Epílogo

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ÁLVARO POV

Desperté por culpa de la claridad que había. El sol estaba en medio del cielo así que debería de ser medio día.

Estaba en un claro en medio de un bosque. El último recuerdo que tenía era el de Sam muriendo en mis brazos y después todo oscuridad.

Me incorporé poco a poco y logré ponerme de pie. Llevaba la misma ropa que en mis últimos recuerdos.

Atravesé el claro y me adentré en el bosque. No sabía lo que estaba pasando y me estaba comenzando a agobiar.

Tenía que encontrar a alguien y preguntar dónde me encontraba, qué había pasado y cómo había llegado hasta allí.

Estuve andando como media hora hasta que me encontré con un lago y una pequeña casa.

Entré en la casa de madera y era realmente preciosa. Me imaginé a Sam y a mi sentados en el sofá a la luz de la chimenea. Quería hacer tantas cosas con ella pero ya no podía, todo se había acabado.

Salí al porche de la casa y visualicé una pequeña figura en el borde del lago.

Era una chica que estaba sentada con las rodillas pegadas al pecho y la barbilla sobre ellas. Me recordó a Sam y por un instante pensé que era ella.

-¿¡Sam!? - grité pero aquella chica no se inmutó.

Salí corriendo del porche para ir a por ella. Tenía una pequeña esperanza de que fuera ella, de que todo hubiera sido un maldito sueño del que me acababa de despertar.

-¡Sam! - grité una vez más desesperado.

Tan sólo nos separaban unos metros y pude ver mejor a la chica y no era una chica, era más bien una mujer de unos cuarenta y cinco años.

-¿Hola? - dije acercándome un poco más.

-Hola - ella se dio la vuelta y pude ver mejor su rostro, era mi madre.

-Mamá - dije comenzando a llorar.

Me abalancé sobre ella y la abracé fuertemente. La echaba muchísimo de menos, si ella no se hubiera ido todo hubiera sido muy diferente.

-Hola cariño - dijo ella dándome un beso en la mejilla.

-No te vuelvas a ir nunca de mi lado - sollocé - Prométemelo, por favor - suplicaba. 

-No te volveré a dejar, te lo prometo - me abrazó más fuerte que nunca.

Echaba en falta el amor de una madre y puede que no me haya acordado mucho de ella en todo este tiempo, pero siempre aparecía en mis sueños diciéndome que me quería. Y creo que este era otro de esos sueños.

-No entiendo nada ¿Esto es un sueño? Porque tú estás muerta - dije con miedo por si la auténtica realidad me estuviera esperando con el cuerpo de Sam entre mis brazos.

-Cariño - acarició mi mejilla - esto no es ningún sueño, ahora tú también estás muerto.

Me quedé paralizado. Si yo estaba muerto entonces Sam tendría que estar aquí porque ella también estaba muerta pero sino estaba aquí ¿ella seguía viva? 

Eso era imposible, su última bocanada de aire fue dándonos nuestro último beso.

-¿Sam no está aquí contigo? - pregunté con la voz temblorosa.

-Claro que sí cielo, en cuanto vio que te disparabas salió corriendo a buscarte.

-¿Cómo que lo vio? No estoy entendiendo nada - dije angustiado.

-Álvaro, esto es el más allá, desde aquí vemos todas las cosas que hacen las personas que queremos, cuando Sam llegó aquí estaba muy asustada, logré tranquilizarla pero cuando te vio cogiendo esa pistola gritó con todas sus fuerzas que no lo hicieras. En cuanto sonó el disparo, ella salió como loca a buscarte sabiendo que os reencontraríais aquí.

Estaba alucinando. Sam estaba aquí conmigo. Tenía que ir a buscarla.

-¿Por dónde se ha ido? - pregunté con esperanza.

-Por allí, se fue hace quince minutos, no debe de estar muy lejos. Ves a por ella, es una chica estupenda - me guiñó un ojo y me volvió a abrazar.

-Gracias mamá, te quiero muchísimo - la abracé lo más fuerte que pude antes de salir corriendo.

Esquivé ramas, raíces y piedras. Corrí lo más rápido que pude por el bosque y llegué al mismo sitio donde había despertado.

Allí estaba ella. Esperándome con su precioso pelo al viento y sus brazos extendidos.

No dudé ni un segundo y corrí hasta ella. Nada más llegar a su lado, ella saltó sobre mí y caímos los dos al suelo. 

Me abrazó tan fuerte que casi me deja sin respiración.

-Te he echado de menos - me dijo escondiendo su cabeza en mi cuello.

-Dime que estás bien, por favor - le supliqué.

Tenía miedo de que se desvaneciera en mis brazos y volver a perderla de nuevo, no estaba preparado para eso y nunca lo estaría.

-Y tú dime por qué te has disparado a ti mismo - se separó de mí y me miró un poco furiosa.

-No podía vivir sin ti, no podía soportarlo, ni tampoco rehacer mi vida como me pediste.

Acaricié su mejilla y ella besó la palma de mi mano.

-Estás loco pero me alegro de que estés aquí conmigo, sé que no debería alegrarme pero...

-Cariño, este es el único lugar donde me gustaría estar - vi unas lágrimas asomarse por sus ojos.

-Te quiero.

Y entonces nos besamos. Volví a sentir esa calidez en sus labios. Puede que no estuviéramos vivos pero yo me sentía así, me sentía libre por fin.

Sentir esos besos que jamás pensé que volvería a sentir, abrazarla hasta quedarnos sin aire y  gritar a los cuatro vientos que la quería.

-Nunca pensé que después de todo lo que hemos pasado todo esto iba a terminar así - dijo.

-¿Así cómo?

-Tú y yo juntos, con tu madre, sin nadie que nos quiera hacer daño, sin tener que escapar cada dos por tres. Puede que estemos muertos pero prefiero mil veces esto a estar huyendo e intentando mantenerme con vida.

La besé otra vez, todo esto era demasiado. Tenía que ser un sueño, uno de esos que se acaban en el mejor momento y te dejan con mal sabor de boca porque nunca sabrás cómo acabará.

-Esto no es un sueño ¿verdad? Todo esto no se va a desvanecer en ningún momento - pregunté con miedo.

-No cariño - dijo entrelazando mi mano con la suya - Nuestra nueva vida comienza ahora.

Y así era, estábamos muertos, todos nuestros amigos nos habían traicionado y nuestra familia también, pero por fin podríamos tener una vida normal.

Por fin comenzábamos una nueva vida.

"No matter what they say" (Álvaro Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora