ¿durante cuento tiempo te irás a Italia?

— Todas las vacaciones, estoy ansiosa.

— Es estupendo que puedas viajar durante tanto, y sola, mi mamá ni siquiera aceptaría una sugerencia de esas.

— Pero ya has viajado durante vacaciones de igual tiempo.

— Si, pero con Federico—. Me recuerda.

— Es cierto—. Concluyo, en lo que me llega un mensaje—. Hablando del rey de Roma.

— El idiota de mi hermano que se asoma—. Completa de una manera chistosa.

Aparentemente Maggi odia a Federico, o eso es lo que pareciera, pero en realidad lo ama, es idéntico a ella, casi dos gotas de agua, Maggi con cabellos negros azabache, Federico igual, sus ojos son azules, su tez como la nieve y sus pecas, bueno, parece que es en lo único que no compaginan, ah, y el carácter, Maggi parece que hubiera sido poseída por un perro bulldog la mayor parte del tiempo, y Federico... Él es otra historia.

— Dice que hoy va a pasar buscándonos él, tu padre no puede venir.

Suspira, pero no sé si por cansancio o frustración al saber que acaba de sonar la campana para el cambio de hora.

— Dile que está bien.

— Ya lo hice—. Reviso por última vez el celular para luego guardarlo en mi bolsillo y caminar junto con mi prima hasta el aula.

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— ¿Cuanto sacaste?—. Preguntó entre nerviosa y emocionada cuando la veo salir de su aula.

El último examen del día había concluido, luego de esto seríamos libres por 3 preciados meses.

— 8,6—. Me muestra en su hoja, ella parece algo desanimada.

—¿Estás triste?, sabes que ocho es una nota buena.

Ríe bajito.

—¿Estás loca?—. Chilla—. Me siento demasiados feliz, he aprobado.

Suspiro de alivio.

—Ya lo ves, todo está perfecto.

— Claro que si—. Me dice mientras caminamos hasta la camioneta ya conocida de Federico.

Atracción prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora