Capítulo 2

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Star iba adormilada en el autobús, con los parapados pesados y dando cabeceadas. Tenía tanto sueño...

Marco estaba igual o peor que ella, pensando en los suaves sollozos que escuchó en la noche mientras iba al baño. Pensando en la causa, en el cómo y el por qué, y con muchísimo sueño.

Los dos habían usado sus últimas energías para esa charla sobre Jackie Lynn Thomas y Marco, y ahora parecían auténticos zombies sacados de The Walking Dead. Chocaban entre sí mientras caminaban hacia la entrada de la secundaria Echo Creek, y Star casi tropieza en los escalones gracias a sus pesados párpados.

Marco se detuvo justo cuando habían dado un par de pasos dentro de la secundaria, y Star se detuvo con él para averiguar su repentino detenimiento.

—No quiero ir —se quejó el chico arrastrando las palabras.

—Yo tampoco... —dijo Star soltando un largo bostezo que le dio al chico una idea.

Siempre había sido alguien responsable, siempre entregando tareas puntual y llegando cinco minutos antes a clases, pero Star y él estaban muy cansados, y sobre todo Marco estaba cansado de ser el "chico seguridad". Decidió que un día fuera no le haría daño a nadie, y Star valía la pena como para ganarse un regaño de sus padres y maestros.

Le tendió una mano a Star y la miró cómplice.

—Vamos.

Star tomó la mano de Marco pero no se movió. Sólo quería sentir su piel.

—¿A dónde? —preguntó ella enganchando sus dedos al rededor de los del chico.

—Hay algo que quiero mostrarte —y tiró de ella haciendo que avanzara.

Caminaron alejándose cada vez más de la escuela y observando las nubes grises que empezaban a rodear Echo Creek. Star uso su varita para hacer un sol sobre ellos, y esta vez no falló.

Al cabo de un rato los dos se encontraban en un área verde de la ciudad, rodeada de grandes pinos y robles, arbustos llenos de flores de muchos colores y colibrís que revoloteaban alegremente entre la naturaleza.

—Marco... —admiró Star apretando su mano—, esto es... hermoso.

Ella, impresionada por tanta belleza, soltó la mano del chico a mismo tiempo que el sol se desvanecía, y corrió a ver las flores, a sentir el suave pasto, y a seguir a las mariposas y abejas que allí habitaban. El parque estaba solitario ya que a esas horas de la mañana casi nadie estaba dispuesto a asistir y para pasar un buen rato, pero para Marco no fueron más que buenas noticias. Marco admiraba enternecido la escena, con ganas de alargar la mano y tocar su cabello, atraerla a sí y besarla. Pero no.

Sólo bastaría estirar un poco los dedos, y él podría sentir su cabello, o tacr su espalda... Sólo un par de centímetros.

Star se detuvo y tiritó, lo que captó la atención de Marco. La tomó del hombro, que estaba helado, y la volteó.

Star se odió a si misma por haberse puesto aquella pequeña blusa que, con suerte, le cubría una parte del su ombligo, pero luego se dijo que si eso capataba la atención de Marco, estaba bien.

De un rápido movimiento, Marco se sacó su sudadera y la pasó por los hombros de Star, quien se alegró de tener a Marco tan cerca, pero al mismo tiempo tan lejos.

—¿Así está mejor? —preguntó él, observando que la sudadera esté en el lugar correcto, cubriendo su piel. Marco unió la chaqueta y subió lentamente la cremallera.

La chica no pasó por alto el suave tacto de su mano y la delicada piel de su abdomen. Un escalofrío le corrió por la espalda.

—Gracias —dijo mientras volvía a tomar la mano del chico, quien se sonrojaba con facilidad.

De repente, Star bostezó sin querer, y captó la completa atención de Marco de nuevo. La chica levantó la varita y le dio de nuevo trabajo al  sol, mientras Marco soltaba la mano de Star y se inclinaba, hasta que sus rodillas tocaron el pasto, y luego se dio la vuelta, quedando completamente recostando en el suelo. Star lo miró, pero luego sonrió con su clásico carisma y lo imitó.

Se recostó junto a él guardando cierta distancia, porque Star sabía que los sentimientos de Marco ya tenían dueña. O eso pensaba
Poco a poco fueron cayendo en la vasta neblina del sueño, recobrando las horas perdidas de descanso, y cuando Star estaba lo suficientemente ida, Marco habló.

—Star —susurraba las palabras con tal parsimonia que a Star le parecían una canción de cuna—, ¿puedo preguntarte algo?

La chica abrió los ojos, perezosa, y levantó la cabeza para ver al chico.

—Lo que quieras.

Volvió a bajar la cabeza y se acomodó en el pasto.

—¿Por qué llorabas anoche?

Star se incorporó de golpe haciendo que un leve mareo asaltara su cabeza. Marco hizo lo mismo pero él lo hizo más despacio.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó sorprendida y se empezó a preguntar cómo en medio de la noche pudo haber escuchado sus leves sollozos.

—Lo escuché mientras iba al baño —respondió avergonzado por tener que dar tal respuesta.

Star empezó a buscar una respuesta en medio del desorden que era su mente en ese momento. Bostezó.

—Pues...

—La verdad —la interrumpió el chico.

Star soltó un suspiro cansino y dejó que su cabello se desparramara en el césped mientras volvía a recostarse. Marco se quedó sentado un momento, pero luego volvió a su posición anterior.

Star no podía decirle a Marco que lloraba por la exigencia de sus padres. No podía decirle que en ese momento se imagino un futuro donde su padre rechazaba su atracción por Marco por ser un habitante de la Tierra y no de Mewni. Si decía eso, moriría de vergüenza.

Decidió cortar un poco las palabras que usaría.

—Marco —dijo captando la atención del chico—, no tienes idea de lo difícil que es ser princesa de Mewni —pronunció aquellas palabras con un desdén increíble, como si despreciara la idea de ser parte de la realeza.

»Mis padres son demasiado exigentes conmigo, y me obligaron a venir aquí, dejar atrás a mis amigos, y mi vida —prosiguió ella—. Extraño todo allá, y es muy raro para mí estar aquí —bostezó—. Empezar desde cero.

Marco miraba distraído como su cabello brillaba bajo el sol personal que se agitaba sobre ellos.

Observó su cabello unos segundos, y luego tomó un mechón entre sus dedos. Su cabello parecía oro, finos hilillos de oro, y eran tan suaves como el algodón.

—No me estás diciendo algo —djio con simpleza el chico—, siento como si me estuvieras ocultando algo.

Los ojos de Star se encontraron con de Marco y esbozó una sonrisa preciosa, que hizo que Marco se preguntara por qué se sentía así si apenas la conocía. Parecía que Cupido los había flechado apenas se vieron.

—Vamos, Sherlock Holmes —se burló ella—, no tengo por qué mentirte con eso.

Marco y Star bostezaron al mismo tiempo, y poco a poco se fueron sumergiendo en las lagunas del sueño, siendo absorbidos por el cálido clima que les proporcionaba la magia y cada vez más cerca, hasta que sus dedos se rozaron.

Star amaba el olor varonil que emanaba la sudadera de Marco, y se cubrió la cabeza con la capucha. Entre sueños, aspiró el aroma y dijo su nombre en un susurro. Lástima que Marco estaba demasiado dormido como para escucharlo.

Falling in Love © (Starco) [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora