Prólogo

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No podía ser verdad. Aquella chica de largo cabello reluciente y dorado y de grandes y bellos ojos azules se iba a quedar en su casa, Marco no se lo podía creer.

La primera impresión que aquella bonita chica le había causado era totalmente contradictoria a como se sentía ahora. No todos los días te encuentras a una bella chica que te dice que es una princesa mágica y que viene de otra dimensión. ¡Dios! A Marco le asustó Star, mucho, pero después de haber salido corriendo despavorido, empezó a pensar en cómo sus largas pestañas enmarcaban sus grandes y brillantes ojos tan azules y profundos como el mar, en cómo su largo cabello dorado caía perfecto por su espalda y brillaba en la luz del sol. Llegó a casa sonrojado, ya que sus pensamientos lo habían llevado hasta el sillón, donde se vio a si mismo acariciando y peinando ese hermoso cabello mientras ella leía.

Pero todos repararon en el suave rubor que se extendía en el rostro del chico mientras Star sostenía su mano, y tuvo que disimular enojo. Aunque no quisiera soltar la mano de Star, tuvo que hacerlo y ayudarla a subir su equipaje a la nueva habitación.

Marco nunca había sido de esos chicos que creen en la magia y cosas así, pero al ver a Star y los cachorros que despedían rayos láser de sus ojos que la chica había creado con su varita, se replanteaba la idea.

Él se limitaba no estar tan cerca de ella, porque con tan sólo oler su suave fragancia a vainilla caía rendido. Marco se mantenía al margen, e intentaba no observarla, porque reparar en su actitud hiperactiva e infantil le parecía adorable, y había más rubor en su rostro de lo que quisiera. Fingía más y más enojo, tanto, que terminó saliendo de la casa a por una malteada, pero Star lo había empapado con su magia, y ya no podía entrar a la tienda, así que se quedó fuera, buscando alguna respuesta en las estrellas que le dijera qué era lo que sentía. Irónico.

Al cabo de un rato, sus párpados empezaron a ceder y se levantó para ir de vuelta a casa mientras se golpeaba mentalmente por su comportamiento con Star y con todos.

Pero su pelea mental con él mismo se vio interrumpida por la bella chica de ojos azules que la miraba con arrepentimiento puro en sus bellos ojos, que llegaron a cristalizarse y causar que Star viese borroso gracias a las lágrimas de arrepentimiento que se acumulaban lentamente en sus ojos.

Star estaba avergonzada por su actitud infantil y su hiperactividad. Pero eso era lo que le gustaba a Marco.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Marco sorprendido por su presencia y confuso por las lágrimas que le bajaban lentamente por las mejillas y mojaban los bellos corazones que había en ellas.

—Nadie me dio a elegir si quería venir a la Tierra —respondió ella cabizbaja y jugueteando con su varita—, y a ti no te dieron a elegir si querías estar conmigo.

Star suspiró y el rostro de Marco formó una mueca de tristeza, no le gustaba ver a Star llorando, mucho menos si era por su culpa.

—Encontraré otra familia con quién vivir.

Marco observó el triste rostro de Star unos segundos, y luego ella levantó el rostro, dándole una visión completa de sus bellos ojos empañados por las lágrimas. A Marco se le encogió el corazón, no soportaba ver a las chicas llorar, para él era algo imperdonable, pero pasó demasiado tiempo estudiando su rostro, ella dio la vuelta y con un suspiro triste, empezó a caminar.

—Supongo que iré a empacar.

Marco dudó unos segundos pero luego su mente se aclaró. Él no quería que Star se fuera, le gustaba su compañía, adoraba su vago olor a vainilla y magia y le gustaba su hiperactividad e infantilidad. Él la quería cerca, así que tomó su hombro y la volteó. Con un delicado movimiento, secó las lágrimas que surcaban sus mejillas y empapaban sus corazones, y tomó sus hombros.

—Espera —la detuvo—, no quiero que te vayas. Puedes quedarte con nosotros.

Pudo apreciar como a Star se le iluminaron los ojos y a Marco le flaquearon las piernas, todo él parecía haberse vuelto de gelatina.

—¡Abrazo! —Exclamó la chica, y con un rápido movimiento, envolvió a Marco en un fuerte y afectuoso abrazo que despertó las mariposas que habitaban en los estómagos de cada uno. Marco no pudo evitar sonreír.

Jamás había tenido a una chica tan cerca, y le agradaba la sensación. Sentir su esencia a vainilla y la suavidad de su cabello tan cerca fue lo que hizo que la sangre subiera y se acumulará en sus mejillas.

Star nunca antes había experimentado tal sensación; le gustaba. Sentir la loción de Marco y el calor que emanaba su cercanía hizo que se sonrojase y desear nunca retirarse, pero eso sería raro. Se apartó y observó a Marco por unos segundos que parecieron horas. Algo se agitó violentamente en su interior, y juntos, volvieron a casa, donde cada uno tomó su camino y regresó a su habitación.

Marco sólo se encontraba a unos pasos de la habitación de Star, una pequeña voz en su interior le gritaba que entrase y entablará una conversación con ella, pero él se negaba, no podía simplemente entrar y hablar, sería raro e incómodo, así que siguió su camino y entró a su habitación. Pero esa noche no pudo dormir.

Se la pasó pensando en ese bello rostro que tanto quería tocar, en ese sedoso y bello cabello que tanto quería peinar, y en esos suaves labios que quería besar.

Al otro lado de el muro se encontraba Star, jugando con los cachorros e intentando memorizar sus nombres. Pero no podía, porque el chico que dormitaba a sólo unos pasos de ella irrumpía en su mente y le traía ideas que una princesa no debería tener. Para ella todo debería ser perfecto e impecable, y pensar en besar al chico no era prudente. Su madre la habría mandado a su habitación a reflexionar. Todos le decían que era imprudente e irresponsable porque le gustaba la diversión, pero a ella no le importaba lo que los demás podían decir. Ahora tenía un amigo que, por primera vez en mucho tiempo, no la había criticado en nada, y le gustaba eso.

Ninguno de los dos pudo dormir esa noche. Sus pensamientos estaban dirigidos a la distancia que los separaba, sólo unos pocos pasos, la distancia parecía un abismo, y ellos estaban uno en cada lado, separados por la incertidumbre y la prudencia. Un estorbo en cada lado, cada uno ansiaba la cercanía, pero era imposible si la realeza quería estar con alguien "inferior" y era aún más imposible que la realeza gustase alguien "inferior". Y, ¿es que, acaso alguno tenía la culpa de su atracción? De aquel retorcijón que se instalaba en las bocas de sus estomagos cuando sus ojos chocaban entre sí.

Se gustaban, y la distancia los separaba con un par de pasos que simulaban un abismo.

Esa noche Star lloró.

Falling in Love © (Starco) [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora