Capítulo 8

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¿Qué era aquello que sentía?

Era algo poderoso que llevaba dentro de ella, algo que revoloteaba en su interior con malicia, que la llenaba de pensamientos tenebrosos escondidos en las penumbras. ¿Acaso era magia? ¿Aquella magia verde que temía? ¿Esa magia verde de la que sus padres nunca querían hablar?

No podía ser. ¡Ni siquiera llevaba su varita con ella! ¿Cómo era posible?

Pero tenía pensamientos, ideas, y cada una de ellas la conducía hasta la linda chica de cabello rubio y corto y bellísimos ojos esmeralda.

¿Pero qué diablos hacia pensando en ella? ¿Acaso estaba loca?

No, ella sabía lo que era, pero no quería admitirlo.

Eran celos. Malditos celos. Una envidia letal que subía por su garganta y se materializaba en palabras, hirientes palabras que lastimaban de una manera inimaginable. Que suerte que nadie estaba allí para escucharla blasfemar en contra de la chica.

—Maldita seas, Jackie Lynn Thomas —golpeo la almohada una vez más—, por haberme robado el significado de mi vida.

Estaba tan furiosa con ella, y con todos, que no le importó destrozar la pobre almohada que no tenía la culpa de nada.

Se disponía a detenerse, pero cada vez que lo intentaba el recuerdo de Jackie coqueteando con Marco asaltaba su cabeza una vez más e infiltraba la ira en su sistema tan rápido que no le quedaba tiempo ni de pensar.

Pero ¿qué podía hacer ella? ¡No era ninguna competencia contra ella! Era con un cero a su izquierda. No había punto de comparación.

La enfurecía. Ella y sus bonitas curvas, su hermoso cabello, sus increíbles ojos, su actitud tan cool, como se desenvolvía con tanta facilidad y hacia tantos amigos en tan poco tiempo. Jackie era tan hermosa, y Star... ella no era nada.

Pero entonces entraba Marco. ¿Qué papel desempeñaba él en esta guerra? Él era el premio codiciado. Claro, que él no lo sabía, pues era demasiado ciego para notar los dulces sentimientos de su mejor amiga. Necesitaba señales, pero Star no quería dañar nada. Quería que Marco fuese feliz con la chica de sus sueños. Lo que ella no sabía, era que Marco no podía ser feliz sin ella.

Esos sentimientos tan profundos dentro de él no se hacían notar sino hasta que estaba con ella, y hablaban, y reían, y la pasaban bien. Star era la única dueña de la felicidad de Marco.

Pero enserio, ¿cómo eran tan torpes para no ver lo que sentía el otro? Se herían solos.

—Star —el chico golpeo la puerta—. ¿Estás bien? Escuche un golpe.

La chica se incorporó de golpe justo en el momento en que Marco entreabría la puerta.

—¡Estoy bien! —Exclamó nerviosa—, solo... eh... ¡practicaba mi magia!

—¿Puedo entrar?

Star miró nerviosa las plumas de la almohada que descansaban el suelo y las que aun volaban por los aires. Quería decirle que se fuera, pero quería estar con él al mismo tiempo.

—Entra.

Entonces el chico empujó suavemente la puerta con una expresión de desconcierto ante el desastre que había en la habitación.

—¿Pero qué pasó aquí? —dijo despacio, analizando la situación.

—Ya te lo dije —se encogió de hombros y caminó hacia él—, practica de magia.

El chico la miró detenidamente, en busca de algún indicio de que mentía, pero al no encontrar nada, se limitó a sonreírle y avanzar una cuantos pasos.

—Haz estado un poco callada hoy —Marco avanzó más a ella y tocó su hombro— ¿estás bien?

Ella lo observó unos segundos, anonada por todo lo que sentía con su tacto y de todos los sentimientos que despertaba en ella.

¿Qué podía decirle? "Marco, estoy sintiendo algo muy fuerte por ti y me pone celosa que coquetees con Jackie" ¡No! ¡Obviamente no!

No podía por más que quisiera, era demasiado arriesgado, podría perder su amistad, y eso era demasiado valioso para si quiera pensar en confesar todo aquello que la acechaba día y noche pidiéndole salir.

Entonces decidió hacer lo que mejor sabía; mentir.

—Estoy bien— sonrió y se enderezó—, creo que estoy hambrienta.

Esa fue su señal. Entonces los dos bajaron y escogieron una de las tantas películas que su padre guardaba en una gaveta, y pretendieron que todo estaba bien.

Pretendieron que ninguno de los dos sentía nada y que los dos estaban más que bien.

Star observó ensimismada como Marco preparaba uno de sus deliciosos platos llenos de nachos y jugaron con la harina que no usaron pero la tenían cerca así que se la tiraron entre ellos. Rieron, hablaron, sonrieron, y se esforzaron en pasarlo bien.

Vieron juntos la película, acurrucados juntos en el sillón, comiendo nachos y disfrutando como siempre hacían cuando estaban juntos.

Era obvio, nada podía arruinar nada cuando estaban juntos, los dos se complementaban bien, y formaban parte del otro. Se querían demasiado, y estaban unidos.

Compartieron bromas y juegos, y al final, la velada no estuvo para nada mal, pero aun había una pequeña duda acechando sus mente que no los dejo poner su completa concentración en la película. Era esa oración, esa pregunta que invadía hasta sus sueños. Los llenaba de incertidumbre e incluso temor de la respuesta. ¿En serio iban a estar así toda la vida?

Aquella pregunta, aquella maldita pregunta: ¿Sentían lo mismo el uno por el otro? Era una duda mortal, con una respuesta que los dos se guardarían para ellos solos un largo tiempo.

Falling in Love © (Starco) [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora