Primer capítulo:

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Tumbada en alfombra beige de mi habitación, mirando a la lámpara que colgaba del techo pensaba en los fácil que sería ser cualquier otra persona o en lo difícil que sería mi vida si lo fuese. Probablemente me irían mejor las cosas o tal vez un poco peor.

-¡Marta! ¡Marta hija! -Dijo mi madre chillando detrás de la puerta y sacándome de cualquier pensamiento absurdo que tenía en aquel momento.

-¿Qué mamá? - Me levanté del suelo.

- ¿Puedes abrir la puerta? - Espetó con un tono enfadado.

- ¿Para qué? - Se supone que si hay pestillos en las puertas, son para utilizarlos. Pero eso era caso aparte.

- Te voy a quitar la puerta, siempre la tienes cerrada. – Gruñó.

Rodé los ojos y propuse ignorar su ataque de histeria, tengo una edad, una cierta edad en la que el único lugar que me evade es mi habitación y si dejase la puerta abierta, quizás no tendría ningún lugar en el cual evadirme.

-¿Qué me ibas a decir?

- Tu padre y yo vamos a ir a darle la bienvenida a los vecinos nuevos, los que se mudan a la casa de al lado. Salimos esta noche. Te he dejado comida en el microondas y le he dicho a Fran que se porte bien - todo esto lo decía poniéndose los zapatos con una rapidez inaudita. Mi madre en otra época fue atleta y ni siquiera ella misma lo sabe- me tengo que ir ya, se nos hace tarde. Volveremos a las once, ten cuidado con todo y no peleéis que te conozco, Marta. Te quiero cariño.

Esto último, lo dijo bajando las escaleras.

Perfecto, otra vez se van y me dejan a solas con Fran. Seguramente tendría que hacerle de comer y obligarle a que se bañe.

Miré por la ventana, y me fijé en el árbol que había frente a ella, sus ramas estaban desnudas, su tronco tan grande y grueso me hacía pensar que llevaría ahí mucho tiempo, cuando me mudé aquí con unos tres años este árbol era exactamente igual.

Miré a la casa de al lado, mis padres estaban hablando con una mujer rubia, ojos marrones, estatura media y sonriente. Mi padreel estaba hablando con el marido de la mujer rubia - o eso supongo que sería - era alto, moreno, ojos azules y bastante atractivo. Podría apostar que mi padre está hablando de deportes por la forma de mover los brazos.

Me aburrí de mirarlos,i vista examinó cada mueble que metían en su casa, paré mi mirada  en el camión de mudanzas. De él salió un chico bastante.. ¿bastante? Por favor Marta, es el chico más guapo que has visto en tus dieciséis años. El chico tenía el pelo oscuro, ojos azules que se podían apreciar perfectamente desde mi ventana. Y más cuando la luz se posaba en su cara. Vestía con unos pantalones vaqueros un poco ajustados, unas zapatillas azules y un camiseta roja bastante sudada. Parecía recién salido de la ducha.
Me quedé embobada, hipnotizada, estupefacta, tanto así que me quedé mirando casi 10 minutos como metía las cajas a aquella casa que hacía pocos días estaba sin huésped. Admiraba cada músculo que movía y la agilidad con la que lo hacía.

De repente la mujer rubia llamó a aquel chico con la mano, él se quitó sus auriculares y se acercó a saludar a mis padres, por la forma, creo que es su hijo. Mi madre señaló mi casa, aquel chico posó su mirada en mi casa y después, en mi ventana.

Me miró y yo le miré, estuvimos sosteniendo la mirada hasta que de su cara salió una sonrisa perfectamente recta y blanca. Yo me sentí ruborizada, pero no aparté la mirada. El chico saludó con la mano y mi cuerpo se puso rígido. Me sentía nerviosa y acalorada. Eché la cortina lo más rápido que pude y suspiré.

«¿Qué acaba de suceder?» Preguntaba una voz en mi cabeza intermitentemente. Jamás me había sentido así.

Después de aquella vergonzosa situación por mi parte me puse los cascos, me tumbé en la cama y cerré los ojos intentando no pensar en lo que acababa de pasar, en simplemente ignorar aquel mini-infarto de mi corazón. 

Fue la primera vez que sentí esto tan sólo con mirar a la cara de otra persona.

Eres mi futuro perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora