Narra Edward
Agradecía haber llegado a casa sano, no me había dado cuenta de lo ebrio que iba hasta que me salté el semáforo dos veces, pero realmente eso era lo que menos importancia tenía. Las palabras de Emma golpeaban mi cabeza, y no paraba de pensar en las formas en las que podía contarle la verdad a Itzel, pedirle perdón... No quería romper más su corazón, sé que llora, porque aunque la he evitado, la he visto con los ojos rojos e hinchados, y ella es la persona que menos se merece sentirse así en el mundo.
Las luces estaban apagadas dentro de la casa, y solo unos cuantos faroles en el jardín iluminaban mi borroso camino hasta la entrada. El clima estaba frío por la noche y caluroso por el día, pero hoy en especial, un viento frío golpeaba la ciudad, helando la piel desnuda de mis brazos. Al abrir la puerta, me sorprendió ver la televisión encendida, y cuidando no hacer ruido, me acerqué hasta el sofá que yacía en el salón, divisé mantas sobre el, pero no había nadie, aún así reconocí el teléfono de Itzel. No pasó demasiado para que las luces del patio trasero se encendieran, y la silueta de mi hermanastra apareció metros cerca de la piscina.
¿Qué diablos está haciendo ahí a esta hora?
Con cuidado me acerqué hasta la puerta que dividía el salón y el jardín, pero ella se giró en seguida. Sus ojos no habían cambiado, a excepción de que ahora lágrimas gruesas rodaban por su pálida piel, y sentí una presión en el pecho como nunca había sentido. Estaba desolada, y sus manos que caían a cada lado de su cuerpo sin fuerza, temblaban.
─Itzel ─dije, dando un paso cerca.
Ella no se alejó, y eso me dio esperanzas. Poco a poco, como si temiera que huyera de mí, conseguí llegar a su lado. Su cuerpo entero se estremecía, y pronto no pude descifrar si se trataba del frío viento que golpeaba, o del descontrolado llanto.
─Quiero que esto acabe, Ed ─murmuró en cuanto me permití abrazarla.
─Tranquila, Itz... ─dije. Mis manos acarician su espalda, y muy por el contrario de calmarse, su frágil cuerpo se derrumba en mis brazos. Desconsolada.
Por alguna razón, el recuerdo de mi mamá llegó a mi cabeza.
Hace unos años, cuando aún vivíamos con mi papá, él había llegado tarde por la noche, ebrio y con marcas de labial en la ropa, no fueron necesarias las palabras, mi mamá y yo sabíamos lo que había ocurrido, y aunque era evidente que a ella le dolía, trató de ser fuerte, tal vez por mi, o tal vez por ella, y sin embargo, aunque no reclamó, mi papá le gritó cosas horribles, esa noche la escuché llorar durante horas, y al día siguiente, luego de permitirse sucumbir al dolor y aceptarlo, decidió alejarse para siempre de él.
A veces cuesta aceptar los momentos difíciles, y parece que nunca vamos a salir de ellos, pero yo sé que es diferente, yo sé que Itzel puede superar esto.
Cuando los sollozos disminuyeron, la sentí removerse entre mis brazos, pero no parecía querer alejarse, solo necesitaba espacio. Bajé la mirada hasta sus ojos, y ellos ya me estaban mirando, llenos de nostalgia. Sus labios estaban rojos, y el cabello que le caía por el rostro la hacía lucir condenadamente tierna.
La quiero.
─¿Quieres ir adentro? ─pregunté ─Está helando.
Ella asintió, y sin alejarme la guíe hasta el salón, sentándome con ella en el sofá, abrigándola con las mantas. Su teléfono estaba en las ultimas vibraciones de una llamada, y al finalizar, la letra "D" se iluminaba con el mensaje de "6 llamadas perdidas". Las preguntas se abrieron paso en mi cabeza, pero sabía que había algo más importante que debía hacer, si no, me volvería loco.
─Necesito hablar contigo Itzel, es importante ─murmuré, y el sonido del móvil con la misma inicial marcada en la pantalla me hizo rodar los ojos.
─Lo odio, Edward ─dijo Itzel colgando el celular al instante, evadiendo mi petición ─Odio a Damián tanto que podría matarlo con mis propias manos, es un...
Otra llamada, volvió a rechazarla.
─Entiendo, ¿y qué quiere? Porque supongo que es él quien llama, ¿para qué?
─Yo... ─la escuché carraspear ─Bueno, nunca tuvimos sexo pero él insistía, y al final me fue infiel con una chica rusa, iban a tener un hijo, o eso creo, honestamente no lo sé... Ahora ya no somos nada, le he dicho de mil maneras que no quiero volver a saber de él y...
Otra llamada.
Algo no cuadra, ¿por qué si ella no quiere saber nada de él, no simplemente lo bloquea y ya?
─¿Quieres que hable con él? ¿Quieres que le diga que te deje en paz?
Sus ojos se iluminaron, pero no fue con esperanza, sino con miedo.
─¡No! ─ su respiración se alteró, y bajó la mirada lejos de la mía ─Él no vale la pena Edward, él... ─Las palabras no salían con claridad. Con cautela trazó una línea sobre sus labios con su lengua. La había visto hacer eso antes, cuando estaba nerviosa.
─Solo déjame arreglar esto a mí ─pidió, resignada.
No, lo siento Itzel, no puedo.
─Te está amenazando, ¿no? ─dije, y aunque de su boca no salió un sí, lo supe, y sentí los músculos de mi cuello tensarse. Asentí lentamente, mi enojo creciendo.
─Edward yo...
─No es tu culpa, Itzel, tu no tienes la culpa de toda esta mierda, de hecho siento que debo pedirte perdón, yo... Yo te metí en todo esto.
El impulso que había tenido me pasó factura más rápido de lo que me gustaría admitir.
─¿A qué te refieres? ─dijo, sus ojos volviendo a mí, la confusión evidente en ella.
─Hablo de Colton, Itzel, él se encaprichó contigo, yo fui un idiota porque no supe poner límites, y... Dios, tienes todo el derecho de odiarme, no...
─Edward ─me cortó ─¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver Colton en todo esto?
Vacilé, inseguro de su reacción. ¿Acaso ellos no...?
─Edward ─insistió.
─Colton y yo hicimos una apuesta, tú...
Las palabras parecían atorarse en mi garganta, saliendo a tropezones y siendo apenas entendibles. Itzel, con la mirada oscurecida me dedicaba toda su atención, y el labio le empezó a temblar.
─Dilo de una maldita vez.
─Colton y yo apostamos, fue mi culpa, yo dije que tu no eras la clase de chica que se acuesta con cualquiera, que... Que probablemente era virgen, y él dijo que te haría caer, apostamos por tu virginidad, Itzel.
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Atracción prohibida
Ficção AdolescenteATRACCIÓN PROHIBIDA Los sentimientos eran confusos cuando de él se trataba. Recordar la forma en la que me miraba, como se movían sus labios al hablarme, incluso el vaivén de su pecho cuando dormía. Todo era un caos, y yo estaba ahí, parada en el...